La apertura de la clásica Cambridge-Oxford a la mujer rompe casi dos siglos de discriminación en la competición más popular de la primavera londinense.
Más de siete millones de personas siguen en directo o por televisión el principal evento que cada año enfrenta a los remeros varones de ambas universidades desde el centro al oeste de la capital británica.
Pero los 6,8 kilómetros del recorrido entre el puente de Putney y el lecho de Mortlake se consideraba excesivo para las mujeres.
Esta falsa premisa, además de la falta de presupuesto, limitó las regatas de ambos clubs universitarios femeninos a un remanso del Támesis en torno a la pintoresca localidad de Henley, a unos 50 kilómetros de Londres.
Los obstáculos sociales quedaron claros desde la primera regata de chicas, en 1927, que atrajo "hostiles muchedumbres", según informó el diario The Times.
La intervención de la ejecutiva Helena Morrisey, que defiende la igualdad de género en los altos puestos de dirección empresarial y en la sociedad en general, permitió abrir una nueva página en la historia de la regata.
Las universitarias cuentan por fin con un patrocinador, la firma Newton Investment Management que dirige la propia Morrisey, y acceso por primera vez a las cámaras de televisión.
La rivalidad sobre el agua entre las dos universidades es legendaria.
Oxford busca este sábado su tercera victoria consecutiva, pero Cambridge le supera en número de trofeos acumulados- 87 frente a 78- y detenta la mejor marca, de 16 minutos y 19 segundos.
También Cambridge encabeza en las regatas de mujeres, con 41 victorias sobre las 28 cosechadas por Oxford. Este sábado comprobarán cuál de los dos equipos es el más veloz remando entre los meandros del Támesis londinense.
