"Tuve que quedarme quieto varias horas. Tenía todo el cuerpo adormecido. Los pájaros me tomaron por un elemento del paisaje y se me posaron en la cabeza. Por la noche, estaba tan sucio que tuve que meterme en el río con ropa para quitarme de alguna manera todo lo que tenía pegado", contó a Komsomolskaya Pravda el ornitólogo Alexéi Levashkin.
Para adentrarse en la vida íntima de los abejarucos, pasó dos semanas bajo de la tierra en la región de Nizhni Nóvgorod, a orillas del río Volga. Eligió como protagonistas a una pareja de abejarucos que puso 12 huevos y obtuvo de ellos siete crías, unos verdaderos "pequeños dinosaurios" en su infancia.
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— Мария Голова (@MariaIgorevn) 13 января 2019 г.
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