Entre ellos destaca atareado el maestro de ceremonias, el carnavalesco Leandro Vieira, una especie de director artístico del desfile más esperado del año.
Con apenas 33 años y debutando en la primera división del carnaval carioca Vieira consiguió el año pasado proclamar campeona a Mangueira después de 12 años de sequía con un "enredo" —el tema del desfile— dedicado a la cantante Maria Bethânia, quien celebrara 50 años de carrera.
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Esta vez cuenta con el aval del triunfo, pero también con la presión de las altas expectativas, como explicaba en una entrevista con Sputnik, donde revelaba que para este año preparó un desfile sobre la relación de los brasileños con lo sagrado. El lema es "Só com ajuda do santo" (Sólo con la ayuda del santo).
"No es un desfile sobre la religión, sino sobre cómo el brasileño se relaciona con lo divino", puntualiza Vieira, que mostrará en el Sambódromo la riqueza de la mezcla de las influencias europea, indígena y africana para mostrar al mundo la diversidad de Brasil.
Remarca también la relación espontánea y de confianza que el brasileño tiene con los santos: las estatuillas de San Antonio se ponen boca abajo para pedir matrimonio y en el candomblé a las divinidades se les ofrece comida y hasta cachaza —es muy común la expresión "dar de beber al santo"—.
Ante todo el carnavalesco destaca la riqueza que aporta el sincretismo religioso: "Para un europeo y algunos brasileños una imagen de un caballero matando un dragón es San Jorge; para otros en esa imagen está representado el orixá Ogum; Igual que para algunos Nuestra Señora de la Concepción es la Inmaculada para otros es la orixá Oxum (Oshum), diosa de los ríos y la fertilidad".
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Esa ambivalencia de la iconografía religiosa pisará el Sambódromo la noche del lunes de carnaval en forma de gigantescas carrozas, pero Vieira es consciente que no todos los brasileños sentirán lo mismo cuando vean el majestuosos dragón plateado que ha diseñado para rendir homenaje al santo guerrero.
La samba, históricamente muy ligada al culto que los negros trajeron de África, tampoco es del gusto de muchos pastores.
En los últimos años el número de evangélicos en Brasil creció exponencialmente: ya son el 29% de la población, siete puntos más que hace seis años, y los católicos dejaron de ser mayoría, según un estudio de Datafolha.
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De igual forma crecieron las agresiones por "intolerancia religiosa", delito que acabó siendo tipificado como tal en el código penal.
Vieira sabe que para los más fundamentalistas el desfile de Mangueira celebrando los santos de forma festiva puede ser una monumental herejía, pero intenta quitar hierro al asunto: "Esos mismos evangélicos son brasileños, y son herederos de todo eso. La herencia ancestral, cultural, es una cosa que no puedes negar", dice, destacando la armonía con la que, en general, conviven todas las religiones.
"Es algo heredado. Conozco decenas de evangélicos que se visten de blanco en fin de año y saltan las olas [tradición que viene del culto a Yemayá, la diosa del mar en la umbanda y el candomblé] Hay aspectos devocionales brasileños que se incorporan al aspecto cultural. Todos somos resultado de lo que alguien antes de nosotros dejó", remarca.
Dice concebir los desfiles de las escuelas de samba como un escaparate de la cultura popular, innovando pero siempre respetando la tradición, porque lo que vuelve espectaculares los desfiles es su carácter "brasileño, nacional y regional".
"El camino es mirar a la génesis. No sirve de nada querer convertir el carnaval carioca en un Broadway o Las Vegas o cualquier otro espectáculo con recursos tecnológicos. Los americanos son imbatibles en hacer eso. Los japoneses siempre serán los mejores en tecnología. Pero nadie hará los desfiles de las escuelas como los brasileños", recuerda.