Víctor Gómez de la Universidad Carlos III de Madrid, becado por La Caixa, descubrió un proceso especulativo en el mercado de las licencias de oficios (alguaciles, escribanos, procuradores, etc.) de Castilla. Entre los siglos XVI y XVII se trataban como bienes de inversión.
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Así, el rey de España puso los cimientos para la formación de la burbuja de los oficios en la que se inflarían los precios. La Corona creó el mercado primario, legalizó el secundario, creando condiciones para el afán especulativo. Luego acontecieron casos de corrupción. Los inversores procedían de familias ricas y, al encontrar valor en el salario que los oficios garantizaban, los compraban para obtener rentabilidad.
Signos de una burbuja:
- Los oficios se podían acumular, es decir, una persona podía tener un oficio en Burgos y otro en Sevilla a la vez.
- Rentabilidad. La propiedad de los oficios no exigía su ejercicio, lo que favorecía que se alquilaran, "alcanzando una rentabilidad cercana al 5%".
- Efecto sustitución. "En el periodo en el que empiezan a aumentar mucho los precios está habiendo problemas en el mercado de deuda pública, que era una inversión típica en los siglos XVI y XVII, y se produce un efecto sustitución, ya que había muy pocas alternativas —la plata, las viviendas o las tierras eran casi las únicas—", escribe Gómez.
- Inevitable explosión. La burbuja estalló entre 1635 y 1645 cuando Castilla entró en crisis por la independencia de Portugal y las revueltas en Cataluña.
La tulipomanía terminó en la misma época, en febrero de 1637.
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