Si se piensa en un juego de pelota popular en América Latina, seguramente lo primero que venga a la cabeza sea el fútbol. Sin embargo, mucho antes existió en la región mesoamericana —que alcanza la mitad meridional de México, pasando por Guatemala, El Salvador, Belice, el oeste de Honduras, Nicaragua hasta Costa Rica— otro juego de pelota habitual entre los habitantes de las civilizaciones mayas y aztecas.
Comenzó hace aproximadamente 3.500 años, y se le conoce por los estudiosos como ullamaliztli: un juego en el que la pelota se golpea con la cadera. Hoy día se lo conoce como ulama, y casi ya no se lo practica. Sin embargo, más de 2.000 canchas se han encontrado en los territorios que integraron Mesoamérica.
¿Qué es ulama?
Desde que se lo ha comenzado a investigar, "los estudiosos le han asignado diversas funciones y significados al juego: portal hacia el inframundo, espacio para recrear las batallas cósmicas entre cuerpos celestes, rituales de fertilidad, ceremonias guerreras, refuerzo político de los gobernantes o la realeza, escenario para los sacrificios y otros más", escribió el profesor de Historia del Arte de la Universidad de California Manuel Aguilar-Moreno en su investigación "Ulama: pasado, presente y futuro del juego de pelota mesoamericano".
Pero en sus orígenes no era precisamente un deporte. En cambio, se trataba de un ritual que representaba las fuerzas opuestas y complementarias del Universo, según el profesor. La dualidad vida y muerte; sol y luna; día y noche; el bien y el mal y hasta el mundo humano y el inframundo estaban simbólicamente representados en su funcionamiento.
"Las canchas representan el universo y el juego de pelota es una metáfora para los movimientos de los cuerpos celestes, particularmente el Sol, la Luna y Venus; el movimiento de la pelota se puede interpretar como la representación del Sol (la luz, el día, la vida) viajando dentro y fuera del inframundo, cuya entrada está simbolizada por el estrecho callejón de la cancha", precisa.
¿Cómo se jugaba ulama?
La cancha donde se jugaba el ulama original se llama taste y tiene unas medidas de aproximadamente 60 metros de largo y 4 de ancho, dividida exactamente a la mitad por una línea. Paralelamente hay dos líneas, llamadas chichis, que marcan el final de cada parte de la cancha. Los equipos, llamados taures, en general se componían de 3 a 5 jugadores.
En México, además, las canchas tenían un marcador con forma de anillo, hecho de piedra, donde debía pasar la pelota. "El paso de la pelota por ese anillo era un símbolo del momento en que la Tierra se tragaba al Sol", subraya Aguilar-Moterno. El equipo que lo lograba resultaba vencedor y el juego concluía: el otro era sacrificado.
Como forma de ofrenda al Sol, con el fin de que renaciera al día siguiente y que la vida continuara, los integrantes del equipo perdedor eran mutilados y decapitados. "Para que el Sol pudiera derrotar a los poderes del inframundo necesitaba ser alimentado con sangre humana, y así, asociado a las lluvias, producía la germinación de las plantas", explica el académico.
¿Cómo es el ulama hoy?
El deporte de las civilizaciones mesoamericanas prehispánicas ya casi no se practica. Sin embargo, todavía se juega en algunos lugares del estado mexicano de Sinaloa (oeste), y también ha sido llevado al ámbito universitario por la Universidad Nacional de México (UNAM), en la capital mexicana.
Según se explica desde la UNAM, fue el documental "Ulama" (1986), del cineasta mexicano Roberto Rochín, que revivió la expresión cultural de este deporte. Por ello, en la universidad se lo practica.
En el ulama actual, el objetivo es acumular la mayor cantidad de rayas en dos tiempos de 25 minutos cada uno. "La pelota se golpea con la cadera utilizando un solo perfil del cuerpo, en una dinámica parecida al voleibol, pero sin red, en el que un jugador golpea la bola y el otro responde hasta que un conjunto no consigue devolver el esférico, o este sale de la pista", aclara el texto.
Aunque la pandemia ha suspendido indefinidamente la práctica del ulama en la UNAM, los jugadores practican desde sus casas a la espera de que la situación sanitaria sea apta para que puedan volver a las canchas.