A pesar de ser los mayores socios comerciales del mundo, tanto China como Estados Unidos deben ser conscientes de este peligro mientras llevan a cabo su política en el este asiático, considera Ted Galen Carpenter, investigador principal del instituto Cato en temas de defensa y política internacional.
Los múltiples casos de pruebas nucleares y lanzamiento de misiles balísticos por parte de Pyongyang, se han convertido en un dolor de cabeza no solo para Tokio y Seúl, sino también para Pekín. Los funcionarios chinos parecen sentirse cada vez más frustrados al ver como su 'aliado' continua estas prácticas, a pesar de sus peticiones, súplicas e incluso advertencias. No es de sorprender que en la cúpula china aumenten los temores de que Kim Jong-un llegue a hacer algo verdaderamente imprudente, que desencadene una guerra en la península coreana.
Entre ellas destaca la negativa de ratificar el denominado consenso de 1992, mediante el cual la República de China —Taiwán— y la República Popular del continente acordaban el "principio de una sola China", aunque sin especificar su estatuto.
Ahora, el Gobierno isleño ha tomado medidas que complican aún más la ya delicada situación en el Mar del Sur de China. Y es que, según informa United Press International, Tsai Ing-wen ha dado el visto bueno para la construcción de un sofisticado complejo militar en Itu Aba, una isla disputada además por la China continental, Vietnam y Filipinas. Por si fuera poco, el gobierno taiwanés aparentemente pidió a Google difuminar las imágenes satelitales del sitio para ocultar la construcción militar.
El Mar del Sur de China es la zona que acoge a otro cliente estadounidense con gran potencial de hacer la vida más difícil para Washington: Filipinas. Su presidente Rodrigo Duterte es la personificación de un aliado problemático, considera el autor del artículo.
Los medios se centraron en sus palabras, más que en el contexto en las que fueron pronunciadas. Duterte entonces denunciaba que "Filipinas ya no es una colonia, sino un país soberano" y no iba a soportar injerencias de Washington en su política.
Aunque esta afirmación podría estar destinada al espectador interno, las autoridades de Estados Unidos pueden estar tratando con un líder obstinadamente inclinado a perseguir su propia agenda. A pesar de todo,Washington se vería obligado a apoyar a Manila de desatarse un conflicto con Pekín por el control sobre el Mar del Sur de China.
Estados Unidos tiene ya suficientes dolores de cabeza con los que le causan los problemáticos socios como Turquía y Arabia Saudí en Oriente Próximo, así como los estados bálticos y Polonia en Europa, que no ven el día en el que le permitan enfrentarse a Rusia, pero eso ya es otra historia.