"Una vez completado el trabajo de limpieza en la zona de Causeway Bay, el episodio de la ocupación ilegal durante más de dos meses ha terminado", ha dicho Leung a la prensa con triunfalismo.
Han sido en realidad casi tres meses durante los que los estudiantes han pedido reformas democráticas y la dimisión de Leung, a quien acusan de haber ordenado la represión policial durante el inicio de las protestas.
Tanto el Gobierno de Hong Kong como Pekín se han mostrado impasibles ante las reclamaciones y ordenado el fin de las protestas por considerarlas ilegales y lesivas para la excolonia.
"Además de las pérdidas económicas, creo que el mayor sufrimiento para la sociedad hongkonesa es el daño al imperio de la ley por un pequeño grupo de gente", ha continuado Leung.
Las protestas reunían en las últimas semanas a apenas unos pocos irreductibles pero en sus primeras etapas llegaron a acumular a cientos de miles de manifestantes.
Un centenar de policías ha llegado esta mañana al punto de ocupación en el distrito comercial de Causeway Bay para retirar las barricadas y tiendas de campaña de unas decenas de estudiantes.
La mayoría ha empaquetado sus pertenencias y se ha marchado por voluntad propia, mientras una minoría se ha resistido en el suelo y ha tenido que ser arrastrada por los agentes. La policía ha practicado 17 arrestos, según la prensa local.
El punto de Causeway Bay ha sido el menos mediático de los tres del movimiento, sin las aglomeraciones de Admiralty, ni los episodios violentos de Mong Kok.
El primero fue desmantelado el jueves pasado, mientras el segundo había sido limpiado a finales de noviembre.
Los estudiantes se han retirado de los puntos de protesta prometiendo que regresarán y que estos meses solo han sido el principio de un largo camino de desobediencia civil.
Los líderes proponen nuevas formas de presión sin que surja una voz preeminente hasta ahora que indique qué camino se va a tomar después de que las mayores protestas callejeras en China desde Tiananmén en 1989 no hayan dado ningún fruto.
Sus intentos han sido tan variados como inútiles. Las autoridades de Hong Kong han ignorado sus invitaciones a hablar con la excepción de un debate televisivo al que acudieron solo para despejar balones.
Desesperados por el pasotismo e inutilidad de sus gobernantes, los estudiantes intentaron llevar sus pretensiones a la capital solo para comprobar que sus visados eran rechazados.
En la última semana incluso tres de ellos emprendieron una huelga de hambre.
El último desalojo llega cuando el tiempo había jibarizado el movimiento a unas decenas y alejado la atención global, la simpatía social de los inicios había mutado en más de un 80% de hongkoneses anhelantes de que dejaran de incordiar y algunos grupúsculos escindidos ya amenazaban con acciones violentas contrarias al espíritu pacífico fundacional.
Los estudiantes y la plataforma cívica Occupy Central exigen que el sufragio universal de 2017 se celebre con la libre elección de candidatos en lugar del filtro que impone Pekín, un sistema que califican de "farsa democrática".
