El presidente de la República, Michael D. Higgins, presidió las ceremonias a las que asistieron los embajadores de Reino Unido, Estados Unidos y Alemania, además de representantes del Gobierno de Dublín.
El Lusitania se hundió frente al cabo de Kinsale, en el condado de Cork, a los 18 minutos de acusar el impacto de un torpedo del submarino U-20, el 7 de mayo de 1915.
La velocidad del hundimiento —el Titanic tardó dos horas y 40 minutos desde que chocó con la punta del iceberg— ha suscitado teorías sobre una segunda explosión provocada por una carga secreta de armamento destinada a las fuerzas armadas británicas.
El propietario de los restos del barco, el estadounidense Gregg Bernis, intenta desde hace décadas probar la existencia de armamento y está en litigio con el Gobierno irlandés, que le niega la licencia para levantar partes del Lusitania.
Bernis, de 87 años, no acudió a Kinsale, pero encargó un emotivo homenaje para las víctimas.
Un buzo depositó una rosa y una placa con los nombres de los náufragos en el mismo buque, que está sumergido a unos 90 metros de profundidad a 11.5 millas náuticas de Irlanda.
Además de ubicarse en aguas territoriales irlandesas, el Lusitania está protegido por una orden ministerial que certifica su importancia cultural e histórica. Los medios locales advierten que es el único de los 18.000 barcos hundidos en aguas irlandesas sujeto a dicha normativa.
El Lusitania partió de Nueva York, con 1.959 pasajeros y tripulación a bordo, con destino a Liverpool, donde fue construido en los astilleros de Cunard. Entre los viajeros de primera clase se encontraba Hugh Lane, célebre coleccionista de arte que, según los rumores, llevaba pinturas de Rembrandt y Monet entre su equipaje.
El ataque del submarino alemán, en el que perecieron 128 estadounidense, contribuyó a la entrada de EEUU en la primera Guerra Mundial en apoyo de los aliados.
Historiadores afirman sin embargo que el Almirantazgo británico conocía la posición del U-20, pero no emitió una señal de peligro ni envió una flota militar para custodiar la travesía del buque.
La tragedia del Lusitania se conmemoró hoy con todos los honores pero el misterio en torno a su hundimiento seguirá generando polémica desde su morada bajo aguas irlandesas.
