Bulgaria busca tener acceso a los suministros de gas ruso sin intermediarios para garantizar la seguridad y la eficiencia energética no solo de este país sino también de toda la Unión Europea. Al menos así lo afirmó Radev durante la visita que realizó a Rusia.
La razón del drástico cambio de Bulgaria hacia Rusia radica en lo decepcionadas que están la sociedad como la élite política búlgara con la llamada 'solidaridad euroatlántica', apuntaron los especialistas. Tras reducir sus contactos con Moscú a petición de Washington y Bruselas, Sofía se quedó sola afrontando las pérdidas económicas, los proyectos sin realizar y la necesidad de pagar compensaciones por los contratos rescindidos.
Un gasoducto abandonado
Hace varios años la compañía energética rusa Gazprom estaba dispuesta a hacer precisamente lo que hoy busca el presidente búlgaro. Entonces se planeaba la construcción del South Stream, el análogo sureño del gasoducto Nord Stream, que uniría los sistemas energéticos de Alemania y Rusia sin necesidad de cruzar países intermediarios. La construcción del South Stream se inició en 2012 y se planeaba que el primer lote de gas ruso se entregaría en 2015.
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"Desde el punto de vista económico, el trazado del antiguo South Stream le sería beneficioso a Rusia. Su ruta ya ha sido elaborada, hay un acuerdo sobre a dónde y en qué cantidades fluirá el gas ruso, con todos los países interesados se han firmado contratos y se han creado empresas mixtas", explicó al periódico Vzglyad el principal especialista del Fondo Nacional de Seguridad Energética, Ígor Yushkov.
No obstante, las posibilidades de que Rusia acceda a retomar el proyecto con Bulgaria son muy remotas, señaló el experto. En primer lugar, porque la construcción del segundo ramal del Turk Stream es la prioridad número uno en la región del mar Negro y, en segundo, porque Bulgaria ya ha demostrado no ser un actor independiente. "Hace cuatro año lo habíamos acordado todo respecto al South Stream (…) Luego llegaron los senadores estadounidenses y los búlgaros retiraron el permiso y todo el proyecto se canceló", recordó Yushkov.
Dos reactores a la espera
Un destino más palpable es el de otro proyecto energético conjunto: la central nuclear de Belene.
La empresa rusa Atomstroyexport, que forma parte de Rosatom, ganó en 2006 la licitación internacional para la construcción de dos reactores VVER-1000 cerca de la localidad de Belene. Con la llegada al poder en Bulgaria de Boiko Borísov en 2009, el proyecto fue congelado. En 2012, el entonces Gobierno búlgaro suspendió la colaboración con Rosatom a pesar de que el proyecto ya estaba en una etapa bastante avanzada.
En 2016, los reactores ya estaban listos y según las cláusulas del contrato deberían haber sido recogidos por una suma de 620 millones de euros. Por cada día que pasaba se sumaba a la cantidad una penalización de 162.000 euros. Así pasaron varios meses hasta que, finalmente, los búlgaros recogieron los reactores, aunque hasta el momento el Gobierno del país eslavo no sabe qué hacer con ellos.
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El nuevo presidente de Bulgaria, Rumen Radev, declaró que la reanudación del proyecto de Belene implica que Rusia también se comprometa con él. Por su parte, el director general de Rosatom, Alexéi Lijachov, anunció que su empresa planea participar en las licitaciones que se convoquen para construir la central.
"En Bruselas han demostrado más de una vez que con Bulgaria no se andan con ceremonias y están preparados para ejercer una presión sobre Sofía hasta el punto de congelar los subsidios europeos. Bajo tales condiciones, es improbable que los políticos búlgaros estén listos para resistir", enfatizó Maxim Samorúkov.
El analista aseguró que lo más probable es que con el tiempo cualquier acercamiento entre Sofía y Moscú se acabe por culpa del "eterno temor" ante Rusia. Tarde o temprano, concluyó, llegarán nuevos políticos y con ellos nuevas promesas de 'salvar' a Bulgaria de la dependencia rusa en favor de la dependencia europea.
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