"No he escuchado ninguna conversación seria en la que se afirme que los acuerdos de Minsk ya no tienen futuro, pero hay muchas muy poco serias, que provienen de Kiev", dijo el jefe de la diplomacia rusa en una entrevista a los medios bielorrusos.
Lavrov subrayó que, desde el momento mismo de la firma de los acuerdos de Minsk, los ucranianos comenzaron a buscar cualquier pretexto para no cumplirlos.
Ante todo se trata de la seguridad de los dirigentes de Donetsk y Lugansk, quienes, según el titular ruso, "encabezaron la protesta contra el cambio de poder ilegal, realizado, ante todo, gracias al apoyo de elementos neonazis".
"Las garantías de un estatus especial, de una amnistía, de elecciones que reflejen realmente la voluntad de las personas que viven en esos territorios, resultan completamente inevitables, imprescindibles", añadió Lavrov.
Poco antes el ministro de Defensa de Ucrania, Stepán Poltorak, declaró que los acuerdos de Minsk deben seguir en pie hasta que desaparezcan todas las posibilidades de su cumplimiento.
La semana pasada el presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, anunció sus planes de presentar un proyecto de ley sobre la reintegración de Donbás, en el que se establecerá, en particular, el estatus legal de las acciones de los militares ucranianos.
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Al mismo tiempo, el mandatario se opuso a la cancelación de la "operación antiterrorista", como llaman la operación militar en Donbás, antes de que sea aprobada la ley.
En abril de 2014 Ucrania inició una operación militar en las provincias orientales de Donetsk y Lugansk, donde se proclamaron repúblicas populares en respuesta al cambio violento de Gobierno ocurrido en Kiev en febrero de ese mismo año.
Los acuerdos de Minsk, suscritos en septiembre de 2014 y en febrero de 2015, sentaron las bases para una solución política del conflicto, pero no han derivado hasta ahora en el cese de la violencia.
Según datos de la ONU, las hostilidades han provocado más de 10.000 muertos desde el inicio de la crisis.