"Es necesario flexibilizar las normas, pero teniendo en cuenta la cultura política brasileña se crea una oportunidad, se abre una brecha grave…", lamentó este especialista, que además añade que el sector de la industria de la salud siempre fue poco transparente.
Uno de los primeros escándalos de la pandemia tiene que ver con los hospitales de campaña construidos por el Gobierno de Río de Janeiro (sureste) para los pacientes de COVID-19.
Este 26 de mayo, la Policía Federal registró la casa del gobernador de Río de Janeiro, Wilson Witzel, en busca de pruebas sobre posibles desvíos de dinero público.
También en Río de Janeiro la Policía detuvo al exsubsecretario de Salud del Gobierno regional, Gabriell Neves, y a otros políticos y empresarios acusados de fraude en la compra de respiradores para los pacientes de COVID-19; la operación se llamó Mercaderes del caos.
Detrás de estos actos ilícitos podrían estar las facilidades dadas por la legislación aprobada en marzo, que permite que durante la pandemia se hagan compras públicas de emergencia sin licitaciones; no obstante, Lago remarca que la mala gestión está siendo más perjudicial que actos puntuales de corrupción.
En el estado de Río de Janeiro, por ejemplo, siete hospitales de campaña están tan atrasados que el Gobierno regional ya se plantea no inaugurarlos.
Este especialista recuerda que Brasil no tiene un número de camas de Unidades de Cuidados Intensivos suficiente por habitante, también faltan profesionales médicos y capacidad para producir en su territorio los respiradores y los llamados equipamientos de protección individual.
"Ese déficit crónico no se resuelve de un día para otro", dice, y remarca que Brasil debería haber aplicado desde el principio un 'lockdown' (o cierre total de la actividad económica) para frenar la expansión del virus, y que este debería ir acompañado de ayudas sociales por parte del Gobierno, para que los ciudadanos realmente tengan condiciones de quedarse en casa.
Lago cita los casos de Argentina, que desde el principio tomó medidas más drásticas, que llegaron a parecer exageradas pero que fueron un "éxito", o países con redes sanitarias más deficientes, como Perú o Ecuador, que conscientes de sus limitaciones tomaron medidas muy estrictas, incluyendo el toque de queda en algunas ciudades.
No obstante, el especialista asegura que la cuarentena soft que han ido aplicando los estados brasileños hasta ahora no ha sido en balde: "Podríamos estar en una situación peor sin cuarentena", asevera, pero remarca que las autoridades no deberían cometer el error de precipitarse al impulsar la reapertura de la economía.
"Quizá Suecia puede apostar por eso [la reapertura gradual], pero Brasil no se lo puede permitir; flexibilizar ahora las medidas de cuarentena es totalmente irresponsable", afirmó.
Este 26 de mayo se cumplen tres meses desde que se detectó el primer caso de COVID-19 en Brasil; desde entonces el país ya suma más de 23.000 fallecidos y casi 375.000 casos confirmados, lo que le convierte en el segundo país con más casos, tan solo por detrás de EEUU.