Era un sábado cuando llegó la noticia; solo días antes había celebrado una misa en el Centro de Justicia de Santiago para exigir libertad de los presos del estallido social. El 14 de marzo, la muerte del sacerdote Mariano Puga se hizo sentir por quienes creen en una Iglesia católica liberadora —desde los pobres y para los pobres—; una enorme pérdida para el país.
El padre Mariano Puga presente en Centro de Justicia de calle Pedro Montt en Santiago, donde se realiza misa para acompañar a los cientos de jóvenes, a sus madres, padres y familias prisionerxs de la #Revuelta. Exigen que se haga Justicia. pic.twitter.com/OiK90Jrbgn
— Londres38 (@Londres_38) February 25, 2020
"Mariano era un sacerdote que nos mostraba, desde su forma de hacer liturgia, el encuentro personal, íntimo con Jesús. Pero también un encuentro que nos debía llevar al compromiso, a un compromiso social, a un compromiso eclesial, de cambio y de transformación de esta sociedad, de construcción de un mundo nuevo", señala en conversación con Sputnik Marco Marín, amigo de Mariano y del camino de Jesús como constructores de una Iglesia de los pobres.
Una Iglesia popular muy palpable en los años 70 y 80, pero que para Marín hoy es mucho más invisible, que está inmersa en las poblaciones (barrios marginales), mismo lugar donde el cura obrero vivía y donde murió acompañado por el pueblo pobre.
"Recordemos la memoria subversiva de Jesús de Nazaret y no olvidemos que lo que le llevó a ser rechazado fueron sus gestos de amor y ternura, de opción radical entre y para los pobres de la tierra, el anuncio de la buena nueva, del Evangelio, pagado con su propia vida", escribía Puga en una carta cinco días después del estallido social.
¿Una Iglesia sin opresión?
Puga fue un sacerdote de una Iglesia capaz de enaltecer, de dignificar, "de darle sentido a la vida de los y las pobres de la sociedad". Fiel representante de esa institución religiosa que se trasformó en un refugio, un lugar de encuentro para los oprimidos.
Inspirada en la Teología de la Liberación y del Concilio Vaticano Segundo, que durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet cobijó a quienes eran perseguidos, en sus parroquias y a través de la Vicaría de la Solidaridad. Una Iglesia que no vaciló en denunciar la graves violaciones a los Derechos Humanos y acogió a quienes podían no ser religiosos, pero que pretendían un cambio sustancial de la realidad social.
"Con Puga, Marotto, Dubois, entre muchos curas de la Iglesia comprometida con los pobres tuvimos un fuerte compromiso para realizar profundos cambios en la sociedad capitalista. Entendimos que el cristianismo y las concepciones revolucionarias tenían mucho en común, y ahí estuvimos codo a codo organizando la resistencia en las poblaciones durante la dictadura", señala Mauricio Hernández Norambuena exmilitante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y actual preso político en Chile.
Puga fue un religioso de origen aristocrático, que renunció a sus privilegios, que tuvo una vida austera, humilde y de trabajo junto a las personas más humildes. Incansable luchador social, víctima de tortura por parte de los organismos represores de la dictadura chilena, quien sirvió a los sencillos con el mensaje cristiano hasta el último día de su vida.
"Es indudable que hoy en día, en estas sociedades neoliberales, consumistas, a veces egoístas, esta forma de ser Iglesia indudablemente es mucho más silenciosa, mucho más callada. Además, con una Iglesia institucional que más se preocupa a veces de cosas morales, de cosas sexuales, cometiendo errores bastante fuertes, en que no asume sus errores, pero aun así vamos caminando", concluye Marín.