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El primer Nobel de la Paz en América Latina: la historia olvidada de un argentino

© AP Photo / Patrick SemanskyMedalla del Premio Nobel de la Paz otorgada a Carlos Saavedra Lamas subastada en 2014
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El argentino Pedro Saavedra Lamas llevó el Premio Nobel de la Paz por primera vez al hemisferio sur cuando, en 1936, puso fin a la guerra más sangrienta de la historia de Sudamérica y evitó una intervención militar de EEUU. Su nombre quedó en la historia pero la medalla del Nobel fue vendida y se perdió hasta 2014, cuando fue rematada.

Los 40 años del Premio Nobel de la Paz recibido en 1980 por el argentino Adolfo Pérez Esquivel sirvieron no solo para recordar la importancia de la lucha social del activista, sino para traer a la memoria el detalle de que el país sudamericano ya contaba con un Premio Nobel de la Paz desde mucho tiempo antes: el otorgado a Pedro Saavedra Lamas en 1936.

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Para comprender la historia detrás de esa inédita distinción —hasta entonces ningún latinoamericano había sido galardonado por su aporte a la paz— es necesario remontarse a las primeras décadas del siglo XX, cuando algunas de las disputas territoriales que Sudamérica había heredado del siglo XIX seguían sin resolverse.

La más importante es la que enfrentó a Paraguay y Bolivia por el territorio conocido como el Chaco Boreal, una zona que había quedado vagamente delimitada y que, al cobrar importancia estratégica para Bolivia, desató una guerra entre ambos países que se extendió entre 1932 y 1935 y que hasta el día de hoy es considerado el conflicto bélico más importante en Sudamérica, con más de 100.000 militares y unos 70.000 civiles muertos.

Este conflicto no era ajeno a Argentina, ya que el teatro de operaciones se había montado en una zona que limitaba con el norte del territorio argentino. Además, Argentina estaba en pleno proceso de erigirse como una potencial regional, que hacía que sus principales dirigentes políticos sintieran la necesidad de intervenir en el conflicto como mediadores y portadores de una cultura de paz, ausente en gran parte del mundo por esos años.

Un artículo de la académica Revista de Mediación ilustra cómo, en aquellos años 30, Argentina soñaba incluso con competir en influencia regional con Estados Unidos, que ya miraba a Sudamérica bajo el cristal de su Doctrina Monroe y no descartaba intervenir en la guerra entre paraguayos y bolivianos.

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Argentina pretendía adelantarse a Estados Unidos y durante los tres años que duró la guerra buscó varias veces servir como mediador en el conflicto. Saavedra Lamas, abogado de profesión y diplomático, había sido nombrado como canciller argentino en 1932 por el entonces presidente Agustín Pedro Justo y bajo ese cargo intentó convencer a las partes de participar de instancias de negociación en la ciudad de Buenos Aires.

La invitación a dialogar recién sería aceptada por Paraguay y Bolivia en 1935, cuando ambos países ya estaban desgastados por el enfrentamiento y sin fondos para continuar. Así fue convocada la Conferencia de Paz del Chaco que sesionó en la capital argentina entre el 11 mayo y el 12 de junio de 1935, día en que se llegó a un acuerdo por el que Paraguay mantenía el 75% del territorio en disputa pero Bolivia aseguraba su acceso al Río Paraguay.

Un artículo del Ministerio de Cultura de Argentina recordando la gesta diplomática de Saavedra Lamas señala uno de los efectos más importantes de aquel acuerdo: a la vez que aseguró la paz en la región, evitó la presencia en la zona de militares de Estados Unidos, potencia que seguía de cerca el conflicto y presionaba para su finalización.

Aquellas negociaciones no solo involucraron a Paraguay, Bolivia y Argentina. Saavedra Lamas también había convocado a representantes diplomáticos de Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Estados Unidos. De esa forma, el acuerdo tuvo un respaldo regional que había comenzado un par de años antes con otro de los grandes logros del canciller argentino: el denominado Pacto Antibélico Saavedra Lamas.

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En efecto, la crudeza de la Guerra del Chaco demostró a los países la necesidad de evitar conflictos futuros entre los países sudamericanos. Así fue que en 1933 —incluso mientras paraguayos y bolivianos seguían en guerra— el Gobierno argentino propuso a Brasil la firma de un Tratado Antibélico de No Agresión y Conciliación.

Según su redacción, el acuerdo apuntaba a "condenar las guerras de agresión y las adquisiciones territoriales que sean obtenidas mediante la conquista por la fuerza de las armas, haciéndolas imposibles y sancionando su invalidez". Como alternativa, los países se comprometían a preferir "soluciones pacíficas fundadas en elevados conceptos de justicia y de equidad".

El acuerdo terminó siendo firmado no solo por Brasil sino también por Uruguay, Chile y México. Más tarde se adhirieron Colombia, Bolivia, El Salvador y Costa Rica. En los años siguientes también firmarían Italia, España, Portugal, Grecia y Bulgaria, entre otros.

© AP PhotoCarlos Saavedra Lamas, primer Premio Nobel de la Paz de Argentina, en 1945
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Carlos Saavedra Lamas, primer Premio Nobel de la Paz de Argentina, en 1945

El Premio Nobel y su destino final

El papel de Saavedra Lamas le valió al diplomático argentino el reconocimiento internacional en un mundo golpeado por la posguerra, la crisis económica de 1929 y el ascenso de discursos de odio que precipitarían la Segunda Guerra Mundial.  Fue así que en 1936 el Comité Noruego del Nobel decidió otorgarle el Premio Nobel de la Paz, convirtiéndolo en el primer sudamericano en obtener el reconocimiento.

Según recuerda el propio Ministerio de Cultura argentino, la noticia no fue recibida con alegría por todos. El propio presidente argentino, Agustín Pedro Justo, reaccionó con disgusto al considerar que el reconocimiento debía ser para él, quien había ordenado a Saavedra Lamas interceder en la Guerra del Chaco.

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Quizás eso influyó en que Saavedra Lamas recibiera la medalla del Nobel de la Paz sin un acto oficial. Los representantes noruegos le entregaron la distinción en su propia casa, en Quintana y Callao.

El primer Nobel de la Paz argentino siguió siendo canciller hasta 1938 y luego se distanció de los cargos de Gobierno para ser rector de la Universidad de Buenos Aires. Falleció en la capital porteña en 1959 con su medalla todavía en su casa. Años más tarde, su único hijo, Carlos Roque Saavedra Sáenz Peña, la vendió como consecuencia de sus problemas con la Justicia.

La presea fue a parar a una casa de empeños y en las décadas siguientes pasó de mano en mano entre privados. Volvió a tomar notoriedad pública el 29 de marzo de 2014, cuando la casa de subastas estadounidense Stack’s Bowers la puso en remate. Ese día fue adquirida por un coleccionista asiático que pagó 1.116.250 dólares y se quedó con un símbolo de la victoria de la diplomacia y el fin de la guerra más sangrienta de Sudamérica.

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