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EEUU y la OTAN: ¿quién manda a quién?

© AP Photo / Evan VucciEl secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg y el presidente de EEUU Donald Trump
El secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg y el presidente de EEUU Donald Trump - Sputnik Mundo
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Durante su campaña electoral, Donald Trump puso en duda el futuro de la OTAN y la calificó como "una organización obsoleta". Con la llegada del republicano a la Casa Blanca, las relaciones entre EEUU y la Alianza parecen haber entrado en una época de 'tira y afloja'. Pero, ¿quién saldrá victorioso en esta confrontación?

Al hablar de las relaciones entre EEUU y la OTAN, hay que destacar que ni siquiera el presidente norteamericano es capaz de cambiar radicalmente la base de su existencia: el abastecimiento militar de la seguridad y la defensa de los intereses de sus Estados miembros. Ahora bien, ¿de qué manera y contra qué amenazas debe luchar la organización?, ahí es donde radican las principales diferencias entre la nueva Administración estadounidense y la cúpula de la Alianza.

Definir quién podría imponerse en esta confrontación ha sido el tema de análisis de Iliá Krávchenko, experto en EEUU, doctor en Ciencias Políticas y especialista del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales (RAIC, por sus siglas en inglés).

Gasto equitativo

En repetidas ocasiones, Donald Trump se permitió criticar a los países miembros por fiarse excesivamente de la contribución de EEUU en materia de seguridad colectiva. En una entrevista con The Washington Post, el entonces candidato subrayó que, según su opinión, la distribución de las contribuciones al presupuesto de la organización debía ser revisada.

"Pagamos miles de millones, cientos de miles de millones de dólares en apoyar a otros países que en teoría son más prósperos que nosotros", afirmó entonces Donald Trump.

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Los países de la OTAN son capaces de destinar el 2% del PIB a la defensa

Estados Unidos es en realidad el mayor contribuyente de la OTAN, en cifras tanto absolutas como relativas. Sus gastos en materia militar constituyen un 3,5% de su PIB, casi duplicando el mínimo establecido para los países miembros, fijado en un 2%. Le sigue Grecia, que invierte un 2,38% de su PIB en gastos militares, pero al tener en cuenta la diferencia en los presupuestos de ambos Estados, la brecha que separa a ambos Estados es abismal.

En el otro extremo se sitúa Dinamarca que, por ejemplo, en 2016 destinó a su defensa el 1,2% de su PIB, ocho décimas por debajo de lo que establecen las directrices de la Alianza Atlántica.

Inmediatamente después de que Donald Trump fuese elegido presidente de EEUU, e incluso antes de que asumiera el cargo, varios de los países miembros —como la propia Dinamarca— se comprometieron a aumentar su gasto militar para cumplir con el mínimo establecido. El ejecutivo comunitario de la Unión Europea anunció incluso la creación de un Fondo Europeo de Defensa (EDF, por sus siglas en inglés) con el fin de aumentar la eficiencia y el rendimiento de los presupuestos militares.

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El punto del 2% ha planeado desde entonces en cada discurso del presidente estadounidense y a la vista de la dinámica del aumento en los gastos de defensa, parece que EEUU se ha salido con la suya.

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Entre la 'amenaza rusa' y la guerra contra el terrorismo

Desde que la cúpula política soviética accediera a retirar sus tropas del este de Europa a finales de la década de 1980, bajo las promesas de que la OTAN no avanzaría hacia sus fronteras, el incumplimiento de la palabra dada ha sido visto por Rusia como una potencial amenaza. Después de todo, el principal objetivo de la Alianza durante la mayor parte de su existencia ha sido contrarrestar el poder militar de la URSS.

No obstante, es precisamente en la llamada 'amenaza rusa' donde la OTAN ha encontrado una excusa para justificar su existencia en los últimos años.

Donald Trump había sido fuertemente criticado por negarse a ver a Rusia como una amenaza y por su intención de establecer con Moscú relaciones, no tanto amistosas, sino de cooperación, sobre todo en lo que respecta a la lucha contra el terrorismo.

"El terrorismo debe ser detenido en su camino o el horror que han visto en Mánchester y muchos otros lugares continuará eternamente", advirtió Donald Trump durante la última cumbre de la OTAN celebrada en Bruselas.

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Además, en su intervención, el presidente norteamericano pronunció la palabra 'terrorismo' nueve veces, mientras que 'Rusia' apareció en su discurso solo una vez, cuando enumeraba los principales objetivos a combatir por la Alianza en el futuro.

Por lo tanto, parece que a pesar de todos los intentos de la prensa estadounidense, 'la amenaza rusa' no ocupa la primera posición en la lista de retos de la Alianza, al menos a ojos de su principal contribuyente, concluye Iliá Krávchenko. De cualquier modo, EEUU nunca renunciará a la OTAN y el papel que desempeñará la organización en el futuro continuará siendo determinado por Washington.

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Pero Trump no hubiera sido Trump si no hubiese jugado a ambas bandas, advierte Krávchenko. Al tiempo que su secretario de Estado, Rex Tillerson, se encontraba de visita en Moscú, el propio Donald Trump se reunía con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Al concluir el encuentro, el mandatario estadounidense ratificó su compromiso con la Alianza y poco después certificó la adhesión de Montenegro a la organización militar.

Cuestión de prioridades

El lugar que ocupa la OTAN en el sistema de prioridades de la Administración Trump puede ser bien determinado si nos fijamos en cómo esta última maneja sus relaciones, señala Krávchenko.

Inicialmente, los días 5 y 6 de abril debió celebrarse en Bruselas una cumbre entre los ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros de la OTAN. Sin embargo, en EEUU dejaron claro que su secretario de Estado, Rex Tillerson, no podría asistir al encuentro, ya que debía estar presente en Washington. Precisamente en esos días, la capital estadounidense era visitada por una delegación china encabezada por el presidente Xi Jinping. En lugar de Tillerson, el Departamento de Estado propuso enviar al encuentro a su subsecretario, Thomas Shannon.

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Tal decisión molestó a los aliados europeos de Washington que, tras un breve debate entre el resto de países miembros, accedieron a posponer la cumbre para que Rex Tillerson, el máximo representante de la diplomacia estadounidense, pudiera asistir.

"¿Cómo puede ser interpretado ese gesto diplomático?", se pregunta Krávchenko. Según el analista, es una clara señal que la Administración Trump envió a sus aliados: EEUU sigue siendo el 'gendarme global' y aún es capaz de decidir por sí solo el lugar que ocupa cada Estado en su sistema de prioridades.

De esta manera, concluye, queda claro que es la OTAN la que depende de EEUU y no al revés. El presidente estadounidense Donald Trump lo entiende perfectamente y no se corta a la hora de demostrarlo, repartiendo libremente críticas y halagos a los distintos miembros de la organización.

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