Es más: Washington prepara una ley federal debido a la cual levantar las sanciones, si llega el momento, será tarea difícil. Y Europa no está mirando con buenos ojos los últimos pasos al otro lado del Atlántico. En la Unión Europea tienen motivos para preocuparse, explica Obujov.
"Las sanciones que acaban de imponer torpedean la cooperación en materia de energía entre Bruselas y Moscú. El nuevo paquete de medidas prevé restringir más el acceso al combustible ruso. Algo que llega cuando el gasoducto Nord Stream 2 está comenzando a entrar en funcionamiento", explica.
Para el periodista, no se trata de ninguna coincidencia. Y para la canciller alemana, Ángela Merkel, parece que tampoco. Bruselas no se ha callado y ha protestado, de hecho, contra la última decisión del Congreso estadounidense y ha recordado que el proyecto, en el que participan empresas europeas y rusas, cumple con las normas eurocomunitarias. Multitud de empresas europeas ya participan plenamente en Nord Stream 2: la francesa Engie, la austríaca OMV, la británica y holandesa Royal Dutch Shell y las alemanas Uniper y Wintershall, recuerda Obujov.
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El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Sigmar Gabriel, y el canciller austríaco, Christian Kern, han criticado duramente las sanciones de EEUU contra la industria energética rusa y han afirmado que esconden algo: obligar a la Unión Europea a comprar el gas licuado de EEUU cueste lo que cueste. Y cueste lo que cueste para EEUU significa impedir a la Unión Europea el acceso al gas ruso, indica Obujov.
"Quién suministra energía a Europa es problema de Europa y no de Estados Unidos. Quién nos sumistra recursos energéticos y cómo es algo que decidimos nosotros en concordancia con los principios de transparencia y competencia de mercado", advirtieron el ministro alemán y el canciller austríaco.
Así que todo indica, esta vez sin lugar a dudas, que a Washington no le gusta que Moscú y Bruselas comiencen a recuperar su buena sintonía. Varios expertos temen que los pasos que está dando Estados Unidos por su cuenta acaben por estropear las relaciones entre los norteamericanos y Europa, concluye el autor.