Por el momento, está alejándose de nuestro planeta a las profundidades espaciales a la velocidad récord de 17 kilómetros por segundo.
Pero, ¿qué pasaría si ahora mismo tuviéramos la oportunidad de subir en la sonda? La respuesta puede decepcionar a algunos aficionados: tardaríamos cerca de 70.000 años en llegar al recién descubierto Próxima Centauri b, un exoplaneta que orbita cerca del Sol.
No obstante, no es la única desventaja que nos ofrecería un viaje interestelar a la velocidad de la luz. En el hipotético caso de que lográramos construir naves capaces de desplazarse a tanta velocidad, el trayecto no sería tan fascinante como lo pintamos aquí, en la Tierra.
Conozca los efectos y las consecuencias de un viaje a esas velocidades:
Choques minúsculos provocarían una explosión enorme
En el marco de la ambiciosa iniciativa, pequeñas sondas, propulsadas por velas láser, podrían alcanzar un 20% de la velocidad de la luz. El proyecto ofrece un lapso de tiempo asumible para llegar a Proxima b en un poco más de 20 años.
A pesar de la amplia popularidad que ya ha logrado ganar Starshot, los primeros estudios indican que una nave que viaje al 20% de la velocidad de la luz acabará pulverizada por las partículas de polvo diseminadas por el espacio.
Así, según el físico español Arturo Quirantes, el daño que pueden causar millones de partículas a la increíble velocidad de 60.000 kilómetros por segundo sería fatal y el impacto de un choque espacial puede generar una cantidad de energía similar a la liberada por la explosión de una bomba nuclear.
Radiación ionizante nos mata en segundos
La radiación ionizante freiría inmediatamente a los tripulantes mientras que los fotones de luz, producirían una frecuencia diferente acercándose a la nave, y pondrían en riesgo la integridad de esta, puesto que no estaría equipada con blindajes suficientemente potentes para reflejar las amenazas.
Aunque sobrevivamos, tendremos cuerpos debilitados
La pérdida ósea provocada por la ausencia de estrés en los huesos, la debilidad y atrofia musculares, el mareo y desorientación, la alteración de la visión y del gusto, la anemia y contagios son solo algunos trastornos que enfrentaría un astronauta viajando a la velocidad de la luz.
Apenas conservaríamos nuestra salud mental
Los viajes interestelares podrían facilitar y acercar la aparición de la enfermedad de Alzheimer.
Por otro lado, debido a la mala calidad del sueño, el aislamiento y la soledad prolongados, los miembros de la tripulación podrían sufrir ansiedad, depresión e incluso alucinaciones que afectarían su comportamiento de manera grave hasta provocar que se produjeran enfrentamientos entre los mismos tripulantes, algo que indudablemente conllevaría unas consecuencias peligrosas a toda la misión.
Efectivamente viajaremos en el futuro
Así, debido al fenómeno de la dilatación del tiempo, este transcurriría de forma muy distinta en la nave que en la Tierra, lo que produciría desfases temporales —para los viajeros pasará mucho menos tiempo que para sus amigos abandonados en la Tierra—.
¿No le parece que el Universo nos pone obstáculos para evitar que los humanos exploremos más rápido sus profundidades más lejanas?