"Si los estadounidenses quisieran, hay una solución", pues ellos "están enviando gente a Omán, Kuwait, Bahrein o los Emiratos Árabes Unidos", dijo Begg en una conversación desde Londres por Skype.
Es posible enviar a Jihad a alguno de esos países "que tienen relaciones con EEUU, y la seguridad no sería un problema porque son sitios seguros, y (hombres como Deyab) podrían empezar a reconstruir algo sus vidas en un lugar donde se sientan cómodos, donde encajen", aseguró el portavoz de la organización Cage, dedicada a denunciar las violaciones de derechos de los presos de Guantánamo y otros detenidos en la guerra contra el terrorismo.
El propio Begg, ciudadano británico de padres pakistaníes, estuvo entre 2002 y 2005 en la prisión militar estadounidense de Bagram (Afganistán) y luego en Guantánamo, acusado de pertenecer a la red Al Qaeda, aunque sin cargos y jamás juzgado.
Begg conoció a Deyab en Guantánamo, y habló varias veces con este luego de que fuera liberado en 2014 y enviado a Uruguay junto con otros cinco exreclusos.
"Al principio fue una muy buena historia; todo el mundo saludó la forma en que el pueblo y el presidente (José) Mujica habían acompañado, intentando hacer las vidas de esos hombres un poco más fáciles", dijo Begg.
Cuando se conocieron, Begg notó que Deyab "estaba siempre preocupado por su familia", entonces conformada por su esposa y cuatro hijos, "y lo más triste fue que su hijo de 15 años falleció mientras él estaba en prisión" en Siria.
Pese a las promesas de los estadounidenses, de que buscarían una forma para que se reuniera con sus parientes, "todavía no ha podido verlos", añadió Begg.
Deyab permaneció 12 años en Guantánamo bajo sospecha de pertenecer a una célula de Al Qaeda y fue liberado en diciembre de 2014 tras ser exonerado por el Gobierno de EEUU, que nunca le formuló cargos.
El hombre nunca pudo adaptarse, no encontró la asistencia suficiente ni se reencontró con su familia.
Ahora reclama ser reasentado en un tercer país, de preferencia árabe, para poder reunirse con su esposa y tres hijos que están en Turquía.
"Una persona no puede pasar 12 años en prisión sin cargos y torturada y luego enviada a un país con buena intención, pero (donde) no hay un proceso que le permita volver a ser un hombre, estar con su familia, rehabilitarse y obtener tratamiento médico", dijo Begg.
Sin embargo, el activista no culpa a Uruguay de esta situación.
"Culpo a los estadounidenses, porque fueron ellos los que hicieron esto; Uruguay simplemente trató de ayudar", dijo.
Deyad, quien sufre problemas crónicos de salud y usa muletas, dejó Uruguay a inicios de junio y apareció en Caracas el 26 de julio pidiendo ayuda para volar a Turquía, pero fue detenido, incomunicado por más de un mes y deportado a Montevideo el 29 de agosto.
Apenas retornado anunció a esta agencia que estaba en huelga de hambre.
"Sé que Jihad intentó irse muchas veces, encontrar una forma de llegar a algún lado y tomó medidas desesperadas como la huelga de hambre", describió el activista.
Estos son "actos de una persona desesperada para expresar que necesita seguir con su vida en otro país" y no en uno "en el que no conoce a nadie, ni la lengua, ni las costumbres, ni la cultura".
Uruguay lleva a cabo gestiones directas ante EEUU para encontrar un país que acepte a Deyab.
Begg, quien recientemente recibió en su casa y mantuvo un diálogo público con uno de sus antiguos carceleros de Guantánamo, considera que la situación de Deyab y otros liberados es "criminal".
"He hablado con varios exprisioneros enviados a diferentes lugares, algunos están satisfechos, pero otros se sienten miserables por estar en un lugar donde nunca quisieron estar", dijo.
El patrón, según Begg, se repite una y otra vez: EEUU encuentra cualquier país, manda allí a los liberados y considera que ya cumplió con su obligación.
"Pero es como sacar a un animal del zoológico y, en vez de liberarlo en su hábitat, soltarlo en medio de la ciudad. ¿Qué se puede esperar que pase?", cuestionó Begg.
En su opinión, "Estados Unidos debe ser presionado, porque esto no le pasa solo a Jihad".
Un día antes de la entrevista con esta agencia, Begg mantuvo un diálogo telefónico con otro liberado que vive en Europa oriental contra su voluntad.
"Este exprisionero se quejaba: "Llevo 10 días sin nada que comer…, debería ir a mendigar a las calles", relató.
Luego de ser puesto en libertad sin cargos en 2005, Begg y otros ciudadanos y residentes británicos que estuvieron en Guantánamo litigaron contra el Reino Unido por complicidad con las torturas sufridas; la demanda cesó cuando las dos partes llegaron a un acuerdo extrajudicial.