Tal vez como en ningún otro lugar de este planeta, donde Hollywood suele marcar la pauta e internet y el blue ray nos alejan de la gran pantalla, aquí sigue existiendo un público cinéfilo, que reconoce y aplaude una buena película, más allá de su valor comercial. Un público capaz de dejar unos días de vacaciones para disfrutarlas a inicios de diciembre, o de hacer las colas más largas de su vida ¡en un país de colas! y que corre de un lado a otro queriendo adivinar los mejores títulos. El tiempo no alcanza y nadie quiere perderse la fiesta.
Los visitantes extranjeros se asombran con esas salas gigantes, (difíciles de encontrar ya en otras urbes del mundo) abarrotadas ante la magia de un Festival que a sus 36 años sigue atrapando a muchos, a pesar de que los tiempos han cambiado y algunos echan en falta el “glamour” de ediciones anteriores.
A pesar de nostalgias críticas o de algún que otro fallo organizativo, lo cierto es que el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano evidenció una vez más la salud del cine en la región y la validez de un evento que no solo nos hace mirarnos por dentro a través de la pantalla, sino que nos acerca a una completa muestra de lo mejor del séptimo arte en el mundo.
Más de un centenar de obras de distintos formatos y géneros, compitieron y se exhibieron en 23 espacios, entre cines, salas de video y otros lugares alternativos. Mayoría fueron las cintas Brasil, México, Argentina y Cuba.
De otras latitudes llegaron filmes alemanes, franceses, españoles, italianos, norteamericanos y canadienses, entre otros, así como una muestra de animación japonesa.
El reencuentro añorado por muchos con el buen cine ruso, llegó esta vez en forma de tres cintas estrenadas en el 2014. El documental “El sigilo de tres océanos” de Serguéi Brilióv; “Ángeles de la Revolución” de Alexei Fedórchenko y la recientemente premiada en el Festival de Venecia “Las noches blancas del cartero” de Andrei Konchalovski, arrancaron los aplausos de los espectadores en cada una de sus presentaciones especiales. Nada raro en un público conocedor y amante durante décadas de esta filmografía.
De hecho, se supo que el festival pretendía otorgar un Coral de Honor a Konchalovski por su trayectoria, pero no fue posible pues el director está pendiente de someterse a una intervención quirúrgica.
Tras una reñida competencia, los principales lauros quedaron en casa esta vez. La película “Conducta”, de Ernesto Daranas, ganó el Premio Coral a mejor largometraje de ficción, y su joven protagonista, el niño Armando Valdés, se alzó con el Coral a Mejor Actuación Masculina, por encima incluso de grandes como Jorge Perugorría o Darío Grandinetti.
La también cubana Marilyn Solaya, obtuvo el Premio del Público por Vestido de novia, así como una mención en el concurso de Ópera Prima, donde se alzó triunfadora la mexicana “Gueros”, de Alonso Ruizpalacios.
Otras galardonadas fueron las argentinas “Refugiado”, “El Cerrajero” y “Relatos Salvajes”; la colombiana “Tierra en la Lengua” y la brasileña “Praia do futuro&rdquo.
Dentro de un año volverá La Habana a ser capital de un cine que sigue logrando el milagro de mostrar una mirada propia ante la globalización de las pantallas. Mientras tanto, ruedan los créditos finales y se encienden las luces.
Natasha Vázquez, periodista y realizadora audiovisual cubana. Graduada del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú (MGIMO). Ha trabajado para medios de prensa de Cuba, España y otros países. Autora de varios documentales, todos multipremiados. Su trabajo ha recibido decenas de reconocimientos, entre ellos, el Premio Internacional de Periodismo “Rey de España”.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
