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Pasar el toque de queda en la calle: la realidad de los 1.200 sintecho de Barcelona

© REUTERS / Nacho DoceLos sintecho en Barcelona durante el rebrote del coronavirus
Los sintecho en Barcelona durante el rebrote del coronavirus - Sputnik Mundo
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BARCELONA (Sputnik) — La pandemia del COVID-19 alteró también las vidas de las personas sin hogar, que a las puertas del invierno y con el reciente toque de queda decretado en España tienen menos espacios para resguardarse, peor acceso a las necesidades básicas y mayor inseguridad.

Es la situación que puso de manifiesto este 27 de noviembre la entidad Arrels de Barcelona, una ciudad donde más de 1.200 personas pasan la noche en la calle y otras 1.600 residen en albergues municipales u otro tipo de alojamientos temporales, al no tener un lugar donde vivir.

Durante la pandemia, el Ayuntamiento habilitó más de 500 plazas de emergencia en previsión de una nueva ola de sinhogarismo por la crisis económica derivada de los problemas sanitarios.

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Pero hay muchas personas que no pueden acceder a este tipo de recursos, porque no se adecuan a sus necesidades, porque requieren el apoyo de los servicios sociales o como consecuencia del colapso administrativo generado por el COVID-19.

"En general lo que estamos viendo es que estas personas tienen menos espacio para protegerse y acaban estando muchas horas en la calle", explica en una entrevista con Sputnik el director de Arrels, Ferran Busquets.

A las puertas del invierno y con la orden nocturna de permanecer en casa, más de 750 de voluntarios de Arrels salieron a la calle para conocer la situación de los que viven al raso y preguntarles sobre cómo están viviendo la pandemia.

La fundación lleva más de cuatro años elaborando censos y encuestas periódicas sobre los sintecho de Barcelona, los dos últimos en mayo de 2020, durante el confinamiento, y este noviembre, coincidiendo con la segunda ola del COVID-19.

Aislados en calles vacías

¿Qué necesitan, si tienen atención de los Servicios Sociales o cómo llegaron a la calle? Son algunas de las cuestiones que Arrels trata de averiguar con sus encuestas callejeras, que buscan ayudar a uno de los colectivos más vulnerables de la ciudad.

"Frustración, ansiedad, estrés o impotencia" son algunos de los sentimientos que más expresan las personas que duermen al raso en la situación de emergencia actual, dice Busquets sobre el último sondeo nocturno, celebrado el 26 de noviembre.

Uno de los principales problemas del colectivo sin hogar es que la pandemia afectó a los centros de día que habitualmente los atienden, lugares pensados para que puedan ir a descansar, protegerse del frío o cargar el móvil.

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Muchos de estos espacios tuvieron que limitar su aforo o reducir el horario de apertura para cumplir con las restricciones dictadas por las autoridades para prevenir contagios.

Además, en Barcelona recientemente tuvieron que cerrar bares, restaurantes, bibliotecas y otros establecimientos donde la gente sin hogar acude habitualmente para sus necesidades diarias.

Otra de las problemáticas detectadas por Arrels en el marco de la pandemia es una oleada de nuevas personas que terminaron en la calle por situaciones vinculadas a la crisis sanitaria.

En el transcurso de la encuesta de noviembre, los voluntarios se encontraron con casos de "familias que perdieron su alojamiento, personas que estaban en ERTE —situación temporal de desempleo y no están cobrando las prestaciones, y otros con trabajos precarios que dejaron de tener ingresos", explica el director de la entidad.

Crece la inseguridad

Otra de las consecuencias del COVID-19 en la situación de los sintecho es el aumento de la sensación de inseguridad, sobre todo tras la aplicación del toque de queda que en Barcelona se prolonga entre las 22:00 a las 6:00 de la mañana.

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Busquets cuenta que, con las calles vacías o muy poco transitadas, la vulnerabilidad de las personas sin hogar crece porque sus "posibles agresores pueden actuar sintiéndose más impunes".

Durante el confinamiento por la primera ola del coronavirus, tres personas sin hogar murieron asesinadas en el centro de Barcelona en una serie de crímenes que la Justicia todavía investiga.

Un hombre fue arrestado y permanece en prisión acusado del violento episodio, contra el que Arrels está personada como acusación popular.

También se dieron más de una decena de casos de sintecho a quién la Policía sancionó por estar en la calle, pese a no poderse confinarse por falta de vivienda.

No todos pueden quedarse en casa

Con estos nuevos riesgos a los que se expone un colectivo que ya estaba en situación de emergencia antes del COVID-19, desde la fundación piden a la ciudadanía su comprensión ante una situación que "se trata de un grave problema social, no una amenaza".

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El pasado 21 de noviembre, un agente de la Guardia Urbana de Barcelona disparó dos tiros contra Marjan, un hombre que desde hacía meses vivía en el céntrico Passeig de Sant Joan de Barcelona y que se había ganado el cariño de los comercios y residentes de la zona.

La versión policial apunta a que Marjan, de nacionalidad húngara, trató de atacar con un cuchillo al agente, que tuvo que emplear su arma y como resultado le hirió de gravedad en el abdomen.

Busquets explica que fue una vecina la que avisó a los agentes porque el hombre estaba causando "molestias" en la calle, aunque varios testigos que hablaron con los medios de comunicación y con Arrels corroboraron que Marjan se comportaba de forma habitual.

Desde la entidad descartan que hubiera intención de hacer daño a Marjan, que sigue grave aunque estable en el hospital, pero consideran que la actuación policial fue desmesurada porque era una situación que requería una intervención social.

"No nos cansamos de decir que si una persona duerme en la calle y acumula cosas delante de nuestra casa, no lo está haciendo porque es su opción de vida sino porque no tiene un hogar donde estar, ese es el verdadero problema", concluye el director de la entidad.
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