Un hombre normal, de 30 años de edad, es, sin embargo, una anomalía en la sociedad afgana por tener la piel blanca y no "verde", según afirman los propios afganos.
Gholamreza es hijo de una familia originaria de este país residente en Irán. Hace seis años volvió a la tierra de sus ancestros y, por el momento, trabaja en una empresa de Kabul, aunque asegura que se siente profundamente aislado, ya que es poco probable que encuentre en la capital del país a alguien que se le parezca físicamente.
"A menudo me confunden con un alemán", asegura Gholamreza a Sputnik. "Y los que vivieron los tiempos de la presencia del contingente militar de la URSS en el país creen que soy un 'shuravi' —'soviético', en idioma persa—", añade.
La policía le complica la vida
"En muchas ocasiones, me tiraban piedras y me gritaban insultos en un mal inglés. Tenía que huir", atestigua el protagonista de esta historia.
Según explica él mismo, un día las fuerzas del orden detuvieron su coche justamente cuando no llevaba consigo el documento de identidad. Los policías afganos le pidieron 5.000 afgani —50 dólares, al cambio— por la 'infracción'. Afortunadamente, el hombre consiguió regatear el precio de su libertad, y lo rebajó hasta los 1.500 afgani.
A pesar de que acabó teniendo que pagar una multa, "a nadie se le había ocurrido que un extranjero pudiera regatear tan hábilmente", señala Gholamreza.
No puede acudir a la mezquita
La presencia de este afgano de ojos azules en los santuarios musulmanes causa en los presentes demasiadas preguntas.
"Una vez logré entrar en una mezquita. Apenas empecé la oración, la gente se puso a sacarse fotos conmigo", se queja.
"Y luego los chicos colocaron las fotos en Facebook con comentarios como 'un extranjero convertido al islam reza en la mezquita a nuestro lado'".
Desafortunado en el amor
Gholamreza Majidi echa de menos los tiempos felices de su vida en Irán.
"A mí, como a cualquier rubio, me apreciaban allí, me distinguía de los demás. Para las jóvenes iraníes, el pelo rubio es el mayor atractivo masculino. Sin embargo, en Afganistán, mi aspecto representa una desventaja", sostiene.
El protagonista de esta insólita historia resume su situación afirmando que el parecido físico con un europeo convierte a cualquiera en objeto de permanente agresión.