"Lo que vivimos no tiene precedente. El bloqueo israelí contra Gaza, que es un castigo colectivo, ilegal e inhumano, debe terminar ya porque es un crimen contra la humanidad. En Gaza ya no hablamos de independencia sino de derecho a vivir, a tener agua y electricidad, a movernos con un poco de libertad", afirma a Sputnik Sourani, actualmente director del Centro Palestino para los Derechos Humanos.
"Tenemos una clase obrera capacitada, tenemos dinero en los bancos y empresarios suficientes, nuestros jóvenes son profesionales formados y brillantes y la tasa de analfabetismo es igual a cero pero Israel decidió hace 11 años enviarnos al medievo y eso ha hecho", lamenta Sourani.
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Desde que el movimiento islamista Hamás se hizo con el poder en Gaza en 2007, tras ganar las elecciones legislativas y prácticamente expulsar a los dirigentes del Fatah, el partido del presidente Mahmud Abás, Israel, que lo considera un grupo terrorista, impuso un severo bloqueo que mantiene encerrados en la Franja a la mayoría de sus habitantes.
"No podemos tratar nuestra agua, no tenemos electricidad, los israelíes controlan aire, tierra y mar, deciden lo que comemos y cómo nos vestimos. Tenemos gas en el mar pero no nos dejan extraerlo. No podemos reconstruir lo que la guerra (de 2014 contra Israel) destruyó y no porque seamos vagos sino porque estamos sometidos a una ocupación criminal. Se está cometiendo un crimen de guerra diario en Gaza", denuncia este abogado.
"Los habitantes de Gaza no conocen a los palestinos de Ramala y tampoco a los israelíes. Dos generaciones enteras de palestinos de Gaza no saben nada sobre los israelíes. Sólo han visto sus aviones F16, sus tanques y sus misiles. Y no se puede crear paz entre los pueblos con muerte y destrucción. Ante este panorama yo creo que nuestro proyecto nacional y nuestras aspiraciones están por ahora derrotados aunque nuestra casusa y nuestros sueños no lo estén", afirma.
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Sourani nació en Gaza, su familia pertenece a la franja desde hace varias generaciones. En los años 80 creó el Centro gazatí para los Derechos Humanos, el primer organismo humanitario de la franja. En 1995, fundó el Centro palestino para los derechos humanos. Es una personalidad bien conocida entre israelíes y palestinos por su compromiso sin fisuras y los informes bien documentados que realiza su institución.
"Mi familia ha estado aquí durante siglos pero yo solo soy un residente de Gaza. No tengo nacionalidad ni pasaporte, sólo un documento de viaje que Israel me concede si así lo desea", explica.
Después de este largo camino recorrido no oculta su pesimismo y su cansancio. Lleva más de un año sin poder salir de Gaza ni atender obligaciones internacionales en el seno de organizaciones como la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) o el Consorcio internacional para ayuda legal (ILAIC, según sus siglas en inglés).
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"Mi trabajo y mi compromiso no valen nada. Para los israelíes soy solamente un terrorista potencial. Hace años iba dos o tres veces por semana a Cisjordania. Podía desayunar en el Tel Aviv, tener una reunión en Ramala y volver a Gaza entrada la noche. Eso terminó hace mucho tiempo", concluye.