"El sector enfrenta uno de los retos más importantes de su historia; necesitamos hacer que los destinos turísticos mexicanos sean mucho más eficientes y conseguir responder de forma segura ante las amenazas sanitarias", señaló a Sputnik el director del Consejo Nacional Empresarial Turístico, Braulio Arsuaga.
La llamada "industria sin chimeneas" es fundamental para la economía mexicana y representa 8,7% del Producto Interno Bruto.
Pero la crisis sanitaria ha dejado graves secuelas sobre este sector: una caída radical en el número de turistas extranjeros.
La Secretaría de Turismo, con rango ministerial, estima que el número de visitantes del exterior caerá a 19,7 millones, frente a los 23,3 millones esperados.
Miguel Torruco, titular de esa cartera federal hizo ese sombrío anuncio en el reciente Tianguis Turístico Virtual, feria que reúne a miles de compradores y vendedores del rubro.
México no sólo ha perdido como destino turístico, sino también millonarias inversiones, según un balance oficial del primer semestre de este año.
Ese informe estableció que entre enero y junio de 2020, México atrajo inversiones de capital extranjero por 350,8 millones de dólares para proyectos de hoteles, líneas aéreas y demás servicios relacionados con el turismo.
Esa cifra significa una pérdida de casi un tercio de la inversión extranjera directa en el sector con respecto al primer semestre de 2019, cuando recibió 507,7 millones de dólares.
Habitación vacía
"Muchas de las actividades que se contemplan en el turismo no sólo son recreativas o culturales, sino que también tienen implicaciones económicas muy serias para el conjunto de la economía. Si antes del COVID-19 el sector turístico era uno de los más fuertes, actualmente es uno de los sectores más afectados", explica Arsuaga.
Algunas cadenas hoteleras y agencias de viaje han organizado turnos por meses para no tener que despedir trabajadores, pero aun así no es suficiente.
"Nada más triste que un hotel vacío", señala a esta agencia Jaime Velas, empresario hotelero de Nayarit, en las costas del Pacífico, en cuyos balnearios la disminución de visitantes ha sido notable.
"Habitualmente tenemos ocupaciones promedio de entre 80 y 85% a lo largo del año, con picos de ocupación plena en las temporadas altas, pero este año la ocupación no promedia ni el 33%", agrega el propietario de un hotel boutique que emplea a unas veinte personas.
Otro ejemplo es el aplazamiento del segundo complejo hotelero que la firma española Iberostar planeaba comenzar a levantar este año en el sector de Litibú en la Riviera de Nayarit, con 300 habitaciones y una inversión estimada de 80 millones de dólares.
La construcción se paralizó por el comienzo de la pandemia y todavía no hay una fecha precisa para el reinicio de actividades.
Más que playa
Junto a los hoteleros y sus empleados sufren miles de guías turísticos, agencias de viaje, transportadores terrestres y aéreos, y el propio Estado pierde ingresos por impuestos en estos servicios.
Las aerolíneas mexicanas sufren una disminución de viajeros locales de 48% y 52% de viajeros internacionales, y han transportado menos de la mitad de pasajeros habituales.
"Los protocolos que se han estado implementando a nivel mundial apuntan en ese sentido; por ejemplo, la realización de pruebas de detección de COVID-19 han demostrado ser una forma que permite abrir el turismo de forma segura", expresó la experta en un evento de la Organización Mundial del Turismo, transmitida por internet.
Ahora México sueña con ver reflorecer sus más de 3.000 kilómetros de playas que quedaron solitarias; 182 áreas naturales protegidas; 193 zonas arqueológicas y diez ciudades declaradas patrimonio de la humanidad.