La "mafia de la basura", según Ricardo, está formada por empresas multinacionales con importantes intereses económicos y durante casi 20 años lograron retrasar la aprobación de una ley nacional de basuras, que finalmente salió adelante en 2010, con el nombre de Plan Nacional de Residuos.
Sin embargo los avances fueron escasos, según el ecologista.
"El reciclaje es obligatorio pero nadie lo cumple. En Río de Janeiro, que es una de las ciudades más avanzadas del país, tan solo se recicla el 2% de los residuos, imaginá en el resto [del país]", señaló.
El reciclaje se limita a los barrios acomodados de la zona sur y en muchas barriadas de la periferia ni siquiera hay recogida de basuras, agregó Ricardo.
"Desgraciadamente no es un debate de gran interés social: Brasil entierra ocho billones de reales al año (2.500 millones de dólares) en materiales con potencial de reciclaje, estamos enterrando una riqueza y a nadie parece importarle", lamentó.
Por otro lado, en un país con más de 200 millones de habitantes la situación se agravó en la última década con el incremento de la clase media y por lo tanto del consumo.
Al día de hoy, la mayoría de la basura acaba en vertederos controlados, llamados "aterros sanitarios", donde la basura se entierra protegida por una capa de plástico para que no se infiltre en la tierra.
Pero este sistema también presenta problemas: el nuevo depósito de basura se construyó sobre el acuífero de Piranema y, según Ricardo, el líquido de la basura ya está contaminando el manantial debido a accidentes ocasionales.
La construcción de estos "aterros sanitarios" sentenció el final del vertedero ilegal de Gramacho considerado hasta entonces el mayor de América Latina.
Catadores
Se trata de personas de muy baja renta que se ganan la vida recogiendo latas o cartones en calles y vertederos y vendiéndolos a empresas de reciclaje.
Aunque no hay cifras oficiales, se calcula que en Brasil hay entre 600.000 y 800.000 "catadores".
La ley de 2010, que establecía el cierre de los vertederos, pretendía también que los clasificadores pasaran a encargarse del reciclaje en las ciudades, cosa que no ha acabado de ocurrir, con lo que muchos se quedaron sin su precario medio de subsistencia.