Se suponía que el uso del euro ayudaría a todas las naciones europeas involucradas, pues pondría Europa a la par con otras economías poderosas, como Estados Unidos, Japón y China. Además, la divisa común "daría ventajas de señoreaje a la Unión [Europea] como un todo y no solo a sus miembros más fuertes", destacó Ezrati.
Según el autor del artículo, sin embargo, el euro "no funcionó como estaba planeado". En vez de proporcionar mayores ventajas generales a todos, la nueva divisa, terminó por bloquear precios erróneos, distorsionados e inequitativos de la moneda común.
El sobreprecio de la moneda puso a los productores en Grecia, España, Portugal, Italia y otros países europeos en una desventaja competitiva, mientras Alemania, que se encontraba en una posición opuesta, se convirtió en el productor de toda Europa, debido a sus precios más ventajosos para los consumidores.
"Estos sesgos de precios causaron otros daños: la economía alemana se orientó cada vez más a la exportación, se hizo menos sensible a sus propios consumidores, más vulnerable a lo que sucede en el extranjero y, por consiguiente, más frágil".
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Según el autor, naciones que no son parte de Europa también fueron afectadas por las consecuencias de la adopción del euro. Los productores japoneses, por ejemplo, se quejan incesantemente de cómo el fuerte yen ha dejado sus productos fuera de los mercados mundiales. Los norteamericanos tienen un problema análogo. Alemania, por su parte, nunca ha emitido tales quejas, subrayó el experto.
El auxilio alemán a Grecia y a otras naciones europeas en problemas sugiere que Alemania está "desesperada por impedir que se deshaga una estructura que contribuye tanto a la industria alemana", apuntó el economista.