La celebración del Día de la Victoria en Rosario

© Sputnik / Ensamble Cultural ZaríaArgentinos descendientes de familias rusas celebran el Día de la Victoria
Argentinos descendientes de familias rusas celebran el Día de la Victoria - Sputnik Mundo
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Cada año, desde aquel 9 de mayo de 1945 cuando Alemania capituló ante la Unión Soviética y los Aliados, el mundo se voltea con respeto hacia Rusia y observa como el pueblo ruso celebra su mayor hazaña: la victoria contra el nazismo.

Más allá de los desfiles y las condecoraciones, cada familia rusa lleva esa victoria en su corazón, y la celebra, esté donde esté, sean cuales sean las circunstancias.

Aquí está la historia de una familia con dos generaciones diferentes, pero con mucho en común: la de la abuela, Tamara, nacida en Moscú, niña en la guerra y adolescente en la posguerra, que en los setenta se fue con su esposo Pedro a Argentina, y la de la nieta, Estefanía, nacida en Rosario, que se esfuerza por no olvidar la cultura y las tradiciones de su abuela, y por supuesto la victoria por la que luchó todo el pueblo soviético.

La abuela

Tamara Shmáguina nació en 1942 en Moscú, en plena segunda guerra mundial. "¿A quién se le ocurre tener hijos en un país que está en guerra?— se pregunta Tamara—, solo por accidente, sin buscarlo, ni pensarlo, ni desearlo. Pero sucedió".

Su padre —veterano de guerras ya olvidadas— estaba ya en ese entonces enfermo, razón por la cual, aunque hubiera querido más que cualquier cosa defender a su país, se vio obligado a estar en casa. Los demás hombres de la familia, primos y tíos, fueron al frente de batalla.

Por esa razón, era la madre de Tamara la que trabajaba todo el día para conseguir comida y alimentar a la familia; la misma madre que por las noches hacía guardia en el techo de la casa, un antiguo inquilinato, donde veinte familias compartían todo: baño, cocina y el llanto y el dolor, así como los pequeños atisbos de esperanza.

"Por las noches los alemanes bombardeaban la ciudad —recuerda Tamara—, y los vecinos tenían que hacer guardia porque antes de soltar sus bombas, los aviones lanzaban bengalas para iluminar su objetivo". Era tarea de los vecinos, conjuntamente, apagar con arena el fuego generado por las bengalas.

"Mientras tanto, yo dormía en el pecho de mi papá, bajo su camiseta, el único lugar calentito para un bebé desnutrido, pequeño y enfermo. De esta manera mi amado padre, aunque inválido y enfermo, salvó mi vida".

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Para Tamara tanto la guerra como la victoria son recuerdos comunes de toda la Unión Soviética, es por esto que cuando le cuenta a su nieta sobre esta época no le habla de su historia personal, sino de aquella que vivió todo el pueblo ruso.

"Desde el comienzo de la Gran Guerra Patria los hombres se fueron al frente de batalla y en la casa quedaron las esposas, madres y hermanas. Ellas tenían que hacer trabajos pesados en la retaguardia; ellas tenían que laborar todo el día y turnarse por las noches para proteger sus hogares; ellas tenían que cavar trincheras para que el tanque enemigo no avanzara. Los niños sentían desesperación, terror, hambre, frío, soledad y miedo de quedarse huérfanos. Por suerte, nuestras madres, con todas sus fuerzas, dedicación y cariño pudieron soportar esta tragedia y supieron criar y educar a sus hijos. Y también trabajar para salir adelante, muchas de ellas sin sus esposos, que habían muerto en el frente. Suerte que el pueblo soviético pudo expulsar de nuestras tierras al invasor y ser libre", concluye Tamara su historia. 

La nieta

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La nieta de Tamara se llama Estefanía Netri y aunque su acento y el mate que la acompaña a todas partes delatan su argentinidad, la sangre rusa también corre por sus venas. Estefanía trabaja hoy en día en la Biblioteca Cultural Rusa 'Alexsandr Pushkin', donde enseña el idioma ruso y bailes típicos.

"Desde que nací —afirma Estefanía—, la cultura rusa y las tradiciones de ese país han formado parte de mi vida: recuerdo como aprendí a contar en ruso, o a canturrear 'Katyusha', mi primera canción en ese idioma".

A los veinte años, Estefanía se fue a estudiar a Rusia, donde se encontró con un país muy diferente al de las historias de su abuela. Pero esa experiencia le ayudó a asimilar la cultura rusa y a comprender sus cómo y sus porqué.

"Hoy poder enseñar todo aquello que aprendí en esa tierra hermosa me llena de orgullo y felicidad", destaca la muchacha.

© Sputnik / Ensamble cultural ZaríaNiña argentina posa con una Matrioshka
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La Biblioteca fue creada en 1916 y nació para conservar y promover la cultura rusa en la ciudad de Rosario, Argentina. Cuando Tamara y su esposo Pedro llegaron a esta ciudad con su hija de apenas dos años, la biblioteca estaba prácticamente abandonada y ellos le devolvieron la vida.

Hoy en día, la biblioteca está formada por descendientes rusos, ucranianos y bielorrusos, pero además por personas que aman la cultura eslava. Acoge en su interior al Ensamble Cultural Ruso 'Zariá' (alba, en español), encargado de difundir la cultura, la historia, el canto y los bailes del pueblo ruso.

Estefanía trabaja junto a dos otras profesoras, Mariana y Natalia Mejía Saldaña, enseñando bailes rusos.

"Nosotras tres —cuenta Estefanía—, trabajamos en conjunto para que todos nuestros estudiantes tengan un objetivo común, para que nuestros bailarines sepan desde chicos qué es Rusia, cuáles son sus bailes y sus canciones y porqué conmemoramos el nueve de mayo".

© Sputnik / Ensamble Cultural ZaríaEstudiantes de baile en Argentina
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Estudiantes de baile en Argentina

Estefanía, como muchos otros descendientes rusos en el mundo, aman su cultura e intentan luchar contra los estereotipos que tiene la gente sobre Rusia. "Transmitimos con amor y respeto—afirma Estefanía—, aquello que nos transmitieron nuestros padres y abuelos, e intentamos enseñar y contarle a la gente qué es la cultura rusa y por qué la amamos".

El Día de la Victoria

El nueve de mayo es la fiesta más importante que se celebra en la Biblioteca 'Alexandr Pushkin', porque es una fiesta para todos.

"Nosotros celebramos la 'Maslenitsa', la pascua ortodoxa, el primero de septiembre —el inicio del año escolar en Rusia—", cuenta Estefanía.

"El nueve de mayo, por el contrario, es una fiesta que es al mismo tiempo rusa, porque es su victoria, pero también de todo el planeta, que se deshizo de ese mal llamado fascismo. Por eso nos esforzamos en que la gente conozca más de ese día, del dolor de la guerra y el valor de la victoria. Queremos que comprendan el porqué de que el pueblo ruso no esté dispuesto a olvidar lo sucedido", explica.

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Argentinos descendientes de familias rusas celebran el Día de la Victoria

Este año Estefanía, junto a los dos grupos de baile que dirige, ha preparado un espectáculo para celebrar el Día de la Victoria. "Hemos realizado vídeos sobre la guerra, para que la gente observe y aprenda qué fue lo que sucedió. También hemos preparado una pequeña obra de teatro sobre cómo los soldados dejaban a sus familias y partían al frente. En ella mostramos la tristeza de dejar a los seres amados y la satisfacción de cumplir el deber de defender la patria. Y por último diferentes bailes que conmemoran la victoria sobre la Alemania Nazi y el fin del nazismo en el mundo".

"El propósito más importante, y el más difícil de alcanzar, es que la gente de mi ciudad —Rosario— entienda mejor lo ocurrido en la guerra. Queremos que la gente entienda el papel fundamental que cumplió la URSS para derrocar a Hitler, que comprendan todo lo que sufrió el pueblo soviético a causa de la guerra —muertes, hambre, sufrimientos, bloqueos—, y, sobre todo, queremos que sepan que gracias a Rusia el mundo no siguió sufriendo las atrocidades del nazismo. Queremos acabar con el estereotipo —concluye Estefanía—de que EEUU fue quien ganó la guerra".

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¿Pero qué piensan estos jóvenes argentinos de raíces eslavas acerca del 9 de mayo? ¿Cómo lo entienden? ¿Qué sienten al recordar esta fecha especial para el mundo?

Guillermina Guimpel, nieta de ucranianos, 27 años

"¡1945: Finaliza la Gran Guerra Patria! La armonía vuelve a gobernar. A partir de ese instante nace el Día de la Victoria. En todo el mundo, cada nueve de mayo, se recuerda a las millones de personas caídas durante la guerra, a los heridos, a los sobrevivientes, a quienes hoy llamamos veteranos y a todos los que lucharon día a día como héroes.

Pero para mí también tiene otro significado: La liberación de los campos de concentración, el rescate de los millones de judíos, gitanos, intelectuales y demás personas que eran consideradas parias. Lo siento por todos aquellos que fueron exterminados abusivamente y que no pudieron llegar a sentir esa victoria. Por eso este día es para vivirlo con orgullo, ¡pero sobre todo recordando y no olvidando!"

Marina Mejía Saldaña, nieta de rusos, 28 años

"Siento orgullo de tener sangre rusa. Cuando nadie sabía cómo vencer el avance del nazismo, Rusia demostró que el esfuerzo y la unidad de un pueblo todo lo pueden. Siento un gran orgullo de representar al país que nos salvó del nazismo; los relatos de guerra de mi abuela y de mis familiares, quienes vivieron la guerra en carne propia, son estremecedores. Todo lo que ellos vivieron lo llevo dentro de mí y por eso me hace feliz poder enseñar y mostrar hoy en día esa parte tan importante de la historia.

Es vital que el mundo entero sepa y entienda la importancia de esta guerra, lo que significó para el pueblo soviético, todo lo que tuvo que sufrir y padecer. Es de gran importancia que se comprenda, se entienda y, por supuesto, que se les agradezca por tan heroica hazaña."

"Ellos representaron a todo el mundo, y por eso 'Nosotros no olvidamos'. Y repetimos con firmeza que 'Nadie ha sido olvidado y nada ha sido olvidado'. Nosotros también repetimos esas frases, porque admiramos a los héroes soviéticos y nos unimos a Rusia para celebrar este día, seamos o no seamos descendientes de este pueblo."

El presente

Mientras Estefanía prepara los últimos detalles de su presentación, corre de aquí para allá, entre cintas de San Jorge y disfraces de soldados, alistando todo para que el espectáculo de este 9 de mayo sea perfecto, su abuela sonríe y la observa con cariño.

"Recuerdo la emoción que sentí—cuenta Tamara— cuando mi nieta se presentó por primera vez junto a su ensamble de baile. Ver a 15 mil kilómetros de distancia, 45 años después de haber abandonado Rusia, que mi nieta, sangre de mi sangre, transmite los sentimientos de todo el pueblo ruso en una pequeña ciudad de Argentina, con trajes, con canciones, con bailes. Después de haber pasado por tantas cosas… estoy agradecida por haber podido inculcar la cultura rusa a mis hijos, a mis nietos. Al fin y al cabo el alma rusa es algo que no se puede entender y no se puede explicar —sentencia Tamara—, es algo que solo se puede vivir y sentir, y acá estamos mi nieta y yo representando a Rusia".

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Es así como una de las tantas familias de descendencia rusa en el mundo celebran este día: con admiración ante los hombres y mujeres que dieron la vida en la guerra; con respeto hacia los veteranos que la lucharon, en el frente y en la retaguardia; con agradecimiento hacía el pueblo soviético y con orgullo por sentirse herederos de la hazaña más importante del siglo XX. Y juntas, abuela y nieta, esperan que la gente no olvide, nunca olvide, pero sobre todo que aprenda para que nunca se vuelva a repetir algo semejante.

“Todos juntos —concluye Estefanía—, tenemos que trabajar para alcanzar la paz mundial”.

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