Eran las cinco de la tarde de un frígido día de Navidad cuando una enorme y brillante bola de fuego cayó del cielo en Terrassa, a unos 25 kilómetros al norte de Barcelona. De aquel suceso ya han pasado tres siglos, pero la noticia actual es que los restos del meteorito, los cuales ya se daban por perdidos, se encontraban en realidad en el interior de una colección del Instituto Botánico de Barcelona en Montjüic.
Los dos fragmentos encontrados, de 50 y 34 gramos de peso, estaban metidos en un frasco de vidrio en cuyo interior había una etiqueta incompleta y medio borrada donde se podían leer referencias al meteorito del 1704.
🔝 CRnE #campusdiagonalbesòs liderat pel investigador Jordi Llorca, revelen l'orígen del "Meteorit de Barcelona" del 1704 (el 7è més antic del món) conjuntament amb @museuciencies i l'@iec. @EEBE_UPC @la_UPC https://t.co/cdXMqAg4BJ pic.twitter.com/v8q8Mpmewx
— EEBE (@EEBE_UPC) June 5, 2020
La familia Salvador fue un prestigioso linaje de boticarios catalanes que, desde comienzos del siglo XVII hasta mediados del XIX, reunieron una biblioteca y unas colecciones científicas muy importantes que mantuvieron en un gabinete de curiosidades en la trastienda de su antigua farmacia. Actualmente esa colección se conserva en el interior de uno de los edificios del Instituto Botánico de Barcelona.
Las predicciones en plena Guerra de Secesión
La caída del meteorito fue considerada como un "signo divino" debido al contexto histórico en el que se encontraban en aquella época, en plena Guerra de Secesión española. El meteorito de Barcelona dio lugar a numerosas predicciones y supersticiones. De hecho, fue utilizado con fines de propaganda por ambos bandos.
El meteorito es el séptimo más antiguo que se conserva en todo el mundo y el tercero más antiguo en Europa. Para su análisis se han utilizado técnicas avanzadas de análisis (tomografía de rayos X, microscopía electrónica y microsonda electrónica). Asimismo, los autores han comparado los restos del meteorito de Barcelona con los cuatro que han caído o se han encontrado en Cataluña desde 1851 a 1905. El estudio concluye claramente que ninguno de estos fragmentos puede ser confundidos con el meteorito de 1704.