Las múltiples facetas de la revolución china

© Sputnik / Ilya Pitalev Las múltiples facetas de la revolución china
Las múltiples facetas de la revolución china - Sputnik Mundo
Síguenos en
Siempre se creía que la Gran Revolución Cultural Proletaria comenzó en China hace 45 años, el 16 de mayo de 1966.

Siempre se creía que la Gran Revolución Cultural Proletaria comenzó en China hace 45 años, el 16 de mayo de 1966.

En este punto hubo diferencia de opiniones, como la del principal revolucionario, Mao Zedong, quien consideraba que todo se inició durante el otoño de 1965. 

Si el principio es dudoso, todavía más incierto es su final. Todos los documentos oficiales chinos la sitúan diez años más tarde, coincidiendo con la defunción del Gran Timonel, en 1976.

En la práctica todo parece indicar que la llama de la revolución se apagó en China más o menos en 1970. Entonces, los militares se vieron obligados a tomar bajo su control la situación en un país sumido en el caos total, comarca por comarca, apartando, fusilando a todo el que se interpusiera en su camino.

El siglo XX fue un siglo de revoluciones, pero aún más fue el siglo de una globalización sin parangón en la historia de la humanidad. Las noticias de lo que sucedía en China en los años sesenta llegaban al resto del mundo en cuentagotas; en muchas ocasiones con fuerte carga ideológica ajena a este país y que sirvieron de inspiración para más de una revolución más allá de la Gran Muralla. Aunque sobre lo ocurrido en el Imperio Celeste durante los años sesenta ya se escribieron millones de páginas, las actuales turbulencias en el mundo árabe y los disturbios y protestas en Kirguizistán obligan a volver a estudiarlas detenidamente. Son un legado valioso para evitar volver a repetir errores.
 
Los Soldados de la Guardia Roja

Del 4 al 26 de mayo de 1966, en Pekín se celebró la sesión ampliada del Politburó del Comité Central del Partido Comunista Chino. En esta sesión se aprobaron los documentos sobre el comienzo de la Revolución Cultural del 16 de mayo, aparte de muchos cambios en la composición del parlamento. En este contexto resulta muy fácil asociar la revolución y la lucha intestina en las altas esferas del poder. De la misma forma que se puede relacionar la II Guerra Mundial con su consecuencia más importante: el cambio en el liderazgo mundial del Reino Unido por los Estados Unidos. En el caso chino la situación se resume al decir que en 1966, el Jefe del Estado era Lu Shao-Tsi y que con la revolución cultural Mao llegó al poder y se transformó en algo parecido a un dios viviente.

Sin embargo, las revoluciones no solamente se reducen a los cambios en las cúpulas de poder. Para los chinos y el resto del mundo lo verdaderamente importante de la revolución china no fue la figura de Mao, sino el hecho de que las generaciones jóvenes mostraran su inconformismo y protesta. La realidad es que la revolución se hizo con las manos de millones de adolescentes, sobre todo de escolares y estudiantes universitarios de los primeros cursos. Ellos se hacían llamar Soldados de la Guardia Roja. También estaban los Revoltosos, trabajadores jóvenes. Al principio se llevaban bien, pero al final terminaron por enfadarse.  

A pesar de las directivas del equipo de Mao, de su efecto balsámico y regulador, el espectáculo de ver a niños rebelándose contra sus padres y profesores fue horrible, antinatural. El problema es que no todo y no en todas partes pudo ser controlado. En estos casos el poder suele acabar a merced de las ciegas olas revolucionarias que han creado.

El Partido Comunista Chino hizo de la juventud el estandarte de su política oficial. No había ninguna duda en las intenciones de los millones de adolescentes al atacar a sus profesores, a los científicos, a la intelectualidad del país. Les irritaba la superioridad evidente de sus conocimientos. A aquéllos les siguieron los directores de empresa, esos ejecutivos que habían elegido el “camino del capitalismo”. Finalmente, se había plasmado una verdadera revolución cultural proletaria, una revolución de pobres, de analfabetos. Una revuelta de la juventud inculta e inexperta contra la madurez sabia e intelectual. 

Se destruían y arrasaban las universidades. Los licenciados de las mismas fueron declarados enemigos del pueblo y deportados a las aldeas más lejanas. Se cometían asesinatos, pero no fueron un objetivo en sí. Sin embargo, según datos extraoficiales, la cifra de muertos superó un millón setecientas mil personas. Se llevaron a cabo alrededor de 135 mil ejecuciones oficiales y hubo más de 237 mil muertos en los conflictos entre los grupos armados.

Por otra parte, el país sufrió hambre, enfermedades y un colapso absoluto de su economía. Eventualidades que sumaron cientos de miles de personas a la cifra final de víctimas de la revolución.
Todo había comenzado con una simple revuelta, un intento de establecer la igualdad en la sociedad china, al destruir las supuestas prebendas de la elite científica y educativa.

El Occidente revolucionario y la contrarrevolución de la URSS

Al analizar las revueltas que hoy azotan a los países árabes, conviene reflexionar sobre las valoraciones de los sucesos en la China de los sesenta, a pesar de las lógicas diferencias temporales, de sus sistemas políticos y religiosos. La Revolución Cultural tuvo múltiples facetas. Todo estuvo en función del prisma, cultural e ideológico, del observador.

Lo más paradójico es que la URSS revolucionaria y comunista entró presa del pánico con lo acontecido en China. Y no sólo fue la clase intelectual quién se preocupó, sino la sociedad soviética en su totalidad. El tener miríadas de locos descontrolados al otro lado de la frontera de por sí ya era un factor intranquilizador, pero la total destrucción de la cultura que se propugnaba en China mantenía en vilo a una sociedad que experimentaba un florecimiento del saber. Cada generación estaba más preparada y era más culta que la anterior. Todo eso estaba en peligro.
La educación había pasado a ser el más alto de los privilegios, un premio por los méritos. Las ideas de Confucio reinaban en la sociedad y en la política: sólo una persona culta (o sea, de elevados principios morales) es capaz de dirigir un gobierno, un ministerio o una simple oficina. Era un camino hacia delante y hacia arriba, lejos del hoyo estalinista. Un entusiasmo civilizador que hizo trizas el acartonado comunismo y la ideología de igualdad de los desamparados. Un impulso que se agotó en los años noventa en los páramos del capitalismo salvaje y la decadencia de la educación escolar.

Por el contrario, en Europa y en Estados Unidos la interpretación fue mucho más compleja. Los años sesenta eran los del amanecer de las revoluciones hippies, las protestas de la juventud contra la guerra y contra los valores de las antiguas generaciones. Estos procesos alcanzaron su apogeo a finales de esta década, y Mao y todo lo que ocurrió en China fue una gran fuente de inspiración para la juventud estudiante occidental, como también lo fueron el Che Guevara y sus compañeros de armas.

De la misma forma se perciben hoy las revueltas en el mundo árabe y en otros lugares del globo por parte de la sociedad rusa,  y también de la occidental. Los herederos occidentales de los Soldados de la Guardia Roja instintivamente le dan la razón a los revolucionarios. Da igual el objetivo que persigan: masacrando a los ricos como en Egipto o apoderándose de casas como en Kirguizistán. El hecho de salir a la calle a protestar ya justifica a quién protesta. Los rusos, por el contrario, la mayor parte de los cuales conoce el precio de la revolución, desconfían de estos actos.
Para China, finalmente, la Revolución Cultural fue una tragedia que es mejor no recordar, no remover demasiado el pasado, no asomarse al precipicio. Hay que evitar volver a caer en viejos errores. Cueste lo que cueste.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала