¿Qué es la "guerra de información"?

© Sputnik / Vladimir Trefilov / Acceder al contenido multimediaOlga Zinóvieva
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Los miembros del Club Zinóviev Olga Zinóvieva y Oleg Yúriev creen que los países, las sociedades y las naciones incapaces de organizar una resistencia eficaz y repeler la agresión mediática, están condenados al fracaso, con unas consecuencias políticas similares a las de un fracaso en una guerra convencional.

Ningún documento oficial ruso contiene una clara y completa definición del término "seguridad nacional". No está en la Estrategia de la Seguridad Nacional de la Federación de Rusia hasta 2020 (aprobada por el decreto presidencial del 13 de mayo de 2009). Tampoco en la Doctrina para la Seguridad de la Información de la Federación de Rusia (aprobada por el decreto presidencial del 9 de septiembre de 2000). La doctrina necesita ser renovada, pero el nuevo documento que debe sustituirla está aún en fase de proyecto.

En contra de lo que quieren creer algunos, nuestro país no se vio sorprendido por la guerra de información que estalló debido a la situación en Ucrania y en torno a Ucrania. Todo lo contrario, en Rusia hemos ganado la "lucha por las mentes", lo cual demuestran los múltiples sondeos de la opinión pública y la evidente consolidación de la sociedad rusa. Pero fuera del país la situación no es tan positiva. Eso no se debe sólo a que Rusia no cuenta con una base material suficiente para estar presente en el escenario mediático mundial. También se debe a que muchos de los políticos y funcionarios de alto nivel subestiman el significado que hoy en día tiene esta faceta para garantizar la seguridad nacional.

No es ninguna exageración. Después de la desintegración de la Unión Soviética hubo un largo período durante el cual la vida espiritual de la nación se caracterizaba por una atenuación de las inquietudes intelectuales en una gran parte de la población. Pero lo que en tiempos de la URSS se llamaba "lucha ideológica" no desapareció. Y en esta lucha no gana el país que manipule mejor a la gente sino el país donde la gente tenga un nivel mayor de convicción ideológica.

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Es verdad, el mundo ahora es muy distinto. Los arsenales nucleares y las armas de alta precisión representan un potente factor de contención del uso de la fuerza militar en los conflictos. Se dejan, como quien dice, para caso extremo. Ahora se intenta alcanzar los objetivos principales con el uso de la "fuerza blanda", que incluye muchas herramientas. Entre otras, un arma, nueva en muchos aspectos, como la propaganda moderna, cuyo uso da lugar a la guerra informativa. Las pruebas elocuentes de ello son numerosas revoluciones de colores y golpes de Estado. Los países, las sociedades y las naciones incapaces de organizar una resistencia eficaz y repeler la agresión mediática, están condenados al fracaso con unas consecuencias políticas similares al fracaso en una guerra convencional.

Es, sin duda, un fenómeno nuevo. Es consecuencia de la reducción del área de la actividad cognitiva independiente del individuo, debido al desarrollo de las tecnologías de comunicación, y de la sustitución de esta actividad por el consumo del producto fabricado y suministrado a través de los medios de comunicación y en el proceso educativo. En lugar de enseñar a las personas a pensar y comprender, les enseñan a codificar o decodificar habiendo sustituido los significados por los códigos.

Lamentablemente no podemos dejar de recurrir al arsenal de armas empleadas en las guerras de la información. Está claro que sería mejor prescindir de ellas, quedarnos con el diálogo abierto y equitativo, con el intercambio de opiniones y valores y el contraste de ideas. Es decir, quedarnos en el terreno de la lógica, los hechos objetivos y la convicción racional.

Pero la historia real de la humanidad consta también de páginas oscuras. Quien afirme que puede dirigirse en completa consonancia con los diez mandamientos es o un hipócrita, o un inocente. Muchas veces la historia no deja elegir una jugada honesta. Como dice el proverbio, en tiempo de guerra, cualquier hoyo es trinchera. Y la guerra de la información no es ninguna excepción. Como cualquier otra, obliga a hacer cosas de las que arrepentirse luego pero que ayudan a mantener la soberanía del Estado y la integridad del país, garantizar la independencia de su política.

Lo dicho no es una apología del conocido principio de que "el fin justifica los medios". Sólo constatamos que la política real tiene sus "gajes del oficio". El gran político y estadista no es el que es capaz de evitarlos, es imposible, sino el que los reduce al mínimo en proporción a los fines alcanzados y aprobados por la sociedad.

Entre tales fines siempre han estado y seguirán estando el proteger los intereses nacionales. El Estado y la sociedad deben conseguir este objetivo haciendo uso de todos los medios legales y aprobados por la mayoría. Podríamos operar con los valores humanos fundamentales pero los enemigos de Rusia en la guerra de la información, de hecho, lo devaluaron aplicando la política de dobles estándares.

A los habitantes de los llamados países democráticos durante la Guerra Fría se les inculcó que el "lavado del cerebro" de la población a gran escala sólo tenía lugar al otro lado del "telón de acero". Mucha gente en el espacio postsoviético también se lo creía. Se pensaba que la destrucción de los muros, la apertura de la información garantizaría la libertad de competencia entre las fuentes de la misma permitiendo a las personas elegir libremente lo que más le gustase, lo que estuviera mejor argumentado y reflejara la realidad de forma más adecuada. Resultó, en cambio, como demostró contundentemente el pensador ruso Alexander Zinóviev, que el "lavado de cerebro" ideológico de millones de personas puede ser eficaz en todas partes, en cualquier condición, en cualquier sociedad, sean aisladas o abiertas, independientemente de los muros, fronteras o telones que los rodeen.

Hizo falta que pasasen veinte años tras la desaparición de la URSS, hizo falta una guerra de la información —la que se está desarrollando ahora- para que las personas se den cuenta: el punto de vista distinto del que se impone por los círculos gobernantes de Occidente, se bloquea con la misma dureza que en los regímenes autoritarios. La libertad de expresión en los Estados occidentales es una libertad selectiva y dosificada.

Partiendo de esto consideramos que el principio de la libertad de divulgación de la información ha de ser revisado. A saber: el país, contra el cual fue desatada una guerra de la información, tiene derecho a una aplicación flexible de este principio e incluso a las restricciones legales de su aplicación si lo exige la situación. Por eso no se deben tomar en consideración las acusaciones de agresividad, propaganda, falsificaciones, o, al menos, no hace falta justificarlas ya que Occidente está usando los mismos métodos contra nosotros. Hay que continuar la guerra de la información con la misma intensidad que lo hacemos ahora, hasta que no veamos una perspectiva real de la atenuación de la confrontación.

No es ninguna exageración decir que el grado de la libertad y objetividad de la información relativa a la crisis en Ucrania en nuestro país es infinitamente mayor que en Occidente. En Rusia por ahora no existe un control administrativo total sobre el espacio mediático. Está claro que las principales cadenas de televisión y parte de la prensa están controlados por el "ojo" estatal. Pero no hay restricciones en las redes sociales, tampoco las hay para el intercambio de la información con el mundo exterior.

De ahí deducimos la eficacia del uso de los medios de comunicación masiva en la guerra de la información hoy en día, más que por las medidas legales de prohibición, viene determinada por las competencias profesionales que brindan las tecnologías modernas de información y comunicación para aprovechar las posibilidades de influir en las mentes de las personas. El desarrollo y el uso de tales tecnologías ha de ser el esfuerzo prioritario del Estado involucrado en una guerra informativa.

Como bien se sabe, en la URSS existieron organismos especiales que se dedicaban a la "propaganda especial". A principio de los noventa la gran parte de estos centros se cerró. Hay rumores de que los han reabierto recientemente. Incluso se precisa que son 74 los que han reanudado sus actividades. Sin embargo, a juzgar por nuestros modestos éxitos en este ámbito en el escenario internacional, estos centros o son muchos menos, o es que la calidad de formación en los mismos deja mucho que desear. Entretanto, hay una clara necesidad de los centros que utilicen la experiencia soviética y mundial.

En el extranjero han lanzado la idea que presenta las acciones de Rusia en Ucrania y en torno de Ucrania como un preludio a la nueva Guerra Fría cuyo objetivo esta vez es destruir la civilización occidental, "atlántica". A pesar de lo absurdo de esta idea, resulta muy influyente entre los intelectuales occidentales. Conviene que pensemos en desplegar una campaña propagandística destinada a derribar este mito. Rusia ha sido, es y será parte de Europa. En más de una ocasión Rusia salvó a sus vecinos occidentales de las amenazas como la invasión mongola, la expansión del Imperio otomano, la agresión de Napoleón. Y la contribución de nuestro país en la victoria sobre el nazismo hitleriano fue, sin duda, decisiva.

Hoy la humanidad se encuentra en una encrucijada. Puede elegir el camino hacia la "libertad sin fronteras", el levantamiento de todas las prohibiciones elaboradas por la civilización mundial y la supresión de la frontera entre el bien y el mal. El éxito de semejante experimento es más que dudoso. El otro camino supone, al revés, conservar y enriquecer las instituciones tradicionales, los valores espirituales y morales en los que se basa la civilización europea y mundial. Estas instituciones y valores no impiden de ninguna forma el desarrollo de la humanidad, todo lo contrario, representan uno de sus pilares que sostiene la continuidad del proceso histórico. Rusia es el líder en la lucha por este segundo camino, cuyo significado trascendental para el futuro subrayó en numerosas ocasiones el presidente ruso, Vladimir Putin. Es una misión de Rusia que tiene, sin duda, un significado histórico.

La vida demuestra que uno de los factores más importantes en la guerra de la información son los arquetipos, el conjunto de valores obtenidos por el individuo en la familia, la escuela y la universidad. En la época soviética se diseñó y fue creado un sistema específico de formación. No era el ideal, pero el vacío que lo sustituyó es más peligroso. Sólo en los últimos años se empezó a hablar de la recuperación de la misión educativa de la escuela pública, de la idea y la identidad nacional. Está claro que la idea nacional no puede ser inventada por encargo. Al mismo tiempo, la aparición de una serie de nuevos manuales de historia, el aumento del interés por la enseñanza de la literatura rusa ponen de manifiesto que el avance es posible, la sociedad está preparada. Pero hay que avanzar, en lugar de estar esperando con los brazos cruzados. Nada se hace solo, tampoco en la vida ideológica y cultural.

La actual guerra de la información llegó a una intensidad sin precedentes. Se puede afirmar que estamos viviendo una de las campañas más intensas y de mayor envergadura en la historia de las guerras de información.

El grado y la intensidad de la confrontación entre Rusia y Occidente irá disminuyendo, pero no nos dejemos engañar por eso. Ucrania revela la naturaleza de esta confrontación: es de carácter geopolítico. Al decirlo no nos referimos sólo a la intención de Occidente de apoderarse de los recursos naturales de Rusia (actualmente no hay déficit de ellos), sino a la imposibilidad global de Occidente de aceptar la existencia de Rusia como potencia mundial.

Como señaló, perspicaz, el destacado pensador ruso Alexander Zinóviev a principios de los noventa, la caída de la Unión Soviética no será suficiente para Occidente. Su objetivo es desplazar a Rusia, a su pueblo a la periferia mundial, o, al menos, someter a Rusia a un vasallaje, ya que es el principal obstáculo para realizar el proyecto global del llamado "mundo unipolar". Tenemos que tenerlo en cuenta a la hora de diseñar nuestra estrategia de seguridad nacional.

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