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Dictadores ¿seres endémicos de Latinoamérica? La opinión de Gabriel García Márquez

© AFP 2023 / Federico ParraLos retratos de las víctimas de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (archivo)
Los retratos de las víctimas de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (archivo) - Sputnik Mundo
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Marcos Pérez Jiménez tenía 38 años cuando se convirtió en dictador de Venezuela, y 44 cuando tuvo que subirse a un avión y huir. El 23 de enero de 1958, Gabriel García Márquez estaba en Caracas y presenció el suceso. Allí nacieron 'El otoño del patriarca' y varias reflexiones sobre los déspotas latinoamericanos. 

En la madrugada del 23 de enero de 1958 el movimiento popular y la insurrección de las Fuerzas Armadas pusieron fin al régimen de Pérez Jiménez. Ese día, el dictador derrocado y su familia abordaron 'La Vaca Sagrada' (su avión oficial) rumbo a República Dominicana, para después huir a Estados Unidos y, luego, a los brazos de su colega español, el dictador Francisco Franco. 

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En medio de la incertidumbre los periodistas aguardaban en el Palacio de Miraflores detalles sobre la constitución del nuevo Gobierno. Gabriel García Márquez estaba allí; en ese momento trabajaba para la revista Momentos. 

Según el relato del Centro Gabo, una escena en especial le quedó en la memoria: un oficial del Ejército fiel a Pérez Jiménez apareció de repente apuntándole a la prensa con una metralleta; se alejó lentamente, encañonó a un taxista que lo llevó al aeropuerto; huyó del país.

"Lo único que quedó de él fueron las huellas de barro fresco de sus botas en las alfombras perfectas del salón principal", contó García Márquez 23 años después, en la columna Los idus de marzo.

"Yo padecí una especie de deslumbramiento: de un modo confuso, como si una cápsula prohibida se hubiera reventado dentro de mi alma, comprendí que en aquel episodio estaba toda la esencia del poder", escribió.

Pensando constantemente en estas huidas tan presurosas como cinematográficas, García Márquez escribió su novela El otoño del patriarca (1975), un "collage de personalidades tiránicas reunidas en un solo hombre cuyo poder absoluto lo corrompe y lo lleva hacia la soledad más terrible".

CC0 / Gobierno de Venezuela / Marcos Pérez Jiménez 1952.JPGMarcos Pérez Jiménez, dictador de Venezuela
Dictadores ¿seres endémicos de Latinoamérica? La opinión de Gabriel García Márquez - Sputnik Mundo
Marcos Pérez Jiménez, dictador de Venezuela

En tiempos convulsionados, el Centro Gabo recopiló 10 reflexiones de García Márquez sobre dictadores latinoamericanos, que podrían aplicarse a la actualidad.   

Dictadura en América Latina: 10 reflexiones de Gabriel García Márquez

  • "He seguido buscando un personaje que sea verdaderamente la síntesis, el gran animal mitológico de la América Latina, el personaje para el cual todo es posible y me parece que fueron los grandes dictadores, pero esos dictadores primitivos, llenos de superstición y de magia, de un inmenso poder. Por eso es que quiero que tenga 160 o 180 años, no sé cuántos; que su plato favorito sean los ministros de Guerra conspiradores asados y servidos con ensalada rusa", en La novela en América Latina (1967).
  • "Mi experiencia de escritor más difícil fue la preparación de El otoño del patriarca. Durante casi 10 años leí todo lo que me fue posible sobre los dictadores de América Latina, y en especial del Caribe, con el propósito de que el libro que pensaba escribir se pareciera lo menos posible a la realidad. Cada paso era una desilusión. La intuición de Juan Vicente Gómez [Venezuela] era mucho más penetrante que una verdadera facultad adivinatoria. El doctor [François] Duvalier, en Haití, había hecho exterminar los perros negros en el país, porque uno de sus enemigos, tratando de escapar de la persecución del tirano, se había escabullido de su condición humana y se había convertido en perro negro. (...) Anastasio Somoza García, en Nicaragua, tenía en el patio de su casa un jardín zoológico con jaulas de dos compartimientos: en uno, estaban las fieras, y en el otro, separado apenas por una reja de hierro, estaban encerrados sus enemigos políticos", en Algo más sobre literatura y realidad (1981).
  • "El dictador es el único personaje nuevo que hemos inventado en Latinoamérica", en La buena hora de GGM (1969).
  • "Entre 1931 y 1944, El Salvador padeció la dictadura del general Maximiliano Hernández Martínez, un déspota con ínfulas de teósofo cuyo defecto más notable era que estaba loco. Había inventado un péndulo mágico que suspendía sobre los alimentos para averiguar, según su inclinación, si estaban envenenados. En una ocasión trató de conjurar una epidemia de escarlatina cubriendo con papel rojo el alumbrado público del país. Estas fantasías folklóricas que, después de todo, no molestaban a nadie, tuvieron una expresión brutal en 1932, cuando las fuerzas armadas se enfrentaron a tiros a una vasta insurrección agraria y mataron a 31.000 campesinos", en Hay que salvar a El Salvador (1981).
  • "Me obsesiona la soledad de los dictadores, esas resonancias que le llegan de la realidad como si estuviesen metidos en una campana de caucho", en La buena hora de GGM (1969).
  • "Las biografías y los anecdotarios de los dictadores demuestran que siempre tienen algo de víctimas, y, eso sí, los de todos los tiempos, de Creonte para acá. Tienen algo de holocausto social que no es tan simple como parece. El destino del dictador tampoco es un destino que viene escrito, él es también un producto de su sociedad, por supuesto, pero el hecho es que, en todas las vidas de dictadores, te encuentras que siempre hay algo de castigo, algo que tiene su parte de luz y su parte de sombra", en García Márquez en México (1976).
  • "No podemos tratar de tapar el sol con las manos y decir que la historia de la América Latina es otra y que a los dictadores siempre los han derribado los movimientos populares. Eso no es cierto. La gran mayoría de los dictadores latinoamericanos se han muerto en su cama o los han matado sus rivales, y la gran mayoría, también, de los caudillos liberales de las guerras civiles que tumbaron dictadores, terminaron siendo ellos lo mismo, solo que aún más sanguinarios y crueles. Lo que demuestra la historia de la América Latina es que hemos tenido muchos más dictadores que demócratas, y lo que estamos haciendo es luchar contra eso", en García Márquez en México (1976).
  • "Dicen que una de las grandes fallas de El otoño del patriarca es que en esa novela no se ve al pueblo en su lucha contra la dictadura. Claro, no se ve porque, en este caso, la verdad literaria coincide con la verdad histórica de que no siempre los pueblos de América Latina lucharon contra todos los dictadores. Ha habido largos períodos de pasividad de las masas, ya sea como resultado de un engaño continuado o de una represión feroz. No hay que olvidar, además, que los dictadores feudales de América Latina formaban su propia clase en el poder, creaban su propio sustento social a base de corrupción y privilegios. (..) Tampoco hay que olvidar que en muchos casos el pueblo no sufrió la represión directa del dictador, pues esta se ejercía solamente contra las minorías activistas, contra los dirigentes políticos de oposición, contra los estudiantes, y no contra las masas, cuyo escaso nivel cultural y político –producto de la propia dictadura– las llevó en muchos casos, inclusive, a mitificar al dictador", en García Márquez: 'Es un crimen no tener participación política activa' (1976).
  • "Cuanto más poder se tiene, tanto más difícil es saber quién le está mintiendo y quién no. Cuando alguien alcanza el poder absoluto, ya no tiene contacto con la realidad, y esa es la peor clase de soledad que existe. Una persona muy poderosa, un dictador, está rodeado de intereses y personas cuyo propósito último es aislarlo de la realidad; todo se conjuga para aislarlo", en Gabriel García Márquez (1981).
  • "El tema del dictador ha sido una constante de las letras latinoamericanas desde sus orígenes, y lo seguirá siendo más a medida que se tenga una más amplia perspectiva histórica sobre el personaje. La razón es simple: este es el único ser mitológico que ha producido América Latina, y su ciclo no está aún concluido, ni la literatura ha conseguido todavía hacerlo más humano que la realidad. Creo, además, que todavía falta mucho para que eso suceda", en Intelectuales interrogan a GGM (1977).
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