"El mayor indicador de probable evento es la quietud, por eso si tenemos varios días sin un sismo, nos preparamos para una serie o enjambre. En un país altamente sísmico como El Salvador pasa como con los hijos: hay que preocuparse cuando hay demasiado silencio", dijo a Sputnik el veterano sismólogo del Observatorio Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).
Entre el amanecer del pasado martes 12 de noviembre y el mediodía del sábado 16, la Red Sísmica Nacional había registrado 105 movimientos telúricos, 24 de ellos sentidos y con fuerza, al punto que forzó la evacuación de oficinas públicas y causó daños estructurales en colonias (barrios) del área metropolitana de San Salvador.
"Una falla geológica es una zona de debilidad tectónica, en el límite entre dos bloques que se mueven, las cuales pueden ser pequeñas, de apenas 2 kilómetros, o inmensas como la famosa falla de San Andrés, con 1.200 kilómetros de longitud", explicó Torres.
Además, frente al litoral salvadoreño convergen las placas tectónicas de Cocos y Caribe, cuyo constante movimiento provoca los llamados sismos de subducción, o sea, una se mete bajo la otra, y la liberación de energía causa el movimiento telúrico.
Raro es el día que no tiembla en El Salvador, bautizado como el "Valle de las Hamacas" por el constante mecer, con una media de 5.000 temblores al año, al punto que Torres afirma en broma que el Gobierno debería plantearse la posibilidad de promover el "turismo de sismo".
Según el MARN, El Salvador registró 502 sismos sentidos en 2017, 573 en 2018 y hasta el 15 de noviembre ya llevaban 392, de pequeña y mediana intensidad.
"Esta actividad sísmica ha sido indicador de que la Tierra está viva: cuando deje de temblar ahí si hay que afligirse", concluyó Torres.