Washington 'despacha sus armas estratégicas más sofisticadas a la región y con seriedad considera un ataque preventivo contra Corea del Norte'. Pyongyang 'sigue diciendo que la confrontación es inminente así que nadie sabe qué puede pasar el día siguiente'.
Así cubren las tensiones en la península de Corea algunos de los medios mainstream occidentales. Y tal vez en el único lugar donde no hay pánico es, asombrosamente, en Corea del Norte.
El corresponsal de Sputnik, Andréi Olfert, que viajó a Corea del Norte para asistir a las celebraciones del 105º aniversario del nacimiento de Kim Il-sung, que tuvieron lugar el 15 de abril, vio con sus ojos que la capital del país vive una vida tan normal que no parece estar preparándose para una guerra nuclear con Estados Unidos.
La razón detrás de esta calma del pueblo norcoreano se radica en el hecho de que los medios norcoreanos no tratan de dramatizar la situación de manera excesiva. Parece que la jefatura norcoreana considera irracional preocupar a la población con cosas cuya solución solo depende de los diplomáticos del país juche.
Segundo, al parecer los norcoreanos comunes están seguros de que su país dispone de medios de disuasión nuclear así que no habrá ninguna guerra. Y en caso contrario, quizá piensen que la guerra será tan devastadora que "no habrá ninguna posibilidad de sobrevivirla, por tanto no tiene sentido preocuparse", reflexiona Olfert.
Los habitantes de Pyongyang se apuran para llegar a tiempo a su trabajo, regresan a sus casas con sus compras, esperan un autobús en colas, pasean por las calles con sus familias, charlan con sus amigos y gozan del buen tiempo que recientemente ha llegado a Pyongyang.
La única señal de que el país está listo para librar una guerra contra los 'imperialistas estadounidenses' son los carteles con este tipo de eslóganes puestos en muchos rincones de la capital norcoreana. No obstante, no son los únicos, hay otros que llaman a aumentar el nivel de vida en el país.
Lo más 'aterrorizador' de las recientes celebraciones en Pyongyang fue el desfile militar, que parece más intimidante en televisión de lo que en realidad es. Según relata Olfert, los comandos norcoreanos, que marchaban por la plaza central de Pyongyang con rostros imperturbables, solo una media hora después del desfile marchaban a sus casas ya con caras relajadas.
Una hora después del desfile solo quedan varios grupos pequeños de personas que limpian la calle de basura. Así Pyongyang regresa a su vida cotidiana, lejos de la retórica belicosa.