Los mamíferos fueron encontrados en las costas de las Islas Canarias. Los cuerpos de los delfines estaban cubiertos con heridas causadas por tentáculos de calamar. En la sangre y los órganos internos de los animales —incluidos el hígado, los pulmones y el cerebro— se encontraron grandes burbujas de gas, un síntoma característico de la enfermedad de descompresión, también conocida como la enfermedad del buzo.
Tras practicar una autopsia a los delfines, los investigadores hallaron en el estómago de los animales los cuerpos casi intactos y sin digerir de dos Ommastrephes bartramii, calamares voladores de neón. El esófago de uno de los delfines, por el cual treparon los tentáculos del calamar, fue dañado por numerosas heridas. Aparentemente, el molusco trató de escapar del estómago del delfín.
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Después de analizar numerosas muestras de los tejidos de los delfines muertos, los científicos llegaron a la conclusión de que los dos mamíferos fallecieron a causa de la enfermedad de descompresión. Al parecer, los delfines, al verse atacados por los calamares, literalmente, desde el interior, realizaron movimientos bruscos de ascenso y descenso en el agua, algo que les provocó una embolia gaseosa mortal.
Los resultados de la investigación han sido publicados en la revista Nature.
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