La votación, "un ejercicio democrático global" según la fundación suiza New7Wonders, encargada de la iniciativa, dio a La Habana cientos de millones de votos digitales de todo el mundo. Además de la cubana, otras seis ciudades comparten esta distinción: La Paz (Bolivia), Beirut (Líbano), Doha (Qatar), Durban (Sudáfrica), Kuala Lumpur (Malasia) y Vigan (Filipinas).
Según datos del ministerio de turismo, la ciudad cuenta con 11 mil 309 habitaciones en instalaciones estatales, cifra superior si se incluyen los alojamientos privados. Para el 2030, está previsto duplicar su actual capacidad habitacional.
Esto por sí solo no será suficiente si no se resuelven además las muchas dificultades de inestabilidad de suministros, mala administración y peor servicio que con frecuencia sufren los visitantes, y que hace bajar los índices de repetición.
Por su parte, las autoridades cubanas, que han definido a La Habana como "un conjunto insuperable de patrimonio urbano, historia y pasión de la gente", tienen ante sí además, el desafío de preservar ese encanto, a la vez que aumenten los visitantes. Y más allá, hacerla habitable también para los suyos.
Encandilan sus coches de más de 60 años, rodando como en ningún lugar del mundo, pero que dejan de ser tan atractivos cuando debemos sufrirlos y reinventarlos a diario, ante la falta de otras alternativas.
En más de cincuenta años, La Habana apenas ha crecido, al menos no de la manera que quisiéramos. Se pueden contar con los dedos de las manos las nuevas edificaciones con determinado atractivo construidas en ese tiempo.
Consecuentemente, el déficit habitacional ha ido creciendo en espiral, a la par de los barrios marginales construidos cómo y con lo que se puede, y es un problema para el que ni los especialistas tienen clara la solución.
Los títulos honorarios son estímulo y reto, que están muy bien para la vitrina turística. Pero la verdadera maravilla tiene que ser desde y para los habaneros.