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Del odio a la muerte: 30 años del crimen de Puerto Hurraco, uno de los más sangrientos de España

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Viejas historias de amor, riñas entre familias y enfrentamientos por los lindes del terreno entre vecinos fueron algunos de los motivos para llevar la venganza hasta extremos sangrientos entre la familia Izquierdo y la Cabanillas. La matanza de Puerto Hurraco, en Badajoz, fue una de las que se saldaron con más víctimas.

La noche del 26 de agosto de 1990, a las 22:30 de la noche, los hermanos Izquierdo entran ocultos por el callejón del huerto entre las sombras disparando a todo el que se mueve. Antonio y Emilio Izquierdo han decidido matar a todo el que se apellide Cabanillas. Quieren acabar con lo que ellos mismos empezaron hacía 30 años. 

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Los hermanos Izquierdo, vestidos de caza con sus escopetas en mano, usaron 200 cartuchos en la matanza, que terminó con la vida de nueve personas y dejó heridas a otras seis. Las primeras víctimas fueron Encarnación y Antonia Cabanillas, menores de edad, dos de las hijas de la familia rival. "¡Estáis locos, que las vais a matar! ¿No veis que son unas niñas?", grita Manuel Cabanillas, de cincuenta y siete años, mientras sale a la carrera del bar. Cinco nuevos disparos le dejan mortalmente herido. Minutos más tarde, los disparos llegaron a la espalda de su hijo Antonio, quedando postrado en una silla de ruedas toda su vida.

Durante una hora, la sangre y el olor a pólvora se apoderó de la calle principal de Puerto Hurraco, una aldea de 200 habitantes. Ni siquiera la Guardia Civil consiguió pararles. Uno de los agentes que presenció el suceso declaró en una entrevista para el diario regional HOY cómo vivió aquellos momentos: "La sangre chorreaba por la calle, había tres o cuatro personas muertas. Recuerdo mucho a un hombre de unos 70 años que estaba sentado y tenía la cabeza de la mujer en la pierna, muerta, y el hombre nada más que sabía decir: '¡Me la han matado, me he quedado solo!'", narra Vicente Salguero.

Antonio y Emilio fueron sorprendidos a la mañana siguiente descansando bajo un árbol y fueron detenidos y condenados a más de 300 años de prisión. Sus hermanas, Ángela y Luciana Izquierdo, supuestas inductoras, fueron absueltas por falta de pruebas. Aún así, entraron en el psiquiátrico de Mérida por orden judicial. A raíz del acontecimiento, el cineasta Carlos Saura se insipiró en la matanza de Puerto Hurraco para llevar al cine su película El séptimo día. En el siguiente vídeo, se representa la escena final donde ocurre el fatal desenlace:

Los antecedentes

Entre los Izquierdo y los Cabanillas desde siempre habían surgido rencillas. El conflicto se remonta a 1967 por una disputa de lindes de terreno. Cabanillas entró en una finca de Manuel Izquierdo y este se sintió traicionado. En los pueblos de la España más castiza, el tema de los lindes tradicionalmente es un tema controvertido que deriva en múltiples altercados entre familias. No obstante, otra de las leyendas cuenta que el conflicto se remonta mucho antes, hacia 1920, por una pelea de adolescentes entre dos miembros de dichas familias. 

Sea como fuere, lo cierto es que en la década de los 60 también hubo otro desencuentro y esta vez debido a una historia de amor no correspondido entre Amadeo Cabanillas y Luciana Izquierdo; ambos se enamoraron, pero finalmente este rechazó casarse con ella, lo que afectó mucho al clan de los Izquierdo, tanto que acabó con la muerte de Amadeo a manos del hermano mayor de los Izquierdo, llamado Jerónimo. 

Lo cierto es que apellidarse Cabanillas era una sentencia de muerte en Puerto Hurraco casi al mismo estilo que en la célebre novela de García Márquez, Crónica de una muerte anunciada, donde todo el pueblo sabe que el protagonista, Santiago Nasar, en algún momento va a ser asesinado. Seis años antes de la fatal tragedia, la casa de Isabel Izquierdo, ma­dre de los hermanos asesinos, se incendia. La ma­dre muere, y las hermanas, que estaban esa noche en la casa, acusaron a Antonio Cabanillas de haber prendido el fuego y al pueblo entero de no haberles ayudado. 

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Años más tarde Jerónimo sale de prisión y regresa a Puerto Hurraco para vengar la muerte de su madre. Así, Jerónimo apuñaló a otro de los hermanos de la familia Cabanillas, Antonio, quien sí sobrevivió al ataque. Tras este nuevo ataque, el mayor de los Izquierdo fue internado en un psiquiátrico, donde murió nueve días después.

El 26 de agosto de 1990 llegó el día de la venganza sangrienta. Angela y Luciana Izquierdo, fueron detenidas días después, pues para los vecinos del pueblo ellas eran las verdaderas artífices del crimen.  Emilio Izquierdo falleció de muerte natural en la cárcel de Badajoz en 2006. Su hermano Antonio, se ahorcó cuatro años más tarde en su celda del módulo de la cárcel donde permanecía recluido. 

A día de hoy, la sombra perseverante de la matanza se cuela sin permiso en las conversaciones de los vecinos de Puerto Hurraco y ya forma parte de la memoria colectiva no solo de la aldea extremeña, sino de todos los españoles.

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