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Anarquismo e ilustración: la academia montada en Barcelona por un librepensador fusilado

Francisco Ferrer i Guàrdia fundó con la Escuela Moderna un espacio de pedagogía anticlerical, sin exámenes y con el niño en el centro de la educación.




Por Alberto García Palomo




© Archivo Fundación Ferrer i Guàrdia
Al grito de "¡Viva la escuela moderna!", Francisco Ferrer i Guàrdia fue fusilado en la cárcel de Montjuic. Era 13 de octubre de 1909. El gobierno le acusó de estar detrás de los disturbios producidos en la conocida como Semana Trágica de Barcelona. No tenían ninguna prueba concluyente, pero sí su alergia manifiesta al poder: acababan de matar a un librepensador ilustrado, a un rebelde anticlerical que había empleado su vida en oponerse a cualquier tipo de autoridad.
Ferrer i Guàrdia era un pedagogo español que, a través de escritos y de una institución propia, se hizo un hueco entre las figuras anarquistas de la época.

Nacido en 1859, el barcelonés se deshizo de las cadenas paternales y abrazó la causa libertaria.

De familia campesina, pronto salió de Alella, su pueblo costero, a la gran urbe. Y la educación católica y monárquica que había mamado en su hogar se fue transformando en tesis ácratas e internacionalistas.

Francisco Ferrer i Guàrdia
Se empapó de los textos sobre el anarcoindividualismo de la época. Leyó las doctrinas federalistas de Francisco Pi i Margall y las teorías sobre expropiación o naturismo que planeaban por el continente. Hasta que establece una relación con el diputado republicano Manuel Ruiz Zorrilla. Con él, respalda el golpe de estado del general Manuel Villacampa en 1886 contra la Restauración borbónica. Y tiene que exiliarse en Francia.
Una década en el exilio
En esa década fuera de España, desde finales de los ochenta hasta 1901, Ferrer i Guàrdia se une a la lista de abanderados del anarquismo junto a Juan Monstseny, Gaspar Sentiñón o Anselmo Lorenzo. El movimiento gana pulso en un periodo movido: las protestas contra el latifundismo, la agrupación de trabajadores, el origen de partidos políticos o sindicatos y los intentos de alternativa a la monarquía componían la melodía de la incipiente lucha obrera.

Proclamas como la de "¡Asociación o muerte!" y el furor por un reparto justo de tierras o por un sistema político más participativo dieron lugar a que se organizaran pequeños núcleos de resistencia. Ferrer i Guàrdia, de regreso a Barcelona, fundó entonces la Escuela Moderna. Un centro educativo que recogía estas consignas colectivas.

Nace la Escuela Moderna
Clase preparatoria de la Escuela Moderna
Curso medio de la Escuela Moderna
Clase infantil de la Escuela Moderna
Fue su mayor obra. Desde septiembre de 1901 hasta 1906, intermitentemente, la Escuela Moderna ejerció de vivero revolucionario en la calle Bailén de la metrópolis catalana.
Un centenar de niños y niñas acudieron al alimón a sus aulas cuando la separación por sexos era la norma. En ese espacio de libertad se impartían lecciones humanistas o científicas, se fomentaba el altruismo y se desarrollaban dotes interpretativas o artísticas.

Además, las clases se complementaban con charlas, un boletín y una universidad popular para adultos. Lo que no tenía cabida eran las creencias religiosas ni la competitividad: adiós dogmas, adiós exámenes, adiós lecciones magistrales.

Publicaciones de la Escuela Moderna
"El procedimiento socrático es erróneo si se toma al pie de la letra. La misma constitución de la mente, al comenzar su desarrollo, pide que la educación, en esa primera edad de la vida, tenga que ser receptiva. El profesor siembra las semillas de las ideas. Y éstas, cuando con la edad se vigoriza el cerebro, entonces dan la flor y el fruto correspondientes, en consonancia con el grado de la iniciativa y la fisonomía característica de la inteligencia del educando", escribía Ferrer i Guàrdia sobre el método horizontal de enseñanza que proponía.

Ferrer i Guàrdia
Tampoco concebía las pruebas "clásicas" porque "parecen ser instituidas solamente para satisfacer el amor propio enfermizo de los padres, la supina vanidad y el interés egoísta de muchos maestros y para causar sendas torturas a los niños antes del examen, y después, las consiguientes enfermedades más o menos prematuras".
Tampoco concebía las pruebas "clásicas" porque "parecen ser instituidas solamente para satisfacer el amor propio enfermizo de los padres, la supina vanidad y el interés egoísta de muchos maestros y para causar sendas torturas a los niños antes del examen, y después, las consiguientes enfermedades más o menos prematuras".
"A más de las enfermedades físicas susodichas, sobre todo las del sistema nervioso y acaso de una muerte temprana, los elementos morales que inicia en la conciencia del niño ese acto inmoral calificado de examen son: la vanidad enloquecedora en los altamente premiados; la envidia roedora y la humillación, obstáculo de sanas iniciativas, en los que han claudicado; y en unos y en otros, y en todos, los albores de la mayoría de los sentimientos que forman los matices del egoísmo", apuntaba Ferrer i Guàrdia.

La Escuela Moderna tenía como referencia a la Institución Libre de Enseñanza, radicada en Madrid y constituida anteriormente por el catedrático Giner de los Ríos. Funcionó a ratos, atrayendo a una población con cierto acomodo e inquietud intelectual.
En 1906 empieza el declive
Mateos Morral, traductor y bibliotecario, planifica un atentado contra Alfonso XIII el día de su boda. El rey y su esposa se salvaron, pero murieron 25 personas.
Ferrer i Guàrdia fue condenado por cómplice. El centro educativo se clausuró y él pasó varios meses de encarcelamiento.
Detención de Ferrer i Guàrdia
Después de este lance, el librepensador se exilió en Francia y Bélgica. Aquí funda la Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia y la revista L'Ecole Rénoveé.
De Bruselas va a París y de París a Barcelona, en 1909. Poco antes de su fatal destino.
Durante el proceso —famoso por las inexactitudes del sumario, la politización del caso y la repercusión europea— la opinión pública se decantó entre dos posturas: considerarle un instigador o un chivo expiatorio.
Ni las cartas al rey ni los editoriales periodísticos pidiendo clemencia sirvieron: se le condenó como responsable civil de las revueltas un 9 de octubre y se le disparó a bocajarro el 13.
Frente a los fosos de esta loma de Barcelona, hoy atracción turística. Hubo un par de intentos por revisar el juicio que no lograron cambiar nada. Durante décadas, el veredicto fue inmutable, a pesar de las críticas. Achacaban al gobierno haber confundido instrucción y razonamiento por agitación social.

Y con aquel disparo y aquel "¡Viva la Escuela Moderna!", Ferrer i Guàrdia cayó en el olvido. Hasta hace pocos años no se levantó en Montjuic una lápida y un monolito en su honor. Aunque en otros lugares como Bruselas ya le rindieron homenaje con un barrio en su honor y una estatua (derribada tras la Primera Guerra Mundial). Solo la fundación que lleva su nombre ha insistido en la importancia de dar a conocer sus ideas.

Monolito en honor a Ferrer i Guàrdia en Barcelona
100 años después
"Creo que hay una deuda con Ferrer i Guàrdia", sostiene Vicenç Molina, vicepresidente de la fundación, originada en 1987 por un grupo de personas pertenecientes a círculos de la izquierda política que reúne a unos 500 socios. "Nos dedicamos, por gusto, a la divulgación. Además, hacemos informes y damos charlas para distintos organismos", explica este miembro destacado, de 64 años.
Profesores de la Escuela Moderna
Para Navarro, la base de la Escuela Moderna era "puramente práctica" y "se estudia con matices". "Tiene el defecto de que usaba un lenguaje arcaico, que parece anacrónico (influenciado por las novelas francesas), y que el discurso era más feroz entonces", agrega. La médula espinal era la lucha contra la "suciedad católica". "No se niega la vida espiritual, pero sin imposición", aclara Navarro, lamentando que todavía se palpen los tentáculos de la Iglesia en las aulas.
"La aconfesionalidad es un retroceso. Lo que no debería haber en los colegios es religión. Son los padres y no los maestros quienes deciden si llevan a catequesis a sus hijos en otro horario", anota quien ve dos clases de asistentes a ese proyecto de corta existencia. "Iban los que estaban entusiasmados y podían permitírselo o algunos miembros de clase obrera, progresistas, que se sacrificaban", comenta el vicepresidente un siglo después de aquella aventura pedagógica.
Navarro cree que ciertas líneas de aquello se han incluido en los planes actuales. "Se nota cómo se trabaja en proyectos, poniendo la realidad como centro de interés, siendo una educación eminentemente práctica. Ha ganado posiciones la visión de que el alumno es el ser activo, el que busca el aprendizaje, y está establecida la educación igualitaria", dice, pensando en los rescoldos que permanecen encendidos.
Falta, por ejemplo, el reagrupamiento por edades o la reducción de asignaturas. Pero lo importante es que el espíritu continúe y que se sepa qué fue o su valor en aquella época. "La Escuela Moderna duró lo que duró", afirma Navarro. "Hay que pensar que era un lugar privado y que necesitaba determinados ingresos para mantener una ratio baja y este estilo propio", analiza, mientras se queja de que con el sistema público sería imposible: "Las competencias son comunitarias y cada año se destina menos presupuesto".
Da la sensación, aduce, de que a nadie le preocupa la formación. De que se tiende al conservadurismo. Y cualquier propuesta novedosa es delegada al margen. Muchos aún piensan como Ferrer i Guàrdia, a quien recitan como voz vigente: "Educar equivale actualmente a domar, adiestrar, domesticar. Para realizar la educación se han inspirado sencillamente en los principios de disciplina y de autoridad que guían a los organizadores sociales de todos los tiempos. Quieren que los niños se habitúen a obedecer, a creer y a pensar según los dogmas sociales que nos rigen".
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Fotos: Archivo de la Fundación Ferrer i Guàrdia
Texto: Alberto García Palomo
Diseño: Mónica Rodríguez Carballo
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