Liberadores de Alemania

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El mito sobre los dos millones de mujeres alemanas violadas por los soldados del Ejército Rojo es una pura falsificación de la historia, insiste el miembro del Club Zinóviev, Oleg Nazárov.
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Hace 70 años, en enero de 1945, el Ejército Rojo cruzó la frontera de Alemania. Según la propaganda occidental, al pisar la tierra alemana, los soldados se pusieron a matar y saquear. Como afirma el historiador británico Antony Beevor presentando esta información como si fuera un hecho probado, violaron dos millones de mujeres alemanas.

De Goebbels a Beevor

Sin embargo, Beevor no puede apoyar su acusación con documentos ni evidencias fiables. Las sustituyó con detalles enternecedores pero tampoco probados, diciendo que los vecinos de Berlín aun recuerdan los gritos de las mujeres en sus apartamentos con ventanas rotas, víctimas de violaciones. Según los datos de dos hospitales de Berlín, afirma el autor, muchas de ellas, alrededor de dos millones, fueron sometidas a esta humillación repetidamente.

Goebbels habría aplaudido una falsificación de la historia tan grande: sus semillas de mentiras traen ricas cosechas. No bien hubieran cruzado los soldados del Ejército Rojo el "umbral" de Alemania, y en seguida, según el principal falsificador del Tercer Reich, cometieron violaciones en masas: "En algunos pueblos y ciudades violaron a todas las mujeres de entre 10 y 70 años", afirmó.

Más tarde, el asistente de Goebbels, Werner Naumann, reconoció que el pánico entre la población fue provocado no por el comportamiento de los rusos, sino por la propaganda contra ellos que habían realizado los propios alemanes, que "tuvo tanto éxito, que sumergimos a los berlineses en el estado de horror extremo".

Impresiona la escala de las falsificaciones. Tomando en consideración que el camino de Berlín lo tomaron alrededor de 2,5 millones de soldados y oficiales soviéticos, el historiador británico intenta difamar a todos ellos a la vez.

Los "cálculos" de Beevor parecen fehacientes sólo a sus correligionarios. La historiadora rusa Elena Siniávskaia, llamó la atención sobre el hecho de que Beevor "hace referencia al libro de Barbara Johr y Helke Sander 'Liberador y liberado', que no se basa en los cálculos de dos hospitales de Berlín, sino en los de una clínica infantil. Es decir, por dar más significado a sus datos, el autor optó, conscientemente, por presentar información falsa. Estos datos también son muy dudosos, pues el sistema de cálculos de Barbara Johr se basó en una arbitraria extrapolación del número de niños que afirman que sus padres son rusos y que nacieron entre el 1945 y el 1946 y examinados en una clínica de Berlín, comparado con el número de mujeres en Alemania Oriental…"

Tomemos además en cuenta el que en marzo de 1945 los nazis quitaron la prohibición de inducir abortos, pero sólo para las mujeres que declarasen que habían sido violadas por soldados extranjeros…

Evaluando estos "métodos científicos" de Beevor, el historiador militar Oleg Rzheshevski apuntó que empiezan, por lo general, con frases poco concretas, como "los vecinos de Berlín recuerdan", "un doctor ha calculado", o hacen referencia a una "experiencia de mujeres violadas". Este método no tiene nada que ver con una investigación científica, aunque Beevor insista en calificarlo así".

Y en cuanto a la cifra de dos millones, parece, que es el número favorito de Beevor. Asimismo afirmaba, sin dar evidencias, que alrededor de dos millones de polacos fueron deportados entre el 1939 y el 1941 a los campos del Gulag.

El comportamiento de las alemanas hizo innecesaria la violencia

Pero además de las evidencias de "un doctor" o "una mujer alemana", a las que hace referencia Beevor, como si fueran una verdad absoluta e indiscutible, quedaron evidencias de personas cuyos nombres se conocen muy bien. La fuente más importante y fiable para nosotros es Alexander Zinóviev, quien tomó parte en la liberación de Alemania:

"Alemania nos asombró por su riqueza increíble (en comparación con nuestra miseria rusa)…

Asimismo, Alemania asombró por la abundancia de 'mujeres públicas'. Lo eran casi todas: desde las adolescentes de 12 años hasta las ancianas. Ahora a veces dicen que el ejército soviético violaba a las mujeres alemanas.
En la medida en la cual conocía la situación verdadera yo, puedo afirmar que es un absurdo. Cuando entramos en Alemania, las mujeres alemanas ya casi todas habían sido violadas, si se puede decir que se les había ocurrido alguna vez prestar resistencia alguna. Y casi todas estaban contagiadas con enfermedades venéreas…

En un pueblo nos alojaron en varias casas para pernoctar. El dueño de la casa, un anciano, salió a saludarnos y dijo que podíamos disponer de su hija y su nieta. Tenía en las manos una hoja de papel con las firmas de los que se aprovechaban de su "hospitalidad". Los alemanes se sentían cómplices de Hitler y culpables de lo que el ejército alemán estaba haciendo en la Unión Soviética. Esperaban atrocidades similares del ejército soviético también. Y estaban dispuestos a hacer cualquier favor, y ante todo, a ofrecer el cuerpo femenino".

Quedaron también evidencias del campo alemán. El veterano de la Waffen SS Diener Manfred, transcurrido mucho tiempo después de la guerra, no dejó de indignarse, recordando que cuando a una mujer húngara la preguntaron que harían cuando vinieran los rusos, contestara: "Abriremos las piernas".

Y es que hubo muchas así entre las alemanas y húngaras. Aquí está el cuento del poeta participante de la guerra, David Samóilov:

"En Ahrensfelde, donde acabábamos de instalarnos, se nos acercó un grupo de mujeres con niños, lideradas por una corpulenta mujer alemana con bigote, Frau Friedrich. Dijo que representaba la población civil y que quería registrar a los vecinos que quedaban en la ciudad. Le contestamos que sería posible hacerlo en cuanto tuviéramos la comandancia.

— Eso es imposible, —replicó Frau Friedrich- Aquí hay mujeres y niños. Hay que registrarles.

La población civil apoyó sus palabras con gritos y llantos.

Sin saber, qué hacer, les propuse alojarse en el sótano de la casa donde estábamos instalados. Se calmaron y bajaron para esperar a las autoridades.

— Herr comisario, —me dijo con sonrisa Frau Friederich- Entendemos que los soldados tienen sus necesidades. Estamos dispuestas —continuó- a prestarles unas cuantas mujeres más jóvenes para…
Pero aquí interrumpí mi conversación con Frau Friederich".

Las mujeres alemanas escogieron este camino de "cooperación" con los soldados y oficiales de las tropas de la URSS, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, que ocuparon el territorio de Alemania, por razones económicas. Lo confirma el propio libro de Beevor: "La puerta de Brandeburgo se había convertido en el centro principal del trueque y el mercado negro a principios de mayo… Ursula von Kardorff pudo ver prostituirse por comida o por la moneda alternativa en que se habían convertido los cigarrillos a mujeres de todo tipo…"

Algunas alemanas optaron por tener relaciones sexuales con un solo militar, preferiblemente un oficial. Y esto les gustó no sólo a las propias mujeres, sino que también a sus familiares. V.N. Helfand, describiendo en su diario sus relaciones con una joven alemana, comentó: "La madre de la joven estaba contenta conmigo. ¿Cómo no? Pagué por la confianza y la simpatía de los familiares de la joven con dulces, mantequilla, salchichas, caros cigarrillos alemanes. Aun la mitad de estos productos bastaría para tener todo derecho de hacer con la joven lo que se le antojara a uno, teniendo presente a la madre que no diría nada en contra. Porque los productos alimenticios se valoran hoy más alto que la vida, hasta en el caso de una joven tan bella y sensible como la cariñosa Margot".

El propio comportamiento de las mujeres alemanas hizo innecesaria la violencia como tal…

Lo que vivieron los rusos

Los soldados que vinieron a Alemania habían visto las siniestras consecuencias de la ocupación nazi. Habían hecho el camino del Volga al Odre por la tierra devastada, viendo ciudades destruidas, poblaciones quemadas, pozos llenos de cadáveres. A ocho kilómetros de la liberada ciudad de Kerch (Crimea) encontraron en una zanja cadáveres de 245 niños. Fueron niños desaparecidos a los que los padres habían mandado a la escuela por el orden de la comandancia alemana y que nunca volvieron a casa: los representantes de la civilización occidental los enterraron vivos…

Los ocupantes ni pensaron en apiadarse de los niños. Lo muestra también la carta que recibió el soldado del Ejército Rojo Sídorov de sus hermanas, Zinaida y Vera, de la región de Smolensk, publicada el 9 de agosto de 1942 bajo el título 'Infanticidas':

"Kolia, me es difícil describir lo que vivimos. Les conoces bien a la secretaria del Consejo del Pueblo Valia Ivanova, a su hija Nina y a su hijo Grisha. Los oficiales hitlerianos decidieron torturar a los hijos de Nina para obtener información sobre nuestra milicia. Después de haber atado a Valia, aquellos animales salvajes le cortaron a Nina y a Grisha sus orejas derechas, después le sacaron al niño su ojo izquierdo y le cortaron a la niña los cinco dedos en la mano derecha. Valentina no pudo verlo y murió de un infarto. Los niños fueron torturados hasta la muerte, después los verdugos fascistas les llevaron al bosque y echaron a la nieve. Les enterramos junto con Valia en una tumba.

Con la misma crueldad se portaron los verdugos con la hija de la profesora María N. Sabiendo que su marido era parte de la milicia, los salvajes se pusieron a torturar a su hija Vera de seis años de edad. Pincharon con agujas calientes sus manos y sus orejas. Al ver, que María permanecía callada, envenenaron a Vera. María también sufrió unas torturas inhumanas. Los bandidos alemanes la hicieron pasar 30 o 40 minutos descalza en la nieve, la forzaron a beber gasolina, le dislocaron las manos y le pincharon todo su cuerpo. Murió, pero no dijo ni una palabra sobre la milicia".

En el pueblo vecino de Maloie Petróvo los caníbales hitlerianos obligaron a todos los adultos a trabajar y exterminaron a todos los niños y ancianos. Después de hacer entrar a un pajar a 80 personas, vertieron gasolina y prendieron fuego. En una hora allá no había nada más que un montón de cadáveres quemados.

Estos desastres fueron típicos en las tierras soviéticas ocupadas por los alemanes. Pero a los soldados del Ejército Rojo no podrán acusar de nada similar ni siquiera los que intenten poner a la misma altura a los soldados liberadores con los asesinos nazis.

Alemania sobrevivió gracias al humanismo del soldado ruso

Según Samóilov, el pueblo de Alemania habría sufrido más si no fuera por el carácter nacional ruso: no rencoroso, apacible, no vengativo, con mucho amor a niños, con gran corazón, sin ningún sentimiento de supremacía propia, con los restos de la conciencia religiosa e internacionalismo entre los soldados. Alemania sobrevivió en 1945 gracias al humanismo característico a la naturaleza del soldado ruso.

Y a la educación soviética también. El historiador Anatoli Útkin escribió, con toda razón, en su libro 'La Segunda Guerra Mundial': "Es imposible imaginarse a un profesor soviético que hablara de la supremacía del pueblo soviético sobre los demás. Puede haber diferentes opiniones acerca del socialismo, pero es imposible refutar que no proclamaba ninguna exclusividad nacional, no colocaba a los pueblos vecinos en un escalón inferior, no apelaba a los ínfimos instintos de la sangre, no generaba arrogancia. En los años de la desesperada lucha por la liberación del país del enemigo invasor, Rusia siguió publicando a los filósofos y poetas alemanes. Los que intenten igualar hoy estos dos sistemas de valores diametralmente opuestos traicionan la verdad histórica a favor de la actualidad política".

Al igual que en cualquier otra guerra, hubo casos de violencia. Pero están fijados también en aquellas partes de Alemania en las que habían entrado los estadounidenses, ingleses y franceses. El comportamiento de los aliados lo describió el historiador de EEUU, Charles McDonald: "Hubo tanto hurtos menudos como robos de objetos de valor exclusivo. Tuvieron lugar delitos como la deserción, el comportamiento indigno en el campo de batalla, los asesinatos y las violaciones. Cuando las acciones militares adquirieron el carácter de persecución del adversario, creció drásticamente el número de violaciones".

Las medidas más severas contra los violadores, incluido el fusilamiento, las tomó la comandancia soviética. Beevor miente afirmando que a los soldados soviéticos no les castigaran por violar, sólo por contagiarse de las mujeres alemanas de alguna enfermedad venérea.

Lo que sí es verdad es que las mujeres alemanas quedaron muy sorprendidas al conocer a los soldados rusos. Aquí está lo que escribió una vecina de Berlín, Elizabeth Shmeer: "El 3 de enero vino del frente mi hijo. Servía en las tropas de SS. El hijo me contó que las tropas de SS hacían en Rusia cosas increíblemente crueles, comentando que si los rusos vinieran aquí, no se apiadarían de nadie. Pero vi todo lo contrario: los vencedores rusos daban al pueblo vencido que les había hecho sufrir tantos tormentos más alimentos de los que nos solía dar nuestro antiguo gobierno. Nos es difícil entenderlo. Será el humanismo excepcional de los rusos".

La propia vida les hizo a los alemanes cambiar su actitud hacia los soldados del Ejército Rojo. El mariscal de la Unión Soviética, Konstantín Rokossovski, escribió en su libro 'El Deber de un Soldado': "Estábamos en Alemania. Nos rodeaban las esposas y los hijos, los padres y las madres de aquellos soldados que aún ayer marchaban contra nosotros con las armas en la mano. Hacía muy poco que esta gente huía presa del pánico al oír hablar de la aproximación de las tropas soviéticas. Ahora nadie huía. Era suficiente que las tropas se detuviesen a vivaquear para que, alrededor de las cocinas de campaña de los soldados, se aglomerasen los hambrientos niños alemanes. Luego también se aproximaban personas mayores. Sabían que los soldados compartirían con ellos todo cuanto tenían, lo compartirían con la generosidad rusa y la bondad de la gente que ha sufrido mucho y ha aprendido a comprender y valorar la vida".

PS. El historiador estadounidense Albert Axell calificó el libro de Beevor como vergonzoso, lleno de acusaciones arbitrarias e insultos. Pero lo siguen promoviendo. Y está claro por qué: la falsificación de Beevor, que declara violadores a los vencedores, favorece el mito, propulsado por Occidente, sobre la responsabilidad igual de la URSS y Alemania por desencadenar la guerra y por los crímenes cometidos durante ésta. Con ayuda de esta mentira, Occidente espera conseguir reconsiderar los resultados de la Segunda Guerra Mundial.

 

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