La segunda parte de la Guerra Fría

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No habrá paz completa entre Rusia y Occidente: la guerra de la información entre ellos será duradera, asegura el miembro del Club Zinóviev, Oleg Yúriev.

Difícilmente los que planearon, organizaron y realizaron el Maidán pensaban que desembocaría en una guerra civil, miles de refugiados y una deriva al borde de un conflicto militar ruso-ucraniano. Pero cuando las cosas tomaron este rumbo ni las autoridades de Kiev ni sus patrones occidentales se detuvieron. Así que ya no hacen falta más pruebas de que la situación actual se debe a una nueva estrategia de Occidente con respecto a Rusia, una estrategia que pretende obligar a nuestro país a pasar a la órbita política de EEUU y sus socios para culminar el proyecto de un mundo unipolar.

Causas de la nueva confrontación entre Rusia y Occidente

No se trata únicamente de la hegemonía de Estados Unidos en el escenario internacional. Todos sentimos y vemos que el orden mundial que se estableció después de la Segunda Guerra Mundial, dejó de garantizar la estabilidad, la seguridad y la previsibilidad del proceso histórico. La desintegración de la Unión Soviética y la crisis global de 2008 hicieron que se intensificara esta sensación de caos en el desarrollo de la humanidad. El proyecto del mundo unipolar propuesto e impuesto sobre todo por EEUU está destinado a terminar con el desorden recuperando el control sobre la situación desde una posición dominante e Estados Unidos y sus socios en todos los ámbitos de la vida humana.

La posibilidad de que esto suceda una vez caída la URSS por primera vez fue puesta de manifiesto por el destacado pensador ruso Alexandr Zinóviev. Consiguió demostrar que esta opción no es la única ni es inevitable, que es posible promover un proyecto global alternativo. Es Rusia el país que hoy se presenta como la única fuerza, consciente de su misión, que tiene los recursos suficientes para frustrar intentos de construir un mundo unipolar. Es por eso que la crisis en Ucrania sirvió como catalizador para la confrontación de Rusia y Occidente que ya se veía venir desde hace tiempo. Creo que su primera manifestación pública fue el discurso del presidente ruso Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero de 2007.

Ahora este proceso se está desarrollando como un enfrentamiento político y una guerra informativa. Lo más probable es que, tarde o temprano, la intensidad del conflicto disminuya y se consiga establecer un diálogo con EEUU y Occidente en torno a lo sucedido en Ucrania. Sin embargo, estoy convencido de que no habrá una paz perfecta entre Rusia y Occidente: divergimos demasiado en la visión del presente y la planificación del futuro, en la elección de objetivos y valores básicos.

Resultados intermedios de la guerra informativa

Hoy podemos observar los resultados intermedios de los primeros seis meses de la guerra de información en torno a Ucrania. Hemos logrado el apoyo por parte de la sociedad rusa de la política del presidente y el Estado. Lo confirman los elocuentes datos de los sondeos: la sociedad rusa no se mostraba tan unida, por ejemplo, durante la primera guerra chechena.

Al mismo tiempo estamos perdiendo esta guerra fuera del país, a nivel mundial. El problema no es que no consigamos dar a conocer nuestro punto de vista a la comunidad internacional. Eso sí que lo hacemos sin problemas. Pero estamos muy lejos de alcanzar una victoria estratégica en la confrontación propagandística, que consistiría en ganar simpatías entre los ucranianos y los occidentales. La principal razón de ello radica, según mi opinión, en que no hemos conseguido, usando la ‘fuerza blanda', formar en el extranjero una imagen atractiva de la Rusia moderna.

En los dos últimos decenios no hemos progresado en el desarrollo de las nuevas tecnologías, ni en la modernización económica, ni en la mejora de la calidad de vida para acercar nuestros indicadores a los de los países líderes. La fuente de nuestro orgullo sigue siendo la victoria en la Gran Guerra Patria, el primer hombre en el espacio y los Premios Nobel, u otros premios científicos que se otorgan de vez en cuando a investigadores rusos, quienes —salvo muy pocas excepciones- viven y trabajan fuera de nuestro país.

Una característica nueva y amenazante de la guerra de la información es su tendencia a cultivar la rusofobia. Ni siquiera en los peores años de la Guerra Fría la propaganda se rebajaba a la xenofobia y la formación de la ‘imagen del enemigo' a partir de su pertinencia racial o étnica. Ahora esto es lo que sucede en Ucrania con la bendición de Occidente. Las modernas tecnologías de información, los últimos resultados de estudios psicológicos, sociológicos, neurolingüísticos y la manipulación de fobias, prejuicios, instintos y emociones permiten hacer un lavado de cerebro a todo un pueblo.

Los métodos de la propaganda tradicional, que apela a la razón y el sentido común, resultan inútiles ante la rusofobia, cuyas raíces están en el subconsciente. Claramente, no estamos preparados para esta situación.

¿Tiene Rusia un mensaje para el mundo?

Tampoco hemos progresado en articular un nuevo mensaje para el mundo. Estamos viviendo la etapa de mayor decadencia moral de toda la historia de Rusia desde el siglo XVII. Hace relativamente poco teníamos a León Tolstoi, Fiódor Dostoyevski y otros grandes pensadores. Les siguió una importante serie de destacados pensadores religiosos. Tras la revolución Bolchevique de 1917 nuestro país se convirtió en portador de una idea alternativa, la comunista, sobre el orden mundial que tuvo una gran resonancia en el mundo. Actualmente no somos capaces de pronunciarnos de manera coherente, no tenemos nada que decir a la humanidad.

El mandatario ruso, Vladimir Putin, llamó a intensificar la búsqueda de una idea nacional. Pero es difícil que aparezca en un futuro próximo: este tipo de ideas no se inventan, sino que nacen de la misma vida del país. En la vida de Rusia ahora mismo no está sucediendo nada que pueda significar para la mayoría de los rusos un paso adelante, un cambio de rumbo, una nueva etapa de desarrollo.

No obstante, tenemos lo más importante: un conocimiento intuitivo de lo que es el sentido de la vida. Es una característica inmanente de los rusos: aspirar a una plenitud orgánica del ser humano que no se reduce al bienestar material y el confort cotidiano. Esta aspiración la ha perdido Occidente. Al decir esto no quiero ofenderlos ni humillarlos. Simplemente optaron por otro camino, distinto del de Rusia. No se trata de volver a las ideas y la práctica del socialismo de la época de la Unión Soviética. Aquellos tiempos se fueron para siempre, pero no aquellos ideales que siempre han estado muy vivos en Rusia y en su pueblo.

A alguien la fidelidad a estos valores le parecerá un atraso. Pero para la mayoría de los ciudadanos rusos es algo sin lo cual la vida pierde sentido. Y mientras sea así Rusia y Occidente representan dos polos del mundo. Rudyard Kipling dijo en cierta ocasión: "Oriente es Oriente y Occidente es Occidente, y nunca se encontrarán los dos". Aunque luego escribía que podría suceder en determinadas circunstancias.

En el caso de Rusia y Occidente creo que podría pasar sólo si Occidente está dispuesto a dialogar, comprender y cooperar. Ahora no lo está. Entonces, la guerra de información entre Rusia y Occidente será duradera. Dejará de ser tan dura e intensa como ahora. Nuestras relaciones oscilarán entre la Guerra Fría y el ‘deshielo', algo que a veces dará lugar a una limitada cooperación. Pero, no nos hagamos ilusiones, no dejará de ser una guerra. Y es mejor una guerra de ideas, ‘fría', que una guerra de ejércitos, la ‘caliente'.

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