La idea fue de Gustavo Ciuffo, exprofesor de educación física de 43 años. Dividió la cancha en varias áreas permitiendo a cada jugador moverse solo dentro de su propia zona limitada.
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"Elegimos dividir el campo como se podía ver, añadiendo algunas reglas. Así es cómo nació este tipo de 'futbolín humano', y se ha vuelto viral de una manera inconcebible", comentó Ciuffo, explicando que "el argentino necesita del fútbol y del mate".
Después de casi 100 días de cierre por el coronavirus, un estadio acogió esta original idea con los brazos abiertos.
El campo quedó dividido en rectángulos para que un jugador ocupase como mínimo una superficie de casi 45 metros cuadrados. Como máximo, si juega solo en la defensa ocupa el doble porque tiene que cubrir los dos cuadrados y ya son 90. El objetivo es llevar la pelota desde tu arco hasta el delantero sin que te intercepten los del centro.
"Me han llamado de todo el mundo, de Chile, España, Perú... de todos lados", confiesa Ciuffo, emocionado por esta respuesta tan positiva.