El porcentaje contrasta con el de los niños blancos, que cae hasta el 37%, evidenciando la desigualdad racial que afecta a todos los parámetros sociales en Brasil.
No obstante, organizaciones como UNICEF recuerdan que todavía mueren muchos niños por causas que podrían ser evitadas, especialmente los niños indígenas, que tienen el doble de posibilidades de morir antes de cumplir un año que el resto de brasileños.
También hubo avances en la tasa de escolarización; entre 1990 y 2013 el porcentaje de niños fuera de la escuela cayó del 19,6 al 7%, pero aún hay tres millones de niños que no van a clase, sobre todo negros e indígenas de zonas rurales o suburbios de grandes ciudades.
La falta a la escuela está ligada directamente con otra lacra: el trabajo infantil, que afecta a 1,7 millones de niños brasileños de entre 5 y 15 años, según datos oficiales de 2014, que además alertan de que tras años de descenso el número de niños trabajando volvió a subir entre 2013 y 2014, un 8%.
La baja representatividad femenina en la política, el matrimonio infantil y el bajo índice de finalización de la enseñanza media están entre los indicadores que la organización consideró más nocivos para el desarrollo de las niñas.
Brasil es el país peor situado en América Latina e iguala a países como Guatemala, Nueva Guinea, Sudán y Burundi.