El primer sábado de julio, Buenos Aires transformó en Rusia a uno de sus lugares más icónicos: la Avenida de Mayo. Además del acento porteño, se podía escuchar ruso, al tiempo que el aroma de las comidas tradicionales de las lejanas estepas envolvía y abría el apetito de los transeúntes. Todo entre músicas folclóricas y personas vestidas con atuendos tradicionales eslavos.
Se trata del festival anual 'Buenos Aires celebra Rusia'. En esta ocasión, la céntrica vía se corta al tránsito para dar lugar a una verdadera fiesta en la que argentinos (de ascendencia rusa o no) e inmigrantes festejan la diversidad cultural y el encuentro entre sus pueblos.
Hoy Buenos Aires Celebra Rusia a partir de las 12 h en Avenida de Mayo y Bolívar. Mirá todas la actividades: https://t.co/E4m1M0xBg8 🇷🇺 pic.twitter.com/FJHcV4vksF
— Desarrollo Urbano (@DesUrbanoBA) 1 de julio de 2017
¿Qué tal comer un varéniqui imaginándose un viaje al tiempo hacia la Unión Soviética? En Buenos Aires es posible. El restorán CCCP, el acrónimo en alfabeto cirílico de la URSS, te da la posibilidad. En su local del tradicional barrio de San Telmo, el comedor está ambientado con memorabilia de la época soviética. En ocasión del festival, se trasladaron a la calle para el disfrute de los visitantes.
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"Tenemos dos patrias: una que es Rusia y otra que es Argentina. Siempre se extraña. Tratamos de mantener las tradiciones: hablamos ruso en casa, a veces en el negocio también, porque viene gente rusa y ucraniana", comentó a Sputnik.
Según Ksenia, la fecha ineludible para celebrar es el 9 de mayo, Día de la Victoria, pero este año están pensando cómo conmemorar el centenario de la Revolución de 1917 en octubre o noviembre. "Es algo muy importante en nuestra historia, en nuestra cultura", comentó Ksenia, quien nunca volvió a su país de nacimiento pero planea hacerlo.
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Para los que tienen nostalgia de los tiempos actuales y quieren comprar esas cosas que les hacen acordar a su añorada patria eslava en el presente, Natasha vende comida y algunos objetos más, como juguetes y chocolates. Llegó a Buenos Aires hace 17 años como madre soltera de tres hijos, "sin saber el idioma ni conocer a nadie". Luego tuvo un hijo más.
Ofrece platos rusos por encargo, como pelmeni, piroshki, varéniqui, ensaladas Olivier o Shuba, y, a quienes les gusta el dulce, torta Napoléon. "Comida fresquita y rica", acota orgullosa. Aquellos padres que quieren conservar la tradición en casa y ver a sus hijos jugando con muñecos del cocodrilo Guena y Cheburashka, pueden estar tranquilos: Natasha también tiene esto a disposición de sus clientes.
"Estoy contenta, feliz. Tengo muchos clientes y me gustaría tener más", dice risueña, aunque admite que su adaptación en Argentina tuvo "momentos buenos y malos, como en cualquier lado".
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"Muchos vienen para aprender ruso no solo por el tema del Mundial [Rusia 2018]. Tenemos muchos alumnos que quieren ir a Moscú y viajar. Nosotros ayudamos a la gente para aprender el idioma básico. Como siempre dicen, está Europa, Asia y Rusia, que es muy diferente de todo", dijo la docente.
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No es necesario tener sangre rusa para pertenecer a esta colectividad. De hecho, varios de los bailarines del grupo Vecherinka del Club Nicolás A. Ostrovsky de Lanús Oeste, al sur de Buenos Aires, no tienen un antepasado eslavo.
"Es algo bueno que se sepa, porque yo soy de ascendencia española. Muchas veces uno no es ruso y no se quiere integrar a la colectividad por miedo a que no te acepten. En nuestro grupo por suerte integran a toda la gente que va", dijo a Sputnik Juan Cruz Ardohain, de 21 años, uno de los bailarines del club ruso, que tiene más de 70 años de existencia dedicados a la difusión de la cultura y las tradiciones eslavas.