En pleno centro de Buenos Aires, la clásica fachada de lo que fue el imponente Palacio de Correos y Telégrafos alberga una enorme sorpresa para el visitante: al ingresar, en el patio central interior, se erige una inmensa estructura metálica con forma de ballena que contiene la Sala Sinfónica, una de las más modernas salas de conciertos de América Latina.
El Palacio de Correos y Telégrafos, estrenado hace 90 años tras 40 de construcción, fue cerrado en 2003 y en 2010 se iniciaron las reformas para convertirlo en Centro Cultural del Bicentenario en homenaje a los 200 años de la independencia argentina. Se reabrió en 2015, durante la presidencia de Cristina Fernández, como CCK, en homenaje a su esposo fallecido, el expresidente Néstor Kirchner.
Más allá de las polémicas que su nombre genera hasta el día de hoy, el CCK ha levantado vuelo gracias a la política integradora de su actual director, el conocido músico Gustavo Mozzi, colocándose al nivel de L' Auditori de Barcelona, el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, el Tate Modern de Londres y el Georges Pompidou de París.
La Sala Sinfónica tiene capacidad para 1.750 espectadores, sus paredes están recubiertas en paneles de madera y en el fondo sobresale un espectacular órgano tubular Klais, con más de 3.600 tubos distribuidos en 56 registros.
La acústica de la Sala Sinfónica ha sido elogiada por los mejores maestros y concertistas. Daniel Barenboim, director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, opinó que estaba a la altura de la Staatsoper de esa ciudad. El pianista Sebastián Forster la comparó con el Concertgebow de Amsterdam. El famoso músico brasileño Egberto Gismonti dijo el año pasado, cuando se presentó aquí: "Una ciudad que tenga dos salas con esta acústica (refiriéndose al clásico Teatro Colón y al CCK) no necesita nada más, apenas un brasileño que venga cada tanto a tocar".
La segunda sala del CCK es la Argentina, para una audiencia de 534 personas, ubicada en el subsuelo. En el piso superior está La Cúpula, un espacio vidriado con un mirador sobre la ciudad que se emplea como estudio de televisión, sala de conferencias, con capacidad para 300 personas, y con un sistema de luces de led sobre la fachada que permite su completa iluminación.
En sus cortos años de vida, han pasado por el CCK la Orquesta Filarmónica de Berlín, reconocidos artistas como la pianista Marta Argerich, el pianista argentino Sebastián Forster, símbolos del rock como Patti Smith y de la música brasileña, como Egberto Gismonti, la Sinfónica Nacional (que tiene allí su sede), orquestas de las provincias argentinas, variados grupos de jazz y tango, entre otros.
En estos momentos se puede ver la exhibición del fotógrafo ruso Aleksandr Ródchenko, uno de los fundadores del constructivismo en los años 20 y 30, en la que se muestran 103 fotos de cuando el artista enseñó en la VKhUTEMAS, la escuela donde nacieron los principales movimientos de vanguardia rusos.
La oferta del CCK es muy amplia. "Solo en 2017 hubo 900 conciertos", señaló el director Gustavo Mozzi. "Conviven en simultáneo muchísimas expresiones, eventos en diferentes salas, de una enorme diversidad. El desafío es darle un hilo conceptual, no pensar cada sala como un hecho aislado, sino ver cómo dialogan los distintos espacios: el de la infancia, el arte para los chicos y para la familia, la noche de la filosofía, una milonga, un concierto de música clásica o de jazz, pero hay un espíritu común que lo integra, y los públicos se cruzan, vienen a bailar y participan sin querer de un concierto de la orquesta sinfónica".
Un experimento integrador
Gustavo Mozzi, un músico de trayectoria internacional ganador de dos premios Emmy Latino, se echó al hombro la tarea de dirigir este monumental proyecto cultural. Tenía una importante experiencia previa, al haber dirigido la Usina del Arte, un espacio moderno dedicado a la música y a las presentaciones artísticas y bailables, que se integró en las tradiciones del popular barrio de La Boca.
"La ciudad tiene tres salas con una acústica fabulosa, la del Teatro Colón, más aterciopelada, la de la Usina, más brillante, y el CCK, que está en el medio de las dos, una sala muy dúctil que permite pequeños grupos de cámara y música sinfónica", explicó a Sputnik.
La acústica fue uno de los grandes desafíos: "Hicimos un trabajo muy esmerado con la Orquesta Sinfónica Nacional, ajustando los paneles acústicos, que son muy sensibles, y que de acuerdo a cómo se armen, modifican la acústica de la sala. Trabajamos durante tres meses hasta que llegamos a un punto óptimo", contó.
A diferencia del Teatro Colón, la sala por excelencia de la ópera y el ballet porteños, la del CCK fue construida "específicamente para el repertorio sinfónico y tiene una característica sonora muy envolvente", explica.
"Fue construida en un momento en que el hábito de consumo de la música está muy relacionado con posibilidades técnicas", y por eso, es necesario pensar cómo hacer para que la gente considere que "escuchar música en vivo sea más atractivo que escucharla en casa".
"Los ingenieros se ocuparon mucho en ver cómo se proyectan los graves, una sonoridad envolvente viva, pero no demasiado reverberante, trabajaron mucho con el gusto contemporáneo, con la manera de consumo habitual de los melómanos actuales, y les salió bien", dice.
La presentación de la Filarmónica de Berlín dirigida por Barenboim fue toda una exigencia: "Fue maravilloso escuchar una orquesta tan virtuosa dirigida por él haciendo Brahms y poniendo a prueba la sala, que respondió maravillosamente", destaca Mozzi.
Mozzi destaca los enormes costos de mantener esta enorme estructura, desde lo edilicio y la programación, que es, en su mayoría, gratuita, tratando de sostener un equilibrio.
"Gratuidad no es sinónimo de inclusión social. Hay que trabajar por políticas inclusivas, porque todo el mundo tenga acceso, la posibilidad de transformar la cultura, pero la gratuidad no es la única herramienta, a veces termina destruyendo el sector, tergiversando el mercado, y destruyendo aquellos emprendedores culturales que apuestan con mayor riesgo a propuestas creativas que son las que se necesitan para establecer una red autogestiva", dice.
Audiovisuales: el futuro del arte
Punto central para Mozzi es la utilización de los medios públicos como radio y televisión y la grabación y transmisión de los conciertos vía streaming, conceptos que están revolucionando la manera como se vive el arte hoy.
"Ya no pienso en conciertos convencionales sino en la producción de programas para televisión la transmisión directa a través de la radio nacional o de la televisión pública y en streaming a través de la plataforma".
Esto "permite trabajar en la articulación entre cultura y medios", porque genera "una memoria de lo que está sucediendo, deja un registro de la escena contemporánea a través de producciones audiovisuales de calidad", y así se evita que muchas grandes representaciones queden en el olvido.
Contra la grieta, inclusión e integración
"Desde la diferencia se puede crecer, desde el fanatismo es muy difícil, y creo que hay que alejarse de cualquier posición fanática y generar espacios inclusivos y componedores. Todos ganan si podemos generar estos espacios de inclusión".
"Jamás estuve atento a ver en qué lado de la grieta podía estar un artista, sino más bien apostar a la exigencia artística, brindar al público un espectáculo de excelencia, y esto fue rindiendo sus frutos", agregó.
Sobre el nombre, el director se inclina por volver al de Centro del Bicentenario, ya que la inauguración se pensó para conmemorar los 200 años de la independencia argentina. "Nos incluía a todos, era integrador".
Lo importante es que, en muy pocos años, el CCK ha ido superando la grieta: "Antes, alguna gente no quería entrar porque se llamaba Kirchner, y otra porque ya lo manejaba otra administración. Pero al final, el CCK se transformó en un espacio de referencia, donde más allá de las opiniones políticas, han tenido espacio y se han expresado posiciones bien contrastantes en términos ideológicos".
"Me parece muy importante no pisar el palito y seguir en ese camino que tiene que ver con encontrarse a partir del hecho artístico. Eso llevó un tiempo, pero en menos de un año, volvieron los que venían antes y se animaron aquellos que no querían entrar por el nombre".