"Es uno de los principales problemas que tendremos en Brasil en el futuro, sobre todo cuando vemos la actual coyuntura mundial (el Brexit, el ascenso de la extrema derecha europea, Donald Trump); hay una especie de ola conservadora que está llevando al poder a líderes que se sitúan fuera del sistema político establecido y que crecen precisamente en ese discurso de negación de toda la clase política", dijo a Sputnik el profesor de ciencias políticas de la Universidad de São Paulo, Rafael Moreira.
La corrupción está en el centro del debate público brasileño desde hace más de tres años, cuando arrancó la operación Lava Jato (lavadero de autos en portugués), como se dio en llamar la investigación judicial del esquema de corrupción a partir de la petrolera estatal Petrobras.
En la calle crece el discurso de que es necesaria una "limpieza general" porque en Brasilia "son todos iguales", pero los expertos advierten del riesgo de este tipo de proclamas.
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"A partir del momento en que se empieza a generalizar y a ver la política como una cosa negativa se abre espacio para que surjan líderes populistas, con discursos simplistas, apuntando soluciones fáciles para problemas que son complejos y fomentando un discurso de odio, que suele dirigirse a la minorías sociales de cada país", advirtió Moreira.
En cualquier caso, ese sentimiento de repulsa hacia los "políticos corruptos" no es nuevo y tomó fuerza a lo largo del año pasado con las multitudinarias marchas anticorrupción que llenaron las calles del país, en la mayoría de casos dominadas por la derecha y con un objetivo claro: la destitución de la entonces presidenta Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores, PT).
Pero en los últimos meses estos grupos de "populismo de derecha" fueron modulando su discurso, explicó a Sputnik la profesora de sociología de la Universidad Federal de São Paulo, Esther Solano.
"Al principio su lema central era el 'antipetismo' (odio hacia el PT de Rousseff y del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva), pero ahora están avanzando hacia un discurso antipolítico generalizado; han hecho propuestas programáticas, pero lo que más los define es su debate sobre la corrupción, con un discurso moralista de 'pasar Brasil a limpio'", remarcó Solano.
La experta concluyó que la aversión al PT sigue siendo el elemento que une a personas de diferentes sensibilidades del espectro conservador, con base en encuestas realizadas a pie de calle en la última manifestación anticorrupción convocada el 26 de marzo en São Paulo (sur) por estos movimientos.
El rechazo a definirse políticamente se refleja también cuando la mayoría de encuestados (72,9%) decían no identificarse con ningún partido político, pero en cambio no tenían dificultades en apuntar a quién rechazaban categóricamente: 84,8% se declaraban "muy antipetistas".
Pero el odio al principal partido de la izquierda brasileña no se traduce en entusiasmo hacia las opciones conservadoras: el Gobierno de Michel Temer (del Partido del Movimiento Democrático Brasileño) cuenta con apenas el 10% de aprobación popular.
El diputado ultraderechista Jair Bolsonaro (Partido Social Cristiano), conocido por sus comentarios racistas, homófobos y misóginos contaría con el 6,5% de los votos en las elecciones de 2018, según una encuesta reciente encargada por la Confederación Nacional del Transporte (CNT).
A primera vista es un porcentaje pequeño, pero en realidad supera las intenciones de voto del que fuera segundo en los últimos comicios presidenciales y candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves (2,2%).
En su partido, principal representante de la centroderecha en Brasil, surge con fuerza la figura del nuevo alcalde de São Paulo, João Doria, para muchos analistas políticos un ejemplo perfecto del triunfo del "antiestablecimiento".
Doria era hasta hace poco un empresario de éxito, y se hizo con la alcaldía de la ciudad más grande de América del Sur con un discurso de que no es un político, sino un buen gestor.
El caso Odebrecht es una ramificación del caso Petrobras que destapó la operación Lava Jato; las declaraciones de exdirectivos de la empresa pusieron de relieve en los últimos días un sistema que durante años financió de forma irregular las campañas electorales de prácticamente todos los partidos del arco parlamentario.