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Frontera cruel: tragedia en la localidad peruana límite con Brasil castigada por el virus

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LIMA (Sputnik) — Palestina es la localidad amazónica más remota del departamento peruano de Ucayali. Con Brasil a poco minutos, sus habitantes solían aliviar las estrecheces de una vida precaria cruzando la frontera donde encontraban mejores bienes y servicios. Pero ahora la pandemia lo cambió todo.

Palestina, un pueblo pequeño que apenas figura en las estadísticas oficiales, está ubicado en la provincia de Purús, que posee una realidad demográfica diversa: tiene una población de cerca de 3.000 habitantes de ocho etnias indígenas: los cashinahuas, sharanahuas, culinas, mastanahuas, asháninkas, yines y shaninahuas.

Además, la provincia es hogar de la reserva natural más grande de Perú: el Parque Nacional Alto Purús, que abarca cerca de 2,5 millones de hectáreas. Esta reserva acoge, a su vez, a la Reserva Indígena Mashco Piro, donde existen grupos originarios en aislamiento o contacto inicial.

Selva negra

Purús está lejos de todas partes, se llega a ella únicamente en avión o avionetas, y ese aislamiento le ha permitido mantener una biodiversidad sorprendente, además de la belleza intocada de sus bosques. Sin embargo, ese mismo aislamiento supuso el golpe más duro que haya experimentado con la llegada del nuevo virus.

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Roger Muro es sociólogo especializado en pueblos amazónicos, además de haber sido asesor de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana y la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, dos de las instituciones más aplicadas en temas de defensa de los derechos de los indígenas.

"Al inicio de la pandemia (marzo) se tomaron algunas medidas de prevención. La principal fue el cierre de fronteras con el Brasil, algo que se hizo entre las comunidades junto con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp)", explica Muro a esta agencia.

Desde el cierre de fronteras, la mayoría de comunidades de la cuenca del río Purús optaron por aislarse aun más, en una relativa calma que se quebró el 7 de julio cuando un bebé con un cuadro de fiebre fue derivado al centro de salud de Puerto Esperanza, capital de Purús, donde dio positivo por COVID-19. La familia del bebé había burlado el control fronterizo en Palestina y estaban de regreso de Brasil, según informó el medio local Servindi.

Desde entonces las cosas se pusieron feas. Aparte del bebé, 6 personas, cuatro adultos y dos niños, también dieron positivo al virus y las alarmas se encendieron considerando que el centro de salud de Puerto Esperanza no sólo es de recursos muy limitados sino el único para la gente de Purús. A la fecha no se sabe cuántas personas más pueden estar infectadas.

Nacionalidad para nada

La ciudad de Pucallpa, capital de Ucayali, es el centro urbano más cercano a Purús y se accede a ella en vuelos cívicos (subsidiados) que han disminuido su frecuencia por la emergencia. Por tanto, hay desabastecimiento de alimentos y medicinas, cosas que los pobladores no desean adquirir en el cercano Brasil (donde los encontraban más baratos) por temor a contraer la enfermedad.

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"En esa zona, los indígenas tienen nacionalidad brasileña y peruana, es un caso único en Perú, y ese flujo (entre ambos países) se ha mantenido siempre, pero por el tema de la pandemia se ha suspendido", explica Muro, dando una idea de lo difícil que es para los indígenas no acceder a servicios y bienes que, como ciudadanos brasileños, deberían poder gozar con pleno derecho.

A este panorama, se suma el abandono de sus autoridades locales. El alcalde de Purús, Lerner Panduro, ha permanecido en Pucallpa desde el inicio de la pandemia, dejando a su suerte a quienes lo eligieron, aunque sin mucha fortuna: el 19 de julio fue capturado por la Policía tras ser acusado de intentar sobornar a dos concejales para firmar actas de sesiones del municipio en un intento de hacer pasar como real algo que nunca sucedió por preferir, presuntamente, desentenderse de la situación.

En la actualidad, la reclusión es la mejor manera de enfrentar la enfermedad en medio de la nada amazónica, mientras el centro de salud de Puerto Esperanza sigue a la espera de ayuda estatal para el combate del virus bajo la paradoja cruel de su nombre.

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