A partir de ese momento, no pasa un día en que no escuche, cante, recuerde, recomiende, toque en la guitarra una canción suya. Cecilia Todd, la maga, obró el milagro.
La historia de cómo se organizó el encuentro podría dar para una larga crónica, pero me conformo por ahora con comentarles que tuve el privilegio de asistir al concierto de su esposa, la flautista Niurka González, y de allí, a que me guiara por las calles de La Habana Vieja, la catedral sumergida en su baño de tejas. De que me dijese, señalando el letrero de Floridita, "tú que eres escritor, aquí es donde Hemingway gustaba tomar su trago de ron".
Vi sus ojos humedecerse al relatar la historia de un guerrillero nicaragüense, cuyo último aliento fue para evocar una de sus canciones. Luego, como si aquello no hubiese sido suficiente, me llevó a través de la noche habanera y vimos el malecón. Hablamos sobre el significado de Casiopea y le expuse la teoría que tenía.
"Me gusta cuando la gente interpreta como quiere mis canciones. No busco explicarlas. Ellas son lo que la gente quiere que sean", dijo.
Cecilia bromeaba con él y decía que Silvio era el unicornio. Él reía también y daba detalles de cómo se le ocurrió la canción.
Dejamos a Cecilia en su casa y luego seguimos hacia Marianao. Quería absorber todo lo posible, que la mente siempre tan traicionera tatuara en mi alma ese momento. Cuando me dejó frente a la puerta de la residencia, me dio la mano y me dijo "te voy a leer". Yo solo pude mirarlo, darle las gracias y repetirle "eres la banda sonora de mi vida".
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De aquel encuentro, surgió un compromiso. Otorgar una entrevista para la agencia rusa de noticias Sputnik.
La pandemia de la COVID-19 brindó un marco de oportunidad propicio para explorar los tiempos que transita la humanidad y los retos colectivos que enfrentamos.
— Silvio, el capitalismo ha quedado desnudo ante esta pandemia. Se ha visto impotente para dar respuesta a millones de mujeres y hombres alrededor del mundo. Ahora son Cuba, China, Rusia quienes salen de sus fronteras para dar una mano a la humanidad. ¿Estamos en presencia de un cambio de época o de un reacomodo? ¿Crees que como en tu canción, la era está pariendo un corazón?
— Al menos yo, me siento en presencia de una gran incógnita.
El corazón que paría la era a la que canté hace más de medio siglo era el descubierto por hombres que, después de ganar una guerra revolucionaria, renunciaron a sus cargos y comodidades para, con una humildad desconcertante, volver a situarse en primera fila, otorgándole a la lucha armada virtudes que la realidad después mostró como circunstanciales.
— Se dice que los poetas, los músicos, escritores y artistas tienen la capacidad de adelantarse a los acontecimientos, por esa intuición que poseen. Muchas veces el tiempo termina dándoles la razón. ¿Cómo imagina el mundo postpandemia? ¿Qué debemos aprender de este momento que vivimos? ¿Podremos ser 'un tilín mejores'?
— Es obvio que la pandemia ha hecho aflorar deficiencias, a nivel humano, del sistema llamado liberal, cuya divisa es privatizarlo todo. Es obvio que en muchos aspectos le está yendo mejor a países con Estados fuertes. Pero no creo que esa reflexión vaya a cambiar las mentalidades y mucho menos los intereses creados que suelen mover al mundo. No es que niegue que vayan a quedar cosas positivas. Una fuerte corriente de pensamiento progresista se está manifestando en temas como la desigualdad, y el maltrato al planeta, lo que sin duda es positivo y espero que al final tenga su peso. Aunque sería bien raro que una pandemia lograra transformar el mundo. ¿Dónde quedarían tantos pensadores, tantas doctrinas, tantos ejemplos?
✒️ 𝗙𝗜𝗥𝗠𝗔𝗦: Por Luis Rivas
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) April 10, 2020
Desglobalizar y relocalizar se convierten en objetivos de políticos que hasta ahora han aplicado reformas en sentido contrario 👇 https://t.co/Igh1Egr59D
Yo creo que lo peor del mundo, resulte lo que resulte, va a tratar de seguir siendo como era. Falta por ver la conciencia, la fuerza que van a generar las muy evidentes deficiencias de los sistemas.
— La guerra simbólica que Estados Unidos ha desatado durante el último siglo llevó a la gente a pensar que su sociedad y valores eran el modelo a seguir. Pero, a pesar de las pruebas, de las dolorosas imágenes que vemos por televisión y que reflejan a personas que no pueden pagar el tratamiento contra la COVID-19, parece difícil hacer despertar a la gente de este sueño donde Hollywood luce como gran altar intocable de las fantasías humanas. ¿Cómo podemos hacer frente a esta batalla por el imaginario colectivo? ¿Qué herramientas debemos utilizar los modelos distintos para no quedarnos rezagados en este nuevo siglo? ¿En qué hemos fallado, de ser este el caso?
— Nada y mucho menos nadie es lo suficientemente poderoso para enfrentar tantos retos solo. Diversos grupos y personas deberán seguir trabajando. Los complejos de superioridad y desmanes de algunos países son parte de una naturaleza, de una cultura. Nada de eso se va a abolir por decreto, porque no sólo creen en ello quienes mandan, también están convencidos muchos de los que son mandados.
— ¿Cómo está sobrellevando Silvio Rodríguez esta Cuarentena? ¿Está leyendo algo? ¿Componiendo, quizá? ¿Tiene alguna recomendación literaria o musical a quienes nos leen? ¿Una película tal vez?
— Estoy como me gusta estar: en familia. Por supuesto que con muchas tareas pendientes. Estoy llevando al pentagrama alguna música. Eso es grato y es trabajo. Por supuesto que estoy leyendo cosas. Ahora mismo, "Algo más en el equipaje", unos cuentos de [Ray] Bradbury. Volví a ver una película profética de Steven Soderbergh: "Contagio". Es de 2013 y describe paso a paso lo que nos ha sucedido en los últimos meses. También riego las matas, trato de caminar lo más posible. Lo que más me angustia es que no seamos capaces de aprender. Una pieza triste con forma de rondó.
— Tal como se lo dije en la Habana, "eres la banda sonora de mi vida". Si ves los miles de comentarios que le escriben a tus videos en la red social Youtube, puedes darte cuenta de que podría ser esa una frase adecuada para millones de personas alrededor del mundo. Hay un comentario que leí en Youtube que quería transmitirte: "Me enamoré con los temas de Silvio, en los 80. En Valparaíso y Santiago de Chile eran casetes de oro. Estaban prohibidos por la dictadura, pero igual los escuchábamos, los regrabábamos. Silvio nos acompañaba en nuestras limitaciones juveniles bajo un régimen fascista. ¡Cuántas vivencias hermosas, asociadas a vuestra compañía!". ¿Qué sientes cuando alguien se te acerca y te dice que su música le ha cambiado la vida? ¿Cuál es la historia que más te ha marcado en este sentido?
— Lo primero que hay que comprender es que cuando alguien lleva más de medio siglo en un oficio, es difícil no tener algo que contar… En eso, la música es una privilegiada, por los acercamientos que propicia. No me ha sido posible guardar todo lo que recibo, pero tengo cartas, fotos, dibujos, libros y un largo etcétera afectivo que la generosidad humana me ha ido obsequiando a lo largo de la vida.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) April 15, 2020
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La canción es una de las artes que más vínculos logra, por ser capaz de acompañar en cualquier circunstancia: un viaje, una enfermedad, un amor, una pérdida, un miedo, una felicidad… Las canciones tienen esa virtud, y además pueden ser reproducidas, si no en la voz, sí en la memoria de cualquiera. Ese don vincula a los autores con historias personales y colectivas de diversas magnitudes. Es milagroso ser parte de la vida de tanta gente, es un obsequio lleno de significados.
— Eres un latinoamericano de alcance mundial. En tu recorrido has conocido a otros personajes con alcance
semejante. Le preguntaré por dos: Hugo Chávez y Fidel Castro. ¿Qué recuerdas de ellos?
— Desde los 90 he sido cada vez más reacio a salir. Conocí a Chávez porque Fidel me convenció de ir a Venezuela a hacer un concierto. Recuerdo que se lo dije a Amaury Pérez y a Carlos Varela, que se sumaron con entusiasmo. Chávez tuvo la gentileza de recibirnos, e incluso se sentó a comer con nosotros. Tuvo el detalle de invitar a unos músicos que cantaron con arpa, cuatro y maracas, recordándome una antigua mañana en que estuve en San Fernando de Apure, en casa del Indio Figueredo. Aquella noche en Miraflores nos sirvieron hallacas, que yo no había comido, y me gustaron tanto que me serví de nuevo. Llegué vivo al día siguiente de milagro. Deshecho en menudos pedazos participé de aquel concierto. Fue un infortunio.
Chávez, además de su corazón generoso, tenía un gran talento histriónico. Era un hombre muy carismático. Lo de aquella tarde fue uno de los eventos más insólitos que me ha tocado vivir sobre un escenario; rotundamente inolvidable.
— Su producción creativa, poética y musical, está marcada por los momentos históricos. Pueden verse retazos en ellos que nos hablan de los acontecimientos vividos en Latinoamérica y el mundo. Las denuncias imperialistas en países como Nicaragua, Chile y la propia Cuba. Pienso en su canción 'Cita con Ángeles' que parece ser un compendio de sus angustias, pero también de admiración por personajes que lucharon por el bienestar de la humanidad. ¿Cuál sería la canción de estos tiempos?
— Eso mismo me gustaría saber a mí.
— Se suele marcar el martes 13 de junio de 1967 como su 'debut musical', en el programa de televisión Música y estrellas. Cincuenta años después a usted se le sigue escuchando, recomendando, así como se hace con Los Beatles. Personas de 70 y 80 años lo escuchan con la misma pasión que estudiantes universitarios de 20 años. ¿A qué cree que se deba este fenómeno?
— Efectivamente, yo debuté un martes 13 (ni te cases ni te embarques, dicen en Cuba sobre ese día). Yo iba a ser dibujante. A los 15 años empecé a trabajar en el semanario Mella, inicialmente órgano de la Juventud Socialista, y hasta los 20 estuve dibujando en las revistas Venceremos y Verde Olivo, publicaciones militares. Pero me encontré con la guitarra y me enamoré. Lo cierto es que el instrumento me entretenía más que la gráfica. Era un mundo que me tentaba desde niño; de pronto se me abrió la oportunidad y me perdí en él.
— ¿Hacia dónde va Silvio Rodríguez? ¿Hay algún país al que desee volver? ¿Algún proyecto del que pueda darnos un atisbo?
— Tengo la tentación de responderte que no me queda más remedio que ir hacia la cuarta edad… Si no te parece demasiado humor negro (aunque a mí me gusta el humor, sea del color que sea)… Sinceramente, es formidable viajar, ver el mundo; se adquiere un tamaño de bola, se aprende mucho. Aún me gustaría ver Grecia, Egipto, Japón, al menos un pedacito de India; me gustaría ver Madagascar y pasar por el Cabo de Buena Esperanza. Me gustaría ver Perito Moreno. Me gustaría —mucho— ver Machu Picchu, el Gran Cañón, las cataratas del Niágara (aunque estuve en Iguazú). Pero me temo que no me va a alcanzar el tiempo para ver todo lo que me gustaría. Y no es que sea conformista, pero me parece que soy un afortunado que ha podido ver mucho. Así que mi más preciado proyecto ahora mismo es poder seguir trabajando en el estudio cuanto antes, para terminar algunos discos que tengo empezados. Entre ellos, uno con el grupo Diákara, de hace casi 30 años. Y otros muchos temas que he estado grabando después y que tengo que terminar de mejorar y/o editar. Sin contar los que se me ocurren constantemente.
Datos curiosos sobre las tres maravillas del mundo ubicadas en América Latina https://t.co/7HnmNgYiTq pic.twitter.com/J8YW5TLZtb
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) July 7, 2019
Ahora mismo, en la pandemia, pienso sacar un disco virtual de canciones a guitarra: diez u once temas que, en conjunto, se va a llamar Para la espera. Habrá una canción dedicada a mi amigo Eduardo Aute: Noche sin fin y mar.
— ¿Hay algo de lo que se arrepienta? ¿Algo que haría distinto de poder volver el tiempo atrás?
— Es curiosa esa pregunta, porque me hace recordar que cuando joven analizaba mis etapas anteriores con mucha severidad, dando por sentado que no iba a volver a incurrir en tal o más cual defecto… Es bueno ser autocrítico, y hacer retrospectivas ayuda mucho, aunque también debiéramos ser capaces de anticiparnos, de asumir valores sólidos como espina dorsal de una conducta deseable.
Jamás me arrepentiré de haber tenido sentimientos de piedad, de comprender que cada ser humano puede sufrir las mismas angustias y tragedias. En consecuencia, no me es posible renunciar a la defensa de mi conglomerado humano, o sea, mi país.
Ellos saben que si un gobierno se mantiene es porque un pueblo lo permite —es imposible de otra forma—, por eso llevan 60 años haciéndonos la vida imposible, para que sepamos el precio. Es un tópico del humanismo universal estar contra la tortura. Pues todo un pueblo, el cubano, lleva más de seis décadas siendo torturado por un vecino poderoso y abusador. Aclaro que aunque tenga opiniones, aunque puntualmente esté a favor de unas cosas y rechace otras, nunca he tenido la más mínima tentación de dedicarme a la política. Y que no soy nada complaciente con nuestra realidad.
— ¿Cuál es su mensaje para el mundo, para quienes resisten a esta pandemia, y también a las amenazas de un sistema que no permite que los pueblos decidan su propio destino?
— Mi mensaje es como el montuno de los sones: reiterativo. Tratemos al prójimo como queremos ser tratados. Si no respetas, no rezongues cuando no te respeten. Como dicen por allá, por Mayarí: que lo que me deseas tengas.
Decirlo así es mi forma de mirar al futuro con optimismo.