La crisis sanitaria lleva aparejado un aumento de la producción de materiales necesarios para la labor de los profesionales sanitarios como guantes, máscaras protectoras, mascarillas o los famosos equipos de protección individual, más conocidos como como EPI.
En España, por ejemplo, la mayor parte de los supermercados obligan a sus clientes a ponerse guantes desechables para poder acceder al recinto en un intento por ofrecer más salubridad, aunque no está claro que sea efectivo.
No es más seguro
"No es más seguro usar objetos de plástico de un solo uso. De hecho, es más seguro ir con tus envases reutilizables que recurrir a algo que ha sido expuesto en el lineal de un supermercado, donde no sabes cuántas personas han podido manipularlo", explica a Sputnik el portavoz de Greenpeace en España, Julio Barea.
En un sentido similar se expresa Carlos Arribas, coordinador de residuos en la organización Ecologistas en Acción. "La mayor parte de los contagios se están produciendo no por contacto, sino por vía respiratoria o por la saliva (…) Se ha exagerado mucho con todo el tema del empaquetado de productos", afirma.
A modo de ejemplo Arribas cita un estudio elaborado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) que sometió a pruebas PCR las superficies de una lista de 66 productos en diferentes supermercados sin que se produjera un solo positivo por COVID-19.
"El virus no está en los productos, pero la industria del plástico ha aprovechado esos miedos para expandirse", argumenta.
El plástico es más peligroso de lo que se creía
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) December 12, 2019
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Aumentos del 15%
La organización Ecoembes, formada por los principales productores de envases desechables de España, aseguró el pasado mes de mayo que los contenedores de reciclaje plástico estaban recibiendo un 15% más de material que antes de la pandemia.
Dado que cada mascarilla quirúrgica contiene alrededor de 2 gramos de polipropileno, esto dejará más de 1.318 toneladas de plástico, que se sumarán a los 3,5 millones de toneladas ya generados cada año en España, según datos de la entidad de fabricantes Cicloplast.
Es decir, todo apunta a que los flujos de residuos plásticos seguirán creciendo en un país que ya tiene motivos para preocuparse.
Contaminación ubicua
Por ejemplo, un estudio de Greenpeace sitúa al mar Mediterráneo como el más contaminado del mundo, concentrando entre un 21 y un 45% de todas las partículas mundiales de microplásticos, que suponen el 95% de los residuos encontrados en sus aguas.
"Durante la pandemia no han parado de publicarse artículos científicos que demuestran hasta qué punto estamos hasta arriba de plásticos. Uno de los últimos es una artículo que dice que el agua de lluvia en los parques nacionales estadounidenses lleva plástico, pero no hay que irse tan lejos, también hay un estudio que dice que eso sucede en los Pirineos", dice Julio Barea.
Del mismo modo, a nivel más local, el portavoz de Greenpeace cita estudios del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que encontraron una importante presencia de plástico en pescados de uso muy extendido como las sardinas o las anchoas en Cataluña.
"Cuando hablamos del plástico hablamos de una contaminación ubicua que llega a sitios insospechados como el agua embotellada o incluso la sal. Ahora mismo los microplásticos aparecen en todas partes", señala Carlos Arribas.
"Estos plásticos tienen aditivos que muchas veces son contaminantes hormonales como el bisfenol A o los ftalatos. Todavía no se conoce en profundidad los efectos sobre la salud, pero vamos, cualquiera puede pensar que comerse un pez con microplásticos no es bueno", añade.
Anteproyecto de ley
La vuelta de tuerca a la omnipresencia del plástico a causa de la pandemia llega justo cuando el Gobierno español empezaba a meter manos en el asunto.
El pasado 2 de junio el Consejo de Ministros aprobó un anteproyecto de ley que según las palabras de la propia ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribero, que incluye "por primera vez" limitaciones a los plásticos de un solo uso.
El proyecto legislativo intenta trasponer las directivas europeas en la materia introduciendo no solo la limitación de determinados artículos y envases, sino también impuestos indirectos para desincentivar su producción.
El texto —que todavía tiene un largo camino que recorrer antes de su aprobación— plantea como horizonte reducir los envases de plásticos en alimentos en al menos un 70% entre 2022 y 2030, una meta a la que no se llegará sin sortear las nuevas dificultades causadas por la pandemia.