Con el pebetero brillando al fondo del estadio, los miles de espectadores dejaban el recinto con una sonrisa y entonando un cántico típico de las celebraciones de fútbol: "Yo soy brasileño, con mucho orgullo, con mucho amor".
"¡Todo el mundo estuvo representado en nuestra ceremonia! Negros, pobres, mujeres, transexuales, inmigrantes, refugiados, todo! Si en Pekín no quisieron poner a una niña con la voz bonita porque la consideraban "fea", aquí pusieron todo lo que hace que los acomplejados y reaccionarios se vuelvan locos", decía entusiasmado a Sputnik Pedro Henrique Simões.
Los comentarios sobre el atrevimiento de Fernando Meirelles —director de la aclamada "Ciudad de Dios"— y sus colegas para abordar los tópicos de Brasil con una mirada renovada y sin discriminar temas candentes fueron los más numerosos.
"Es una ceremonia que no va a gustar ni a Donald Trump ni a Bolsonaro [diputado de la ultraderecha brasileña]", avisó irónicamente Meirelles poco antes de que arrancase la ceremonia.
Para Bruno Aragaki, que vio la ceremonia en una pantalla gigante, el espectáculo demostró que esa teoría de que lo políticamente correcto es aburrido es una excusa de quienes no saben hacer las cosas de otra forma.
"Hablaron de diversidad, de ecología y de empoderamiento provocando suspiros. Se puede hacer, sí, pero es más difícil que hacer bromas racistas", comentaba poco después en las redes sociales.
Los abucheos a Temer durante su breve discurso fueron la única nota de tensión de una ceremonia en la que ante todo predominó el buen humor.
Incluso los detractores del presidente bromeaban en Internet con "memes" que mostraban la frase "Fora Temer" con fuegos artificiales en el cielo de Maracaná.