El escándalo educativo, uno de los mayores que se recuerdan en la historia de EEUU, ha salpicado al sistema público del estado sureño.
Según algunos testigos protegidos, como la entonces maestra Jackie Parks en declaraciones al New York Times, el engaño fue sistemático, hasta el punto de que llegaron a "considerarlo como parte de nuestro trabajo".
Los profesores han sido acusados de asociación delictiva y el tribunal considera probado que cambiaron las notas de los exámenes, manipularon respuestas, filtraron preguntas y adulteraron las pruebas buscando un beneficio económico.
Para reparar el prestigio perdido los medios locales, como el Atlanta Journal-Constitution, que destapó el caso en 2009, hablan ya de penas ejemplarizantes y algunos de los condenados podrían pasar hasta veinte años en la cárcel.
Jerry Baxter, el magistrado que ha juzgado el caso, comentó que "algunos (de los acusados) ya han hecho su cama, y van tener que tumbarse en ella, y hoy es el primer día".
Otros medios, como el periódico U.S. News, van más allá e indagan en las consecuencias sociales del sistema de tests implantado por George W. Bush, conocido como No child left behind.
"Entiendo por qué los administradores escolares cocinan los resultados de sus pruebas. Comprendo a la gente atrapada en la burocracia", comentaba hace años David Simon, creador de The Wire, refiriéndose a los tests escolares y el problema que entrañan para unos colegios amenazados con el cierre si no los superan.
