En agosto del 2016 el emperador Akihito declaró por la televisión que le resultaba difícil desempeñar las funciones debido a su avanzada edad y que preferiría entregar el poder al heredero. Sin embargo, la legislación de Japón no contenía cláusulas para que los emperadores vivos dejaran su cargo.
La fecha de abdicación fue elegida debido a las fiestas del mayo que los expertos consideraron como la única temporada conveniente para un tranquilo traspaso del poder. La comisión incluía a las autoridades y fue encabezada por el primer ministro del país, Shinzo Abe.
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Tras la abdicación el hijo mayor de Akihito, Naruhito, llegará a ser el emperador, y el gobernador actual obtendrá el título de joko —así históricamente se llamaban los emperadores japoneses que abdicaban en favor de un sucesor—.
La última abdicación real en Japón tuvo lugar hace 200 años, en 1817. En los demás casos hasta la fecha, el título del emperador se heredaba por los sucesores tras la muerte del monarca.