"Éste es un proyecto ligado a repensar el orden de lo cotidiano, a transformar la rutina y lo establecido. Eso siempre exige un elemento de percepción visual como manera o estrategia para llamar la atención e involucrar al público", contó este lunes a Sputnik el reconocido artista.
El argentino Leandro Erlich consiguió sorprender a todos los porteños cuando descubrieron que el emblema de la ciudad había perdido su cúpula. Mayor sorpresa causó el descubrimiento de que la punta había aparecido en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), y que, en esta ocasión, el público podía ingresar en ella y "asomarse" a las cuatro ventanas del monumento original.
La democracia del símbolo x Leandro Erlich. A partir de hoy en la explanada de MALBA. Gratis! http://t.co/HxAwSYv6sa pic.twitter.com/4hZwuGMh7s
— MALBA (@museomalba) septiembre 20, 2015
"Así como es el ícono que representa la ciudad, es una construcción nunca pensada para ser visitada, a diferencia de la Torre Eiffel o la Estatua de la Libertad", reflexiona Erlich. "El Obelisco no tuvo prevista la idea de que el público general accediera. Eso se ha transformado en una fantasía colectiva, que se pregunta cómo es por dentro, y qué se ve desde arriba. El proyecto tiene que ver con la apropiación de un monumento que nos pertenece a los argentinos, y de cumplir con la fantasía de conocerlo por dentro".
Para crear esa ilusión, lo primero que hizo el artista fue colocar sobre la cúpula del monolito una suerte de capuchón de tres toneladas que imita el material del monumento y que oculta la punta del Obelisco.
Después instaló una reproducción a escala real de la cúspide, desde donde los visitantes pueden ver filmaciones en bucle que el artista realizó desde lo alto del monolito original sobre las avenidas 9 de Julio y Corrientes, la intersección en donde se encuentra el Obelisco.
Nadie se robó la punta del obelisco. En @telenoche con el drone mostramos al "decapitado" 1,2,3 pic.twitter.com/osBJzs1nDq
— Federico Wiemeyer (@wiemeyer) septiembre 21, 2015
"Es una ficción la que uno hace como artista", explica Erlich, de 42 años. "Las interpretaciones en la calle o en las redes sociales han sido muy diversas. Algunos creyeron que realmente le habíamos sacado la punta al obelisco, otros estaban indignados, y poco a poco se fue desvelando el misterio, dando lugar a que se terminara de completar la historia en la explanada del MALBA para que la gente pueda ver la muestra".
El argentino cuenta que el proyecto de la obra se extendió a lo largo de un año. "Hubo que hacer un registro de las ventanas del Obelisco con cuatro cámaras de alta definición. El capuchón fue lo más desafiante porque era una construcción que tuvo que pasar por muchos estudios estructurales. Intervinieron ingenieros para resolver los problemas que pudiera ocasionar el viento, y para hacer una instalación que no produjera daños en el monumento", añade.
Erlich dio un gran paso en su trayectoria en 2001, cuando mostró en la Bienal de Venecia una piscina por la que se podía caminar, otro juego óptico que maravilló en la ciudad italiana. El artista ha recibido los Premios Joan Mitchell Foundation (2001), UNESCO-Bienal de Estambul (2001) y Leonardo del Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina (2000), además del Premio Konex argentino (2002 y 2012).
Erlich indica que su arte no quiere emular la magia. Su aspiración no es generar un engaño en donde la experiencia se limita a hacer algo imposible y que no se puede entender, sino en interpelar la capacidad del ser humano para interpretar la realidad.
"Entiendo que la percepción es nuestra herramienta natural para hacer esa interpretación de la realidad, en tanto es algo que nos modifica el modo de ver las cosas, pero de una manera confusa", finaliza Erlich. "Esa situación permite un quiebre como para empezar a interpretar la historia".
