Una visita a Hiroshima décadas después del bombardeo atómico
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La corresponsal de Sputnik Eleonora Shumilova visitó Hiroshima, una ciudad que, en escasos 10 segundos, fue prácticamente borrada de la faz de la Tierra a las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945.
Envejecen los hibakusha
Unas personas rezan en un monumento conmemorativo en Hiroshima
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La sensación de estar en Hiroshima es muy emocionante. Y no solo porque la ciudad recuerda una terrible tragedia. En la actualidad, la edad promedio de los sobrevivientes, conocidos con el término japonés hibakusha, es de 84 años. Se cree que quedan alrededor de 130.000 de ellos en todo el país. Según una encuesta llevada a cabo por la agencia japonesa Kyodo, alrededor del 25% de los hibakusha encuestados señaló que participa cada vez menos en seminarios y debates sobre el tema del bombardeo atómico debido a sus condiciones de salud. Un 13% de los encuestados dijo que ya no participaría en actividades educativas; mientras que un 40% de los sobrevivientes admitió que nunca compartió sus recuerdos de los horrores de esos años porque eran demasiado jóvenes para recordar algún detalle. Solo el 19% de los hibakusha encuestados dijo tener condiciones de continuar compartiendo sus experiencias con otros.

La pandemia empeora la situación: la mayoría de los sobrevivientes cree que el coronavirus le impide promover la idea de la eliminación de las armas nucleares. Y con cada año que pasa, menos hibakusha creen que se lograrán progresos en este asunto.

¿Qué se puede hacer para que estas personas no sean olvidadas? ¿Para que nadie más tenga que experimentar esta despiadada pesadilla de las armas nucleares? Tales preguntas no se me fueron de la cabeza durante todo el viaje, y recibí respuestas a ellas de varias personas con las que hablé en este reportaje.
La verdad de los hechos
El primer punto de mi viaje fue el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima. Allí, el nuevo director del museo, Takuo Takigawa, de 61 años, personalmente llevó a los periodistas extranjeros a una excursión de una hora. El director, nombrado en abril de 2019, describió en detalle cómo el contenido del museo ha cambiado desde el año pasado después de su mayor reforma hasta la fecha, la tercera de su tipo en toda la historia de este lugar.
"Nuestra misión principal es decirle al mundo la verdad sobre el bombardeo atómico. La reforma, completada el año pasado, es el resultado de una década de trabajo de profesores universitarios, de los propios 'hibakusha' y de los expertos del museo. De esta forma logramos recolectar una amplia gama de opiniones", explicó Takigawa.
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La transformación del museo atrajo mucha atención: en 2019, el número de visitantes llegó a 1,76 millones de personas. Esta cifra batió el récord de 1,74 millones, establecido en 2016, cuando Barack Obama se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en viajar a Hiroshima en una visita oficial.
El entonces presidente de EEUU, Barack Obama, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe, se saludan durante una ceremonia en el Parque Memorial de la Paz de Hiroshima en Hiroshima (2016) © AP Photo / Carolyn Kaster
Después de la renovación, el espacio del museo se llenó con una gran cantidad de fotografías y pertenencias personales de aquellos que murieron durante el bombardeo atómico de Hiroshima en 1945. Se creó también una sección aparte, dedicada a los extranjeros que, por estar en la ciudad, también sufrieron durante el ataque. Takigawa explicó por qué se ha decidido rechazar los objetos de exhibición creados artificialmente.
"El concepto principal de nuestra renovación es preservar la verdad sobre los eventos de esos años, incluso después de 100 años, cuando los 'hibakusha' ya no estén con nosotros. Para esto nos guiamos por el naturalismo. Por eso eliminamos los maniquíes que representaban a las víctimas del bombardeo atómico. Se decidió que no se exhibiría más nada artificial".
Además de piezas conocidas, como La sombra de un hombre en una piedra y el Triciclo infantil, el museo logró recolectar más de 5.000 dibujos hechos por testigos de aquellos terribles eventos.

Mientras enseñaba el muro en el que quedaron rastros de la lluvia negra, Takigawa compartió una noticia con los periodistas: el 29 de julio, un tribunal de Hiroshima dictaminó que 84 personas que habían estado expuestas a la radiación por efectos tóxicos fuera de las áreas designadas por el Gobierno fueran finalmente reconocidas como hibakusha.
Anteriormente, las autoridades regionales habían solicitado reiteradamente reconocer como hibakusha a las víctimas de la lluvia negra fuera de las zonas predeterminadas y, por ende, incluirlas en el programa gratuito de atención médica. Sin embargo, debido a la falta de evidencia científica acerca de los efectos de la lluvia sobre la salud de las personas en los suburbios de Hiroshima, el Gobierno central rechazó repetidamente tales solicitudes. Y, pese a que nueve de las víctimas ya hayan fallecido, esta decisión fue el primer logro real en este asunto en los últimos 75 años.
Desde el año pasado, Takigawa se puso la meta de grabar en vídeo la mayor cantidad posible de testigos de la bomba atómica. Su plan era que alrededor de 37 hibakusha participaran en las grabaciones y que la implementación de esta iniciativa tomaría dos años. Sin embargo, es probable que el coronavirus haga sus cambios en lo planeado, consideró Takigawa.
"Creo que el coronavirus ciertamente tendrá un ligero impacto en todo el proceso. Pero tenemos la intención de llevarlo a cabo sea como sea. En esto, también existe un efecto opuesto. Debido a la situación con el virus, el museo estuvo cerrado durante tres meses, por lo que decidimos comenzar a mostrar en internet los 60 minutos ya grabados de testigos de 'hibakusha'. Nos dimos cuenta de lo importante que es continuar nuestras actividades en formato virtual"
Un año para el olvido
Después de la excursión con el director del museo, nos encontramos con Teramoto Takashi, de 85 años, un hombre que sobrevivió por milagro al bombardeo atómico de 1945. En el momento de la explosión, Teramoto estaba en su casa, ubicada a un kilómetro del epicentro de la explosión. La probabilidad de sobrevivir a esta distancia de la bomba se estima en un 50%. Muchos de los que estaban muy cerca de Teramoto durante el bombardeo murieron.
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El octogenario hibakusha compartió su historia con los periodistas:

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses atacaban activamente las principales ciudades de Japón. A partir de abril de 1945, los niños de primaria fueron especialmente evacuados para que se salvaran de los ataques aéreos. A mí, que en aquel entonces era un estudiante de quinto grado, me enviaron a vivir con mis compañeros de clase en un templo en la montaña. De vez en cuando tratábamos de escapar, porque nos hacía mucha falta nuestra casa y no había nada para comer. Pero nos traían de vuelta. Mi madre me visitó el 4 de agosto para llevarme al médico. Inicialmente, planeábamos regresar a casa el 6 de agosto, pero yo estaba tan ansioso por estar en casa lo antes posible que, a pesar del cansancio de mi madre, la convencí de que regresáramos el mismo día. Si hubiéramos regresado el día 6, habríamos evitado el bombardeo atómico. Aún me arrepiento. Después de todo, mi madre podría haber sobrevivido.
En la mañana del 6 de agosto, estaba en casa, escribiendo una carta a mi amigo que estaba en el refugio. Y de repente vi un destello de luz. Todo se cubrió instantáneamente de oscuridad. No tenía idea de lo que acababa de pasar. En la calle, encontré a una vecina que no me reconoció, porque resultó que yo me había herido en la cabeza y tenía la cara cubierta de sangre. Traté de encontrar a mi madre, pero la mujer me convenció de que la salvarían, que nosotros teníamos que correr. Ella me llevó sobre su espalda.
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Cuando estábamos corriendo, vi a una mujer enterrada hasta el cuello bajo los escombros. Todavía no puedo olvidar sus ojos locos, que se movían de lado a lado. El fuego se extendió tan rápidamente. Creo que se murió allá mismo.

En el camino, hicimos una parada en Yokogawa, había muchas personas gravemente heridas. Pero no había medicina, tampoco había equipos médicos. Solo me cubrieron la cabeza con una ropa blanca. Vi a uno de mis amigos con quien jugaba en el patio. Tenía quemaduras graves y caminaba con los brazos extendidos. Parecía que jirones de ropa colgaban de sus brazos. Solo de cerca me di cuenta de que se trataban de piezas de piel. Más tarde me informaron que murió un par de días después. La vecina que me salvó murió después de unos 2 o 3 meses. El mismo destino le tocó a muchos otros que se habían reunido en Yokogawa.

Luego me mudé a vivir con mi tía en un pueblo, y me cuidaron muy bien. Mi padre me dijo que mi madre se había salvado, así que estaba ansioso por verla nuevamente cuando se recuperara. Pero el tan esperado encuentro nunca sucedió. Al final resultó que, día tras día, mi madre solo se debilitó. Se murió el 15 de agosto.

Pero yo sobreviví. Un año después, en abril de 1946, volví a la escuela, volví al quinto grado. Pero no pude olvidar aquel 1945. Todavía me duele hasta el día de hoy que hice preocupar a mi madre y que ella sufrió una muerte tan cruel. Diferentes pensamientos y sentimientos me han agobiado a lo largo de toda mi vida posterior.
¿Cómo, después de tal tragedia, encontrar la fuerza para perdonar y seguir viviendo? Esta es probablemente la pregunta que más frecuentemente se hace a cualquier hibakusha.
"A menudo me preguntan si odio a Estados Unidos. Mi madre, así como los amigos con los que yo jugaba, fueron asesinados. Como murieron por la bomba atómica, no puedo decir que 'no hay odio en mí'. Realmente sentí odio. Sin embargo, años más tarde, tuve hijos, y luego nietos, y ya no siento odio ni enojo. Todo lo que quiero decir es que esto nunca debe volver a suceder, no podemos permitir nunca más tal crueldad. Este es mi sincero deseo. Cuando comparto mi experiencia con ustedes así, no siento odio, solo quiero decir la verdad sobre esos eventos que no deben olvidarse para que nunca vuelvan a suceder. Lo más importante es que las personas vivan en paz unas con otras, sintiendo la conexión que las une, y se ayuden mutuamente", afirmó Teramoto.
Mantener la paz
Además de Teramoto, participó del encuentro una sucesora del legado de la bomba atómica llamada Okamoto Toshiko. Aunque no nació ni se crió en Hiroshima, ella se mudó de Tokio especialmente para contribuir en la preservación de la memoria de las víctimas del bombardeo atómico y, desde hace casi 30 años, vive en la ciudad bombardeada.

"Cuando vine a Hiroshima por primera vez, me preguntaba cómo sería sobrevivir al bombardeo atómico. ¿Cómo vivieron los 'hibakusha' después de eso? ¿Qué pensamientos les preocupaban? Me di cuenta que me gustaría saber todo esto, así que me uní al programa de sucesores del legado del bombardeo atómico", compartió Okamoto.
"¿Se ha quedado atrás la guerra? ¿Definitivamente no volverá a repetirse? ¿Y las armas nucleares, nunca más serán utilizadas? Tales preguntas me preocuparon durante mis estudios en el marco de este programa. Y debo decir que no lo sé. Pero sé que podemos aprender mucho estudiando el pasado. Y esto es lo más importante. Gracias a este programa, me di cuenta de lo que puedo hacer por mi parte, a saber, hablar con la gente, responder sus preguntas, hacer todo lo posible para que la gente entienda cuán importante es hoy el tema de la paz", afirmó.
Según Okamoto, alrededor de 40 hibakusha participan actualmente en los seminarios del museo para compartir sus historias. En cuanto a los sucesores, en este momento su número es de aproximadamente 150 personas.

"El programa consiste en tres años de estudio. En el primer año, se estudia todo lo relacionado con la bomba atómica, así como la historia de Hiroshima. En el segundo año de estudio, el alumno interactúa con los 'hibakusha' que quieren compartir sus experiencias. Y después de eso, viene lo más difícil: basándose en todo lo que se ha estudiado, es necesario escribir una tesis y hacer una presentación de 45 minutos acerca de ella. Los 'hibakusha' lo evalúan y, si todo está en orden, entonces te conviertes en un sucesor", explicó.

Actualmente, el programa de sucesores del legado de la bomba atómica se ha suspendido debido al coronavirus. Sin embargo, Okamoto espera que el museo inicie reuniones virtuales muy pronto, lo que ayudará a continuar con sus actividades.
"Se puede aprender algo de cada 'hibakusha'. Uno de ellos me dijo una vez: '¿Vives en paz ahora? La paz es una cosa que nos escapa fácilmente. Por favor, agárrala como se debe y luego mantenla en tus manos'. Creo que solo un 'hibakusha' que vivió antes, durante y después de la guerra puede decir tales palabras", afirmó Okamoto.
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"Japón es el único país que ha sido blanco de un bombardeo atómico. Sin embargo, las pruebas nucleares también se llevaron a cabo en Australia y Estados Unidos y las personas en estos lugares también sufrieron a raíz de ellas. Por eso es tan importante contarle al mundo sobre la experiencia japonesa: creo que este es el camino hacia la paz", consideró la sucesora.
Qué llevarse de Hiroshima
Al final del viaje, también hablé con dos jóvenes estudiantes que son voluntarios de La Paz de Hiroshima. Como el día de la excursión coincidió con el final de la temporada de lluvias, logramos hablarles mientras caminábamos bajo el sol por el Parque Conmemorativo de la Paz y cerca de la Cúpula Genbaku (Monumento de la Paz).

Las actividades de los voluntarios de La Paz de Hiroshima comenzaron no hace mucho, en junio de 2019. Sin embargo, ya en febrero de 2020, los jóvenes voluntarios habían logrado realizar excursiones con un total de 232 turistas extranjeros de más de 40 lugares del planeta.

Por qué los jóvenes en Hiroshima están haciendo este tipo de trabajo es una de las preguntas más frecuentes que se les hace a ellos. Ikeda Fuuda, estudiante de segundo año en la Universidad de Hiroshima, siempre quiso probarse a sí mismo en la posición de guía en inglés y contar a la mayor cantidad de personas posible sobre la historia y la vida actual de su ciudad natal. Y aunque las preguntas de los turistas extranjeros a veces son muy difíciles, a él le gusta interactuar con ellos.
"Por lo general, hay muchas cuestiones relacionadas con las relaciones internacionales. Preguntan, por ejemplo, sobre el 'paraguas nuclear' estadounidense o quieren saber mi opinión acerca de que Japón no firmó el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares. Yo considero que Japón, como el único país que ha sobrevivido a un bombardeo atómico, debería desempeñar un papel clave y de liderazgo en el movimiento hacia un mundo libre de armas nucleares", compartió Ikeda.
Nomura Mikaeru, estudiante de tercer año en la Universidad de Hiroshima, creció en Filipinas y vivió allí durante unos 18 años. Su madre es japonesa, por lo que decidió estudiar en una universidad nipona.

"No realizamos excursiones para japoneses, sino para extranjeros. Por lo tanto, pensé que dado que estoy bien versado en cómo los extranjeros suelen ver la historia, es más fácil para mí encontrar un idioma común con los turistas extranjeros", afirmó Mikaeru.
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Al ser preguntado qué es lo que puede llevarse uno de Hiroshima, la respuesta de Nomura es sencilla: "La paz".

"No se trata solo de la ausencia de guerra o la eliminación de las armas nucleares. La paz está en cosas simples. Por ejemplo, usted y yo tenemos diferentes antecedentes culturales, somos de diferentes continentes de la Tierra, pero tenemos la oportunidad de comunicarnos, discutir, tratar de encontrar un entendimiento mutuo. Y el hecho de que podamos hacer esto ya sugiere que hemos logrado la 'paz', al menos en este sentido tan pequeño. Creo que esta es una adquisición realmente valiosa que puedes llevar contigo y transmitir a los demás", afirmó Nomura.
Este consejo me hizo recordar las palabras de la hibakusha Keiko Ogura, dichas en una sesión informativa en línea realizada solo un par de días antes del viaje:
"Cuando estén en Hiroshima, no solo hablen de los terribles que fueron esos tiempos, sino miren lo hermosa que es Hiroshima ahora. Queremos que vean cómo renació Hiroshima. Nuestros tranvías reanudaron su trabajo tan solo tres días después del bombardeo. No teníamos absolutamente nada que comer, pero todos trabajábamos incansablemente. Después de cinco años, creamos un equipo de béisbol llamado Hiroshima Carp. No importa cuán terribles sean los tiempos que pasemos, siempre podemos ponernos de pie si hay esperanza. Sabemos renacer. Así que echen un vistazo a Hiroshima y sorpréndanse de lo hermoso que es, de que todo es posible, si hacemos un esfuerzo", dijo Ogura.
Como resultado del bombardeo en 1945, la población de Hiroshima, que en ese momento era de unos 350.000 habitantes, perdió alrededor de 140.000 ciudadanos. Actualmente, la ciudad es el hogar de más de 1,9 millones de personas.
© Sputnik / Eleonora Shumilova
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